Jan Van Ruysbroeck, reconocido como «Doctor extático» al que se le ha otorgado el sobrenombre de «Admirable», nació en Ruysbroeck, entonces pequeña localidad cercana a Bruselas, en 1293. Su vida fue narrada por Pomerius, un canónigo del monasterio de Groenendaal, en el que vivió este beato, cuarenta años después de que se produjera su fallecimiento. Los datos fehacientes que se poseen, arrancan a sus 11 años de edad, ya que de la etapa anterior apenas se tiene noticia, seguramente porque fue remiso a hablar de sí mismo, aunque le pidieron que lo hiciera.
En su adolescencia—en vida aún de su madre, que parece que lo quiso tiernamente—, convivió con Juan Hinckaert, un tío suyo que era canónigo menor de la colegiata de Santa Gúdula de Bruselas y con el que siempre compartiría su vida. Allí recibió formación y fue ordenado sacerdote en 1318 a la edad de 24 años, siendo designado capellán de la Colegiata. En esa época, su madre, que había vivido en un beguinato de la capital belga, ya había muerto. Y su tío Juan, hombre sensible, de gran finura espiritual, al escuchar una predicación en Santa Gúdula dio un giro copernicano a su vida. Se desprendió de sus posesiones y acompañado de otro canónigo, Franco van Coudenberg, inició un itinerario espiritual marcado por la oración. Juan Ruysbroeck se unió a ambos. Entretanto, componía obras espirituales, una de ellas el «Libro del Reino de los Amadores de Dios», que escribió en lengua flamenca para comprensión del pueblo, y combatía con gran celo cualquier atisbo de naturaleza sectaria, en particular las tesis de inspiración quietista defendida por los Hermanos del Libre Espíritu. Los tibios no compartían su ardor apostólico; adolecían de la pasión por Cristo y se deshacían en críticas contra Juan, como suele ocurrir en estos casos. Su virtud y gran preparación formaban un tándem perfecto para transmitir a los demás el amor divino que fue desgranando en obras como el «Libro del Tabernáculo Espiritual», cuya primera parte redactó entre 1340 y 1343.
Este último año marcó el inicio de otra decisiva etapa espiritual. Junto a su tío y el canónigo Franco, siguió en pos de la llamada divina. Los tres se retiraron para llevar vida eremítica en los bosques de Soignes, en Groenendaal. Sin vínculo con Orden religiosa alguna, en 1349, junto a otros nuevos aspirantes, iniciaron la comunidad de canónigos regulares de San Agustín. El prelado de Cambrai recibió sus votos. A la muerte de su tío, el beato Juan fue designado prior. Y el canónigo Franco, Superior. Juan ya había dado muestras de su humildad y sencillez. Era obediente, vivía la paciencia y se embelesaba hablando de Dios, cuya voz buscaba en la espesura del bosque, a resguardo de las miradas ajenas y de las preocupaciones que acarrea el mundo. A veces, le hallaron sumido en éxtasis. Era tan religioso que atraía como un imán a la gente que acudía al convento frecuentemente para solicitar su consejo. Entre ellos había grandes y versados doctores. Sus obras han tenido un influjo directo en maestros espirituales como Tomas de Kempis, Taulero y Groote, que fundó los Hermanos de la Vida Común, entre otras insignes personalidades. Su madre le advirtió en un sueño que moriría en el Adviento. Y a sus 89 años entregó su alma a Dios, el 2 de diciembre de 1381. Su culto fue confirmado por Pío X el 1 de diciembre de 1908.
© Isabel Orellana Vilches, 2024
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