Manuel Ribes, del Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia (UCV), ofrece este artículo titulado, “La cosmología moderna destruye los pilares del materialismo”, dónde analiza cómo el avance del conocimiento científico sobre el cosmos ha desvirtuado la interpretación materialista de nuestra realidad.
***
Contexto
Los avances científicos modifican las bases del pensamiento filosófico
El siglo XX ha sido testigo de un espectacular avance del conocimiento científico sobre el cosmos, que ha desvirtuado la interpretación materialista de nuestra realidad. Desde los tiempos de Kant y Laplace, en que el universo conocido estaba circunscrito a nuestro sistema solar, ha existido una importante tendencia hacia el materialismo por parte de la comunidad científica. En aquellos momentos se consideraba que el universo era estático y que existía eternamente. Kant propugnó que el universo no podía considerarse un objeto ordinario, por lo que no cabría preguntarse por su causa. Un universo estático, eterno y sin causa es la tesis materialista.
Pero el siglo XX ha supuesto un radical cambio de paradigma, ya que la ciencia nos ha mostrado una realidad completamente diferente. El conocimiento de las propiedades íntimas de la materia, que se inició con el descubrimiento de la naturaleza cuántica de la misma, y el alumbramiento de la teoría de Relatividad nos lleva a un universo en expansión con un comienzo hace 13.800 millones de años.
La teoría del Big Bang nos permite comprender muchos hechos diferentes sobre el universo de manera coherente. Ya no podemos ver un universo estático, ni eterno en el pasado. Y puesto que hemos sido capaces de modelizar la evolución del mismo, algo que Kant no pudo intuir, hemos de considerarlo como un objeto ordinario del que tiene todo el sentido preguntar por su causa.
La tesis materialista ha perdido sus argumentos clásicos y, en estas circunstancias, los pensadores materialistas buscan denodadamente nuevos argumentos que justifiquen la existencia de la realidad que vivimos sin el recurso a un Creador. Aunque la ciencia por sí misma no puede demostrar la existencia o no existencia de un Creador, ya que está restringida al estudio de las propiedades de nuestro universo, sí puede dar o quitar argumentos para el razonamiento filosófico.
Buscando la no intervención de un Creador
El período inicial del Big Bang que tiene una singular importancia en cosmología se conoce como el tiempo de Planck. Este intervalo de tiempo sorprendentemente pequeño es de 10-43 segundos. Después de este tiempo, la relatividad general puede usarse para describir la interacción de la materia y la radiación con el espacio. En el período de Planck no tenemos una teoría para describir el universo. Para poder analizar lo que ocurrió en este período necesitamos una idea que incorpore los conceptos de física cuántica y relatividad general en una teoría unificada. Esta teoría, a la que se denomina Teoría del Todo, es el objeto fundamental de la investigación desde hace más de 50 años, sin que hasta el momento existan indicios de llegar a ella.
De forma que, por el momento, la ciencia no nos informa de por qué hubo una gran explosión o qué pudo haber existido antes. Pero ello no es óbice para que repetidamente se hayan anunciado diferentes formas en las que el universo hubiera podido generarse de la “nada” sin el concurso de un Creador. Todas ellas partiendo del vacío cuántico que, como es sabido, no tiene nada que ver con la nada absoluta, pues en él están presentes la energía, el espacio, el tiempo y las leyes de la naturaleza. Sencillamente, una explicación científica del origen del universo necesita usar tales conceptos para tener sentido. Es paradigmático el caso de Stephen Hawking, quien en 1988 publicó el libro Una breve historia del tiempo[1], un auténtico éxito de ventas[2], en el que presenta una popularización de las imágenes físicas modernas sobre el universo pero que, además, como claramente expresa Carl Sagan en su introducción “es también un libro sobre Dios” y que trata de “entender la mente de Dios”. En él explica su “propuesta sin límites” del universo, al introducir un tiempo imaginario que no percibimos, pero que conduce a un universo sin comienzo[3] para afirmar: “Si el universo tuviera un comienzo, supondríamos que tuvo un creador. Pero si el universo es realmente completamente autónomo, sin límites ni bordes, no tendría ni principio ni fin: simplemente ser. ¿Qué lugar, entonces, para un creador?” El éxito editorial del libro, unido a la mediática imagen de su autor que se ha proliferado en apariciones en los medios, ha tenido gran impacto en la sociedad. Sin embargo, se trata de una propuesta claramente especulativa, que el propio Hawking admite que está lejos de ser probada y de la que no es lícito argumentar filosóficamente nada y en particular la no existencia de un Creador[4].
Descubrimos más cosas sobre las leyes de la Naturaleza
Resumimos las leyes de la naturaleza en un conjunto de ecuaciones que contienen un determinado número de constantes; estas nos permiten hacer cálculos muy precisos de los fenómenos físicos más elementales, cálculos que están confirmados por evidencia experimental. A partir de la segunda mitad del siglo pasado comenzamos a percibir que existe un ajuste fino aparentemente exquisito de muchas de las constantes de la naturaleza y de las condiciones iniciales del universo en orden a la producción de vida.
