La Asamblea Eclesial es la mayor consulta de la historia en la Iglesia universal; la afirmación es de Fernando Canchón Avellaneda, titular delegado del episcopado hondureño en su columna del periódico El Heraldo de Honduras. En ella relató con detalle el proceso de la primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe celebrada del 21 al 28 de noviembre. Así informa una nota de ADN CELAM, sistema informativo del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
Partiendo de los acontecimientos que determinaron su realización y el amplio proceso de escucha que atento a los clamores del pueblo de Dios, hizo un aporte contundente a los contenidos analizados, el asambleísta destaca desde diferentes ámbitos la realización de esta asamblea que apenas constituye un punto de partida para todo el proceso de reflexión y acción que ha de gestarse en el continente, respondiendo a la convocatoria del Papa Francisco y de la realidad de nuestros pueblos a vivir en sinodalidad, a ser parte activa de la vida de la Iglesia como corresponsables y desde los aportes lo que implica construir entre todos. Tomando como punto de referencia el proceso de escucha, el doctor en economía resaltó los esfuerzos del CELAM para implementar esta metodología que apeló al uso de diversas plataformas virtuales con el fin de ampliar la participación e inclusión de diversos colectivos.
Las cifras de un proceso
Al respecto enumeró los datos estadísticos del proceso de consulta desarrollado entre los meses de abril y agosto que alcanzó una participación directa de cerca de 70.000 personas de todo el continente, 47.000 de ellas accedieron a espacios comunitarios diversos; 8.500 hicieron aportes personales y 14.000 participaron en espacios de reflexión como foros temáticos que propusieron los temas más amplios y diversos. Los resultados de esta fase se convirtieron en materia de análisis para lo que después del proceso de discernimiento comunitario se presentarían como desafíos pastorales para la Iglesia en América Latina y el Caribe.
Paralelo a este trabajo, el artículo describe la organización de la Asamblea Eclesial en la que se congregaron unas mil personas, de los cuales 200 eran obispos, 200 sacerdotes y diáconos, 200 religiosas y religiosos, además de 400 laicos y personas en situaciones de exclusión. La mayoría hizo presencia de forma virtual.
Igualmente, el autor recordó que la fase celebrativa de la Asamblea, se caracterizó por tener un lema especial y una serie de actividades, exposiciones y foros siempre acompañados de momentos de oración y celebración Eucarística. Para la ejecución de dicho trabajo fue efectiva la misión de los denominados grupos de discernimiento comunitario que a través del diálogo facilitaron el intercambio de experiencias desde diferentes puntos del continente a través del encuentro virtual de los miembros de la Asamblea, tanto los que asistieron presencialmente a la Casa Lago, como quienes se conectaron desde diversos rincones del continente.
Una verdadera experiencia sinodal
Cada experiencia compartida enriqueció tanto el trabajo de la Asamblea como a la Iglesia misma, que halló complemento en el trabajo de síntesis liderado desde la Secretaría General facilitando el proceso necesario para llegar a conclusiones comunes al final de la Asamblea.
Otro de los aspectos que se destaca en el artículo es que la realidad de la Iglesia Latinoamericana y caribeña tuvo su espacio en los bloques de testimonios, porque solo al sentir los sufrimientos, esperanzas y anhelos de las comunidades se logra entender el sentido profundo de la sinodalidad. De la misma forma, la realización de paneles diarios contribuyeron a profundizar temas sobre grupos poblacionales específicos y la misión de la Iglesia en cada uno de ellos de la mano de consagrados y laicos.
Además de estos datos preponderantes que dan cuenta de la importancia de la Asamblea Eclesial resulta de mayor relevancia la consideración que hace el columnista sobre la experiencia allí vivida “La Asamblea ha sido vivida, como ‘una verdadera experiencia de sinodalidad, en la escucha mutua y en el discernimiento comunitario de lo que el Espíritu quiere decir a su Iglesia” que no desconoce la “poliédrica diversidad”, además porque los participantes de la Asamblea volvieron sus ojos hacia las realidades que vive el continente, en sus dolores y esperanzas.
