“Una mujer diferente?” es el título del artículo que el sacerdote D. Antonio Ducay comparte para preparar la fiesta de la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, que la Iglesia celebra el próximo domingo 15 de agosto de 2021.
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La Asunción de la Virgen nos hace mirar hacia una mujer que está sobre todas. San Buenaventura, brillante maestro en la Univeridd de París, allá por el siglo XIII, fue especial devoto de la Virgen.
Se cuenta que en una de sus apariciones le preguntó qué era lo que más deseaba y la Virgen le pidió que lo ayudase a dar gracias a la Santísima Trinidad por todas las gracias que le concedió en el momento de su Asunción.
¿Qué habrá pasado? Algo sabemos, que es Reina de los ángeles, con todo lo que eso significa, Trono de la Sabiduría, Madre nuestra, Madre de la misericordia y de la esperanza, como la ha proclamado el Papa Francisco, pero sabemos muy poco de lo que realmente es María.
Podemos pedirle algo importante: no perderla nunca, como nunca se pierde a una madre. Puedo relatar una experiencia personal. Atendía a un muchacho universitario, que iba creciendo en su descubrimiento de dios.
En este campo, venía de lejos. Acabó su universidad, viajó a hacer unos estudios de postgrado y lo perdí de vista. Pasaron unos quince años y un día apareció de nuevo. Me alegré y me sorprendí:
-¡Gusto de verte! ¿Qué ha sido de tu vida?
Me contó a grandes rasgos lo que había hecho en esos años, hasta que se interrumpió y me dijo:
– Realmente no sé por qué estoy aquí. Yo creo que ha sido ella.
– No te entiendo bien…
– He regresado a Lima hace más de tres meses. Me propuse no volver aquí nunca. Esta tarde he pasado cerca por una gestión, y sin saber cómo, me ha desviado unas calles y he tocado el timbre. Aquí estoy.
Yo no dije nada. Solo lo miré con afecto. Siguió hablando. Hasta que en algún momento me dijo:
– No me he confesado desde la última vez que estuve aquí. Quisiera volver a hacerlo.
Lo atendí con calma y a los pocos minutos este chico ya convertido en un buen profesional volvió a ser el de antes, suelto, alegre, divertido.
Seguimos hablando, hasta que volvió a decir:
– Yo creo que ha sido ella…
Lo dejé que se explicase más. Me dijo que, en una de nuestras conversaciones, yo le había aconsejado rezar tres avemarías antes de acostarse y que le había explicado porqué. Yo seguí con mi silencio. Añadió que aunque había andado por caminos muy alejados de Dios, esto no lo había dejado nunca.
Y volvió a repetir: “yo creo que ha sido ella”. Yo lo felicité por seguir con esa sabia costumbre y le dije que estaba totalmente seguro de que había sido Ella. Es una mujer muy poderosa, es única, por un lado igual que las demás y por otro completamente distinta.
Y todavía deseo contar otra experiencia personal. Viajaba por los Andes del Perú y me quedé a pasar la noche en un pueblo, en la casa del párroco. Somos buenos amigos. Al poco rato llegó de un viaje.
Se bajó del caballo, me contó que había ido a visitar unos caseríos y al vaciar su mochila cayeron sobre la mesa, entre otras cosas, una buena pistola y un rosario. Ante mi mirada algo sorprendida comentó:
– Dos armas poderosas.
Luego me explicó que sus viajes son por lugares no siempre seguros, que no la había utilizado nunca, pero que la gente sabía que la llevaba. Yo sé que es un sacerdote muy querido, y se lo dije, como sugiriendo que no le hace falta la pistola.
– Es verdad que soy querido por la gente y yo doy mi vida por ellos, pero nunca sobra. Todavía confío más en esta otra arma poderosa (y levantó su rosario)
Hace unos meses, también el Papa Francisco metdió su mano en la sotana, sacó un rosario y lo levantó diciendo:
– ¿Me permiten un consejo? Récenlo.
La Virgen lo agradece mucho porque son las palabras más bonitas que escuchó en su vida. Es una manera de ayudarla a dar gracias a la Santísima Trinidad por todos los regalos que Ella ha recibido. Nosotros sabemos algo, del resto nos enteraremos después.