Este importante descubrimiento tiene su punto de partida en 1953 cuando Fred Hoyle se pregunta cómo se ha podido producir el carbono, tan necesario para la existencia de vida, en el universo. En las etapas iniciales posteriores al Big Bang sólo se produjeron hidrógeno y helio, por lo que la formación del resto de elementos debía tener lugar en las estrellas, una vez constituidas estas.
Al tratar de averiguar las rutas de la nucleosíntesis estelar, Hoyle observó que una reacción nuclear en particular, el proceso triple alfa, que generaba carbono, requeriría que el núcleo de carbono tuviera una energía muy específica para que funcione. La gran cantidad de carbono en el universo, que hace posible que existan formas de vida basadas en este elemento, le impulsó a pensar que esta reacción nuclear debía funcionar a pesar de que se trataba de unos niveles de energía en el núcleo de carbono que eran estadísticamente muy improbables. La existencia de vida le llevó a esta predicción, tomada por los especialistas con escepticismo, pero que, gracias a la reputación de que Hoyle gozaba, se avinieron a investigar. El resultado fue que, en poco tiempo, se confirmó experimentalmente. Se demostró que la existencia de vida en el universo es posible gracias a un preciso nivel de energía en el átomo del carbono.
Hoyle escribió más tarde: “Una interpretación de sentido común de los hechos sugiere que un superintelecto ha jugado con la física, así como con la química y la biología, y que no hay fuerzas ciegas de las que valga la pena hablar en la naturaleza. Los números que se calculan a partir de los hechos me parecen tan abrumadores que dejan esta conclusión casi fuera de toda duda”. Hoyle, ateo hasta ese momento, diría más tarde “nada ha sacudido tanto mi ateísmo como este descubrimiento”[5]. Efectivamente, más tarde abandonó la concepción materialista del Universo y se acercó al pensamiento cristiano.
A continuación de este descubrimiento hemos ido conociendo que todas las constantes que incorporan el complejo conjunto de leyes físicas que definen el cosmos, poseen valores infinitesimalmente específicos y que, si se produjera la más mínima desviación en cualquiera de estos valores, el universo tal como lo conocemos no podría existir, y mucho menos sustentar la vida.
Esta evidencia de ajuste fino es reconocida por toda la comunidad científica. El conocido agnóstico Steven Weinberg, premio Nobel de Física, ha escrito “… qué sorprendente es que las leyes de la naturaleza y las condiciones iniciales del universo permitan la existencia de seres que pudieran observarlo. La vida tal como la conocemos sería imposible si cualquiera de las diversas cantidades físicas tuviera valores ligeramente diferentes”[6].
La explicación materialista
Desde la perspectiva materialista se ha tratado de dar una explicación a este hecho y se han propuesto diferentes interpretaciones. La que más adeptos tiene es la idea del Multiverso, según la cual nuestro universo no es más que uno entre los innumerables existentes, cada uno de los cuales está controlado por diferentes parámetros en las leyes de la naturaleza. A esta idea se llega mediante varios modelos científicos diferentes. Una versión surge de la teoría de cuerdas, que parte de imaginar cada partícula como una pequeña cuerda vibrante y cuyas complicadas matemáticas conducen a la predicción del multiverso. Otras versiones del multiverso surgen de la teoría de la inflación, que se desarrolló para responder preguntas sobre algunas propiedades del universo, como su temperatura casi uniforme y el desequilibrio de materia y antimateria. En ellas los nuevos universos se forman por una transición de fase, análogamente a una olla de agua que, apenas comienza a hervir, produce muchas “burbujas”, cada una de las cuales es un universo con propiedades diferentes.
Ello permitiría argumentar que, si hay billones y billones de otros universos, el hecho de que el nuestro haya dado con la combinación correcta de leyes finamente ajustadas, no sería tan especial. La humanidad podría considerarse un accidente relegado al azar.
Pero, a pesar de los muchos adeptos a la idea, el multiverso es un escenario hipotético, no podemos observar ninguna de las propiedades de un multiverso, ya que no tienen ningún efecto causal en nuestro universo. Podríamos estar completamente equivocados sobre todo lo que creemos sobre estos otros universos y ninguna observación podría corregirnos. Por ello no podemos aceptar la idea del multiverso como una explicación científica del ajuste fino del universo. Además, como afirma Luke A. Barnes, “Multiverso” no es una palabra mágica que hará desaparecer todos los ajustes. Incluso si los modelos del multiverso son correctos, ello no eliminaría el ajuste fino. Por ejemplo, para producir una tasa de expansión inflacionaria tan enorme, las teorías de la inflación requieren que ciertos parámetros tomen valores particularmente precisos.
Como se ve, la cosmovisión materialista defiende su postura a costa de aceptar un escenario de infinitas entidades no observadas, y potencialmente no observables, yendo más allá de la ciencia a una metafísica altamente especulativa.
La lógica teísta gana atractivo… y convierte conciencias
Las evidencias alcanzadas por la cosmología que muestran un universo con un origen temporal y un preciso ajuste para la vida está haciendo reconsiderar ideas que parecían asentadas sobre roca firme. La explicación teísta resulta una opción lógica, pues propone precisamente un origen temporal y, al invocar el diseño, se adapta perfectamente a la realidad de los fenómenos del ajuste fino.