Entre los desafíos destaca la urgencia de “la promoción de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural” y los dolores “de los más pobres y vulnerables que sufren el flagelo de la miseria y las injusticias”; también “el grito de la destrucción de la casa común” y la “’cultura del descarte’ que afecta sobre todo a las mujeres, los migrantes y refugiados, los ancianos, los pueblos originarios y afrodescendientes”.
Desafíos y tareas
Si bien el autor es claro al explicar que no dejan de doler los pecados intraeclesiales, como “el clericalismo y el autoritarismo en las relaciones, que lleva a la exclusión de los laicos, de manera especial a las mujeres en las instancias de discernimiento y toma de decisiones sobre la misión de la Iglesia, constituyendo un gran obstáculo para la sinodalidad”. Es claro al explicar que también existen esperanzas nacidas de “la presencia de los signos del Reino de Dios, que llevan por caminos nuevos a la escucha y al discernimiento”. El camino se plantea como “un significativo espacio de encuentro y apertura para la transformación de estructuras eclesiales y sociales que permitan renovar el impulso misionero y la cercanía con los más pobres y excluidos”.
Como lo señala el artículo la Asamblea de América Latina y El Caribe culminó con un mensaje al Pueblo de Dios del continente. Después de una semana de trabajo, quedó una lista de doce puntos con los principales desafíos que enfrenta la Iglesia del continente, lo que sin lugar a dudas marca el camino de la Iglesia continental. Preocupaciones concretas como “la falta de profetismo y la solidaridad efectiva con los más pobres y vulnerables”, seguirán siendo retos como el deseo de mantenerse firme en el compromiso de seguir reavivando el espíritu de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Aparecida (2007), y mantener el horizonte fijo en el Jubileo Guadalupano en 2031 y el Jubileo de la Redención en 2033.
Por ahora el proceso continuará durante los próximos meses con Asambleas Eclesiales por países para conectar el camino sinodal iniciado en octubre y mayo se esperan que la Asamblea de CELAM sostenga una reunión extraordinaria con el find e articular todo lo vivido con le proceso de renovación y reestructuración que viene adelantando durante los últimos dos años.
El desafío de la realidad
En el mensaje final de la Asamblea Eclesial se presentó un listado de 12 puntos que dejan claros los principales desafíos que enfrenta la Iglesia del continente. Entre ellos:
- Reconocer y valorar el protagonismo de los jóvenes en la comunidad eclesial y en la sociedad como agentes de transformación.
- Acompañar a las víctimas de las injusticias sociales y eclesiales con procesos de reconocimiento y reparación.
- Impulsar la participación activa de las mujeres en los ministerios, las instancias de gobierno, de discernimiento y decisión eclesial.
- Promover y defender la dignidad de la vida y de la persona humana desde su concepción hasta la muerte natural.
- Incrementar la formación en la sinodalidad para erradicar el clericalismo.
- Promover la participación de los laicos en espacios de transformación cultural, político, social y eclesial.
- Escuchar el clamor de los pobres, excluidos y descartados.
- Reformar los itinerarios formativos de los seminarios incluyendo temáticas como ecología integral, pueblos originarios, inculturación e interculturalidad y pensamiento social de la Iglesia.
- Renovar, a la luz de la Palabra de Dios y el Vaticano II, nuestro concepto y experiencia de Iglesia Pueblo de Dios, en comunión con la riqueza de su ministerialidad, que evite el clericalismo y favorezca la conversión pastoral.
- Reafirmar y dar prioridad a una ecología integral en nuestras comunidades, a partir de los cuatro sueños de Querida Amazonia.
- Propiciar el encuentro personal con Jesucristo encarnado en la realidad del continente.
- Acompañar a los pueblos originarios y afrodescendientes en la defensa de la vida, la tierra y las culturas.