Beata Catalina Mattei De Racconigi, 4 de septiembre

Virgen Dominica

Eligió como modelo a santa Catalina de Siena a consecuencia de una visión y, en cierto modo, siguió sus pasos. Nació en Racconigi (Piamonte) en junio de 1486. Su padre era herrero y su madre tejedora de seda, oficio que ella tomó. En el hogar habían nacido antes cinco hijos varones y una niña, que murió prematuramente. Su infancia estuvo marcada por una madurez espiritual inusual, caracterizada por experiencias místicas singulares. A los 13 años hizo voto de virginidad. En una aparición la Virgen María tomó su mano uniéndola a la de su Divino Hijo, dirigiéndole estas palabras: «Te doy por esposo a mi Hijo, en fe, esperanza y caridad». En nueva visión se le apareció nuevamente vistiendo el hábito dominico y le hizo ver que debía ingresar en la Tercera Orden. Por Ella supo que los religiosos abrirían un convento en Racconigi.

En 1506 el conde de esta ciudad, Claudio de Saboya, vinculado por un voto, reclamó la presencia de los frailes dominicos que se establecieron allí provisionalmente, hasta que culminaron las obras del convento en 1509. El superior, Domenico Onesto da Bra, notable religioso, reconocido por sus dotes oratorias y su celo apostólico, se convirtió en el confesor de Catalina, a la que ya precedía la fama por sus experiencias místicas. Tres años más tarde, la suma de rivalidades existentes entre las comunidades religiosas, la que antiguamente había ocupado el convento y la que lo habitaba en ese momento, unido a la aureola de mística que acompañaba a Catalina, desembocaron en un completo despropósito, ya que la beata fue acusada de herejía y de brujería. Sin duda, fue una ruin venganza contra los dominicos, toda vez que Catalina era dirigida por su superior. La cuestión es que se vio obligada a comparecer ante el tribunal de la Inquisición, pero fue exonerada. De modo que si lo que perseguían era hacerle daño, sucedió lo contrario. Salió del proceso fortalecida y fue acogida en la corte de los Saboya. Allí trabó amistad con la marquesa de Monferrato, Anna de Alençon. En 1514, en presencia de Claudio de Saboya, tomó el hábito como terciaria dominica, tal como le había ordenado la Virgen María. Padecía intensos dolores acentuados por los estigmas de la Pasión. A ellos se añadían otros sufrimientos ajenos a su persona, que no cesaron.


A la muerte de Claudio, le sucedió Bernardino, quien tomó la decisión de enviar al exilio a Catalina hacia 1523. Ella vendió su casa y con parte de lo recaudado construyó el altar del Rosario en la Iglesia local de Santo Domingo. El resto lo entregó a su nuevo confesor, Gabriela Dolce da Savigliano, que reemplazó a fray Onesto cuando falleció. Catalina se instaló en Caramagna y recibió la visita del provincial de los dominicos de Lombardía, que había prohibido a los religiosos de los conventos circundantes que asumieran su dirección espiritual. Desde 1526 por espacio de 20 años vivió desposeída de esa gracia y consuelo hasta que falleció el provincial. Decía: «Jesús es mi única esperanza». Se cree que en 1519 el conde Giovanni Francesco Pico debió tener noticias de las experiencias místicas de Catalina a través del predicador fray Gerolamo da Pietrasanta. Y en 1527, aprovechando una adquisición que debía realizar por la zona, se entrevistó con ella y le ofreció protección. De las sucesivas visitas que se hicieron surgió la redacción de la biografía de Catalina. Cuando el conde Pico murió en 1533, se encargó de esta misión el dominico Pietro Martire Morelli, de Garessio. A él fue narrando la beata sus experiencias místicas. Dos años más tarde, Catalina regresó a Racconigi y dispuso en su testamento que una vez fallecida fuese enterrada en la capilla del Rosario que había mandado erigir. En 1546, tras la muerte del provincial que la había mantenido apartada durante veinte años, Morelli se convirtió en su confesor. Solía trasladarse a Caramagna para visitarla. Por esa época, Catalina redactó nuevo testamento manifestando que quería ser enterrada en la Iglesia de S. Vincenzo, de Garessio. Murió en Caramagna el 4 de septiembre de 1547. Fue sepultada temporalmente en la tumba de los Cappelli, y en febrero de 1548 su cuerpo incorrupto fue conducido a Garessio a la Iglesia de S. Vincenzo, de los Padres Dominicos, como había solicitado. Pío VII la beatificó el 9 de abril de 1808.

© Isabel Orellana Vilches, 2024
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