Ciertamente no son muchos los ejemplos de científicos ateos que públicamente hayan cambiado su concepción sobre el origen de la realidad que vivimos, pero sí son significativos los casos de George Wald y Antony Flew. George Wald, premio Nobel de Medicina, dejó claro su pensamiento ateo en un artículo publicado en 1954 en Scientific American: “Cuando se trata del origen de la vida, sólo hay dos posibilidades: la creación o la generación espontánea. No hay una tercera vía. La generación espontánea fue refutada hace cien años, pero eso nos lleva a una sola conclusión, la de la creación sobrenatural. No podemos aceptar eso sobre bases filosóficas; por lo tanto, elegimos creer lo imposible: ¡que la vida surgió espontáneamente por casualidad! “[7]. Años más tarde, en 1984, abandona el materialismo y expresa con rotundidad la tesis teísta, afirmando que es la Mente, una inteligencia creadora, la realidad fundamental del mundo: “¿Cómo es posible que, con tantas otras opciones aparentes, estemos en un universo que posee ese peculiar conjunto de propiedades que engendra vida? Últimamente se me ha ocurrido —debo confesar que al principio con cierta conmoción de mi sensibilidad científica— que ambas cuestiones pueden ser tratadas de forma hasta cierto punto congruente. Es decir, mediante la suposición de que la inteligencia, en lugar de emerger como una consecuencia tardía en la evolución de la vida, en realidad ha existido siempre como la matriz, la fuente y condición de la realidad física, que la materia de la que se compone la realidad física es la materia de la mente. Es la Mente la que ha compuesto un universo físico que engendra vida, capaz de producir evolutivamente criaturas que conocen y crean”[8].
Por su recorrido vital y prestigio como filósofo ateo es importante el cambio de posición de Antony Flew. Su conferencia de 1949 impartida en Oxford se convirtió en uno de los ensayos filosóficos más publicados[9] y, a partir de ahí, durante más de cincuenta años ha estado en primera línea como un activo defensor de sus ideas ateas, que ha expuesto en 26 libros publicados, alcanzando gran repercusión. Pero el desarrollo de la cosmología del Big Bang y el progresivo conocimiento del ajuste fino de las constantes físicas le indujeron a modificar su pensamiento. En 2007 publica su libro Dios existe[10], en el que reflexiona sobre todas las evidencias que nos muestra el conocimiento científico actual. Ahí hace mención a las anteriores palabras de Wald, citándolas textualmente, para después afirmar: “Esta es también mi conclusión. La única explicación satisfactoria del origen de esta vida «orientada hacia propósitos y autorreplicante» que vemos en la Tierra es una Mente infinitamente inteligente”; y más adelante añade: “mi descubrimiento de lo divino ha sido una peregrinación de la razón”.
Manuel Ribes
Observatorio de Bioética
Instituto Ciencias de la Vida
____________________
[1] S. Hawking, A brief history of time, from the big bang to black holes, Bantam Books, New York, 1988.
[2] Wikipedia: En mayo de 1995 entró en la lista del The Sunday Times entre los más vendidos durante 237 semanas, y batió el récord de 184 semanas. Esta hazaña está registrada en el Libro Guinness de los Récords de 1998
[3] Henry F. Schaefer III resume así la crítica a esta teoría: La propuesta sin límites de Hawking y Hartle comienza adoptando un modelo del universo extremadamente simplificado. Luego, los autores hacen que el tiempo sea imaginario y prueban en su modelo terriblemente restringido que el universo no tiene principio ni fin. La falla del ejercicio es que los autores nunca regresan al tiempo real. Por tanto, la noción de que el universo no tiene principio ni fin es algo que existe únicamente en términos matemáticos. En el tiempo real, al que nosotros como seres humanos estamos necesariamente apegados, más que en el uso que hace Hawking del tiempo imaginario, siempre habrá una singularidad, es decir, un comienzo del tiempo.
[4] Alfred Driessen The question of the existence of God in the book of Stephen Hawking: A brief history of time Acta Philosophica (Rome), 4 (1995) pp 83-93
[5] Peter C. Hägele Das kosmologische anthropische Prinzip Universität Ulm. Kolloquium für Physiklehrer. 2003 https://www.uni-ulm.de/fileadmin/website_uni_ulm/archiv/haegele//Feinabstimmung_Physik.pdf
[6] The BioLogos Foundation What do “fine-tuning” and the “multiverse” say about God? Last updated on July 20, 2021
https://biologos.org/common-questions/what-do-fine-tuning-and-the-multiverse-say-about-god/
[7] Dimitrov, T. Scientific GOD Journal. Nobel Laureates Who Believe in GOD. April 2010
https://scigod.com/index.php/sgj/issue/view/3
[8] Ibid.
[9] James A. Beverley Thinking Straighter Christianity Today 2005
https://www.christianitytoday.com/ct/2005/april/29.80.html
[10] Antony Flew; Roy Abraham Varghese There is a God : how the world’s most notorious atheist changed his mind 2007 ISBN 10: 0061335290.