Este artículo nace de mi reciente actividad académica y universitaria. Diversos estudios e investigaciones, asimismo inspiradas desde la fe en su diálogo con la razón y con las ciencias, nos muestran estos rasgos inherentes de la bioética: personalista y global. Los propios Papas, como San Juan Pablo II y Benedicto XVI o el mismo Francisco siguiendo la estela de sus predecesores, apuntan estos horizontes personalistas y globales para la moral o doctrina social de la iglesia (DSI), tan unidas inseparablemente a la bioética. Ciertamente, como se ha estudiado e investigado, el personalismo está muy interrelacionado con la obra de dichos Papas, especialmente de K. Wojtyła y sus lazos con J. Ratzinger, con el propio magisterio la iglesia como es el Vaticano II, por ejemplo, Gaudium et spes (GS).
Desde lo anterior, ciertamente se delinea una bioética personalista que ponga de relieve la trascendente, sagrada e inviolable vida y dignidad de la persona en todas sus fases, dimensiones o aspectos, como nos enseña magistralmente San Juan Pablo II en Veritatis Splendor (VS) y, singularmente, en Evangelium vitae (EV). Toda relación, ley o estructural social e internacional ha de basarse en el “respeto debido a la persona humana” (VS 80). Francisco, ya desde Evangelii gaudium (EG), igualmente transmite la “centralidad y el valor supremo de la persona humana en todas las fases de su existencia” (EG 224). Desde su programática Redemptor hominis (RH), San Juan Pablo II muestra de forma muy profunda toda una antropología y ética personalista con su sentido humanista, ético, crítico y teologal (RH 13-14). Y es “que, en realidad, ese profundo estupor respecto al valor y a la dignidad del hombre se llama Evangelio, Buena Nueva. Se llama también cristianismo” (RH 10).
Por ello mismo, desde esta inspiración de la fe, el personalismo con su bioética se abre a este horizonte global, en afinidad al significado del desarrollo humano, que es solidario e integral, como pone de relieve magistralmente San Pablo VI en Populorum progressio (PP) con la DSI. En esta clave del respeto a la vida y dignidad, un desarrollo de toda la persona, en todas sus fases o dimensiones, y de todas las personas con ese cosmovisión católica, universal y mundial que abarca e incluye a toda la familia humana. Sin esta fraternidad solidaria universal, una globalización de la solidaridad y la paz que supone la justicia (más allá de toda frontera o barrera), no hay un auténtico humanismo ni compromiso moral e inspirado en la fe, por tanto, no existe una verdadera bioética personalista con su enraizamiento en dicha fe.
Para ello, solo hay que seguir estudiando cimas de este humanismo como es la Escuela de Salamanca, lo más valioso del pensamiento hispanoamericano, incluyendo el mismo personalismo: o el citado magisterio de dichos Papas con la DSI, de un San Juan Pablo II con Sollicitudo rei socialis (SRS) y Centesimus annus (CA) e incluyendo Laborem exercens (LE), de Benedicto XVI con Caritas in veritate (CV). Y que continúa profundizando Francisco en sus diversos aspectos, tanto en Laudato si’ (LS) como en Fratelli tutti (FT). Como afirma Benedicto XVI, “hay que esforzarse incesantemente para favorecer una orientación cultural personalista y comunitaria, abierta a la trascendencia, del proceso de integración planetaria” (CV 42). Efectivamente remarcamos, desde esta moral y DSI que se retroalimenta e integra con la bioética, se impulsa una mundialización fraterna y solidaria que promueve la civilización del amor, de la justicia social e internacional, de la ecología integral y del desarrollo global con este alcance planetario.
En todo lo anteriormente expuesto con la moral y DSI, como es la citada LS o Querida Amazonía (QA) de Francisco, la bioética global se fecunda e interrelaciona constitutivamente con la ecología integral. Una bioética y ecología humana que protege: la vida desde el inicio con la fecundación-concepción, como nos enseña la ciencia, en todo su desarrollo integral y hasta la muerte natural; junto a ese santuario viviente de amor fecundo y fiel, entre el hombre y la mujer, que es el matrimonio, la familia con los hijos, célula social y solidaria esencial. La bioética y ecología social, que promociona la paz asociada intrínsecamente a la justicia con las víctimas o los pobres, como son los trabajadores (empobrecidos) en clave personalista (LE 15). El trabajo, con la vida y dignidad de la persona trabajadora con sus derechos como es un salario justo, está antes que el capital, unido al destino universal de los bienes que tiene la prioridad sobre la propiedad. La propia bioética y ecología ambiental al cuidado de esa casa común que es el planeta tierra, la justicia ecológica contra la destrucción de la hermana tierra.
En definitiva, la ecología espiritual en una existencia de santidad, de amor fraterno y pobreza espiritual con la comunión de vida, de bienes y de acción solidaria por la justicia con los pobres-victimas. Frente al mal, al pecado e injusticia con sus ídolos (falsos dioses) de la riqueza-ser rico, del poder y la violencia. Esta conversión espiritual y ecológica tiene como raíz la fe, la esperanza con la vida trascendente, la caridad, la mística… Dios mismo revelado en Jesucristo humilde, pobre y crucificado-resucitado por su Reino de vida, de amor, de justicia, de salvación liberadora, escatológica e integral.
Insistimos, para concluir, que todas estas fuentes filosóficas, teológicas y eclesiales nos orientan adecuadamente para esta solida bioética personalista global, por encima de toda ideología e ideologización; sobre todo, nos enseñan una creíble (coherente) defensa de la vida y dignidad de la persona, de las víctimas de la historia y de los pobres de la tierra.