«Separar el aspecto de la verdadera o supuesta “sobrenaturalidad” de la aparición de aquel de sus frutos espirituales». El cardenal Joseph Ratzinger, entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, utilizó estas palabras en respuesta a una pregunta del periodista y escritor Vittorio Messori. El diálogo se recoge en el best seller «Informe sobre la fe» (1985).
En primer lugar, el futuro Benedicto XVI afirmó: «Ninguna aparición es indispensable para la fe, la Revelación terminó con Jesucristo. Él mismo es la Revelación. Pero ciertamente no podemos impedir que Dios hable a nuestro tiempo, a través de personas sencillas y también a través de signos extraordinarios que denuncian la insuficiencia de las culturas que nos dominan, enmascaradas por el racionalismo y el positivismo. Las apariciones que la Iglesia ha aprobado oficialmente… tienen su lugar preciso en el desarrollo de la vida de la Iglesia en el último siglo. Muestran, entre otras cosas, que la Revelación -aunque única, concluida y, por tanto, no superable- no es algo muerto, sino vivo, vital. Además… uno de los signos de nuestro tiempo es que las noticias de «apariciones marianas» se multiplican en el mundo…».
Y prosigue: «Uno de nuestros criterios consiste en separar el aspecto de la verdadera o supuesta “sobrenaturalidad” de la aparición de aquel de sus frutos espirituales. Las peregrinaciones del cristianismo primitivo se dirigían a lugares sobre los que nuestro espíritu crítico de modernos se quedaría a veces perplejo en cuanto a la «verdad científica» de la tradición vinculada a ellos. Esto no quita que aquellas peregrinaciones fueran fecundas, provechosas, importantes para la vida del pueblo cristiano. El problema no es tanto el de la hipercrítica moderna (que luego termina, entre otras cosas, en una forma de nueva credulidad) sino el de la valoración de la vitalidad y la ortodoxia de la vida religiosa que se desarrolla en torno a estos lugares».
Sobre las nuevas normas sobre presuntos fenómenos sobrenaturales