“Esta Asamblea Eclesial refleja el coraje del pueblo latinoamericano de intuir una llamada de Dios”, expuso Mauricio López, coordinador del Centro de Redes y Acción Pastoral del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). En la mitad de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, López realiza un análisis en el que establece una clara relación entre lo que se está viviendo en estos días con la teología del Concilio Vaticano II y todo lo que ha representado el Sínodo amazónico y los desgloses posteriores.
A continuación, ofrecemos la entrevista realizada por Luis Miguel Modino para ADN CELAM, sistema informativo del CELAM.
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Podemos decir que estamos en el intermedio de la Asamblea. ¿Cuáles son las grandes pulsiones y las perspectivas que se vislumbran de aquí al final de la Asamblea?
Lo primero que a mí me parece es que se va instalando una capacidad discerniente en el Pueblo de Dios. Si en los últimos en los últimos años, a partir de Concilio Vaticano II, hemos ido explorando la noción de Pueblo de Dios, en el tiempo reciente, y sobre todo a través de las escuchas, se va generando una capacidad real del pueblo no se solo receptor, sino sujeto de esta escucha y estos dinamismos, y donde está capacidad les permite, implicarse mucho más en los procesos.
Lo digo porque en este primer tramo de la Asamblea Eclesial, vamos notando como la consistencia de un año, o más de un año de preparación para esta Asamblea, se hace visibles. Desde los documentos preparatorios que pulsan los signos de los tiempos, y los documentos del magisterio latinoamericano, no solo Aparecida, y ciertamente la visión del Papa en los temas más urgentes para el mundo, en la escucha, estos temas se profundizan, adquieren un rostro verdaderamente vivo desde el pueblo. Y en estos primeros días, como una realidad nueva, inédita, también híbrida, virtual, presencial, vamos notando no solo que las personas se van haciendo responsables de este proceso y esta experiencia, sino que también las temáticas van teniendo continuidad.
Los temas que están apareciendo son los gritos de la realidad que ya intuíamos desde la escucha y el proceso inicial, la necesidad de cambios en la Iglesia desde una situación de clericalismo, un clericalismo que puede y que conduce a abuso, abuso de conciencia, abusos sexuales y abusos de todo tipo. Por otro lado, una situación del papel de las mujeres en la Iglesia y en la sociedad y el modo en que la Iglesia responde. El tipo de papel pastoral que se requiere para este tiempo. Cala muy hondo este tipo de pastoral en salida.
Lo que ya se intuía en Aparecida, ahora como una expresión de praxis frente a la realidad, también percibo que el tema de la ministerialidad está presente en las discusiones que vamos teniendo aquí, una ministerialidad que implica otro tipo de formación. Se puede decir que las semillas del Sínodo amazónico están presentes, tienen una ampliación y es significativo ver como está una presencia del Vaticano, pero que quiere ser hermano, que quiere aprender de la experiencia.
Presencia de Canadá, Estados Unidos, Asia, Europa, para sumar en esta experiencia. Hay una noción de continuidad de lo ya vivido, donde la escucha es el eje y donde el Pueblo de Dios está cada más siendo sujeto de su historia en términos de discernimiento y de emprender opciones concretas.
Hablas de que aquí se están viendo semillas del Sínodo amazónico. ¿Podríamos decir que esta experiencia, la Primera Asamblea Eclesial a nivel continental, que se lleva a cabo por primera vez en la historia de la Iglesia, es una semilla para el Sínodo sobre la Sinodalidad y para experiencias similares en otros continentes?
Definitivamente. El punto de partida es la eclesiología del Pueblo de Dios del Concilio Vaticano II, el pontificado de Francisco, que ya levanta muchos aspectos urgentes de la realidad, que se conectan también con su procedencia como latinoamericano, pero que se afirman con mayor fuerza en el modo de escucha del Sínodo amazónico. Además de los temas, que es evidente que los sueños sociales, culturales, ecológicos y eclesiales, nos han ayudado a configurar la comprensión de la conversión pastoral. También es muy evidente que la metodología de escucha, quizás es lo más precioso de la experiencia.
El método de escucha en el Sínodo amazónico, encomendado a una instancia eclesial articuladora, pero territorial, con una participación real, genuina y activa del Pueblo de Dios, ha sido la semilla más importante. Porque las temáticas son similares en muchos sitios, pero veo que es la metodología la novedad. Insisto lo que decía, el hecho de que el secretario definido por el Papa para el Sínodo sobre sinodalidad, para su Sínodo de los obispos, haya aceptado y pedido venir para aprender, nos dice mucho.
Que el relator general del Sínodo sobre la Sinodalidad haya pedido venir, nos dice mucho. Que de entre los teólogos que están ayudando a configurar las reflexiones en aquel Sínodo, estén también los miembros de este proceso de Sínodo amazónico y de nuestra experiencia en el CELAM. En el ámbito metodológico también. Creo que ellos ven esto como un laboratorio, como una expresión viva de lo que puede ser. Siendo muy honestos, esta Asamblea está lejos de ser perfecta, pero refleja el coraje del pueblo latinoamericano de intuir una llamada de Dios, y con parresía, con valentía, sin tener todas las certezas, ir hacia adelante.
Esto hay que admirarlo en el CELAM, esta experiencia es inédita, y lo que está viendo el Sínodo sobre Sinodalidad es si acaso esto es posible. No solo como un laboratorio, sino como expresión viva de aquello que han sido los impulsos del Concilio Vaticano II. Yo creo que sí, y la Ceama es otra experiencia. Sínodo amazónico, inédito en su territorialidad y en el modo de escucha. La Asamblea Eclesial en una perspectiva amplia, continental de participación. La Ceama inédita como conferencia. Hay muchos signos, ya no se puede decir que es un empeño de unos pocos o que es una cuestión disociada del empeño del Pueblo de Dios.
Te refieres al coraje del pueblo latinoamericano como base de una novedad. Una de las cosas que a veces impiden a la Iglesia avanzar es el miedo a equivocarse. ¿Cómo este coraje latinoamericano podría ser contagiado en otras latitudes?
A mí me parece que es una experiencia pascual, eminentemente pascual. El riesgo de lo que implica ser transformado, de equivocarse, de tropezar, se parece mucho a la experiencia pascual. La Iglesia latinoamericana, como muchas expresiones de su pueblo, viven una crucifixión. Pero son estos procesos, no solo a nivel eclesial, sino a nivel de la vida comunitaria, los que reflejan un camino de resurrección. Que se teja a partir del acompañarnos, del reconocernos, de crear posibilidades donde parece que no las hay.
Sí creo que hay una dinámica resiliente, sinodal, en este pueblo. Y como tal, las otras regiones del Sur del mundo pueden perfectamente también identificarse. Porque en todos los sitios donde les han dicho no es posible cambiar, aquí hay un gesto, que no es el único, que expresa que de hecho sí es posible. En todos los sitios donde les han dicho que su voz periférica es irrelevante para una Iglesia que a veces es eurocéntrica, esta experiencia dice que es válida la riqueza de una diversidad cultural, incluso desde los márgenes.
Para todos los que dicen que en el Vaticano hay una cerrazón a otras perspectivas, esta experiencia que estamos haciendo muy en conjunto con el Vaticano, sea Sínodo amazónico, Asamblea Eclesial o CEAMA, nos dice que realmente es posible caminar juntos, en un respeto, en una confrontación fraterna cuando tenemos que interpelarnos. Pero yo creo que lo que subyace es la vida que está amenazada, el sufrimiento de los pueblos, no solo en la pandemia, sino también en lo que ya ha reflejado. Y en esta necesidad de seguir siendo relevantes, de seguir siendo una presencia viva que anuncie, que denuncie y que construya Reino.
No solamente la Asamblea Eclesial, sino también el Sínodo Amazónico, la CEAMA, ¿podemos decir que estamos en un momento fundamental de cara al futuro de la vida de la Iglesia?
Este momento es un potencial parteaguas en la historia de la Iglesia. Hay algunos que se aproximan a la categoría de un tiempo kairós con cuidado. La vivo como algo muy presente y vigente, porque no tiene que ver con el momento actual. Es los casi sesenta años desde el Concilio Vaticano II, lo que nos da cuenta de una dinámica del espíritu que, yo siempre digo, persiste, insiste y resiste. A pesar de las dificultades, a pesar de la fragilidad, a pesar de nuestras propias limitaciones, hay una tónica que se mantiene, que se sostiene.
Si hablamos de estos sesenta años en su conjunto como un tiempo potencialmente parteaguas, yo diría que sí. Si lo reducimos solamente a esta noción de temporalidad, claramente podemos a lo mejor reducirla, o caer en un falso triunfalismo. Tiene que ver con el modo como el Espíritu se revela, y tiene que ver con estos casi sesenta años, donde ciertamente estamos vislumbrando cambios que creo que, como dice el Papa, y yo abrazo eso con mucho cariño y seguridad, es debemos de poner todo lo que nos corresponde para que los cambios sean irreversibles. Y quienes vengan después de nosotros, porque estamos todos de paso, puedan seguir sosteniendo esa Iglesia más sinodal, más profética, que anuncia también el proyecto de Reino.
Se han vivido muchas cosas en estos primeros días. ¿De lo que no se ha vivido, qué crees que debería ser vivido en estos días de aquí al final de la Asamblea, cuáles son los pasos que todavía faltan?
Hacía una formulación que no es personal, es más el método de discernimiento. Si perdemos eso, perdemos todo en esta Asamblea. Y tiene que ver con la escucha, pero una escucha en una dinámica creciente, y es experimentar en el yo, el ser Iglesia, lo que me duele de la Iglesia, los llamados personales, particulares, necesariamente pasar al tú, que es la escucha inmediata, con el interlocutor, con el otro, el alter, la otra, para verme en el espejo de otra realidad y saber que la Iglesia solo se construye en ese sentido del otro.
Tejer un nosotros, que es lo más difícil. Salir del yo e incluso de este yo, tú, a pensarnos juntos esta comunión eclesial, que es más compleja, porque es más diversa, es más digamos amplia, indescifrable incluso. Y que en ese nosotros, demos espacio para Él, con mayúscula, que sea el Señor el centro. Si no mantenemos esto, que puedo decir que en los primeros días ha estado, que nos ha permitido superar dificultades técnicas muy serias, que no nos esperábamos, y que, a pesar de ellas, o quizás gracias a ellas experimentamos otros procesos incluso de consolación, de plenitud y de esperanza no planificados.
Si eso se mantiene, y es complejo que se mantenga, que todos nos podamos sostener en esta dinámica de contemplación, el resultado será muy positivo y ciertamente consistente con este camino transformador que nos antecede, pero también nos procede.