“Estamos llamados a promover juntos la cultura del encuentro. ¡Armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo! Enseñémosles a librar el buen combate de la cultura del encuentro”, recordó el Papa Francisco remitiendo a Fratelli Tutti.
Hoy, 18 de noviembre de 2021, el Santo Padre ha recibido en audiencia a los miembros de la Academia de Suecia. En su discurso, el Papa resaltó la palabra “diálogo” empleada en la intervención del presidente de la institución e insistió en que la crisis de la pandemia ha puesto a prueba “nuestra capacidad de diálogo con los demás”. Un aspecto que se debe sin duda, “a los largos periodos de confinamiento y al hecho de que toda la experiencia de la pandemia ha afectado profundamente a las personas, a menudo de forma inconsciente”.
Práctica del encuentro y del diálogo
Del mismo modo, Francisco asegura compartir el punto de vista del presidente de la Academia de que “en tiempos de crisis, cualquier pequeño paso que pueda acercar a los seres humanos entre sí es de suma importancia”. Así, práctica cotidiana del encuentro y del diálogo es “un ‘estilo’ de vida que no da lugar a titulares, pero que ayuda a la comunidad humana a avanzar y a crecer en la amistad social”.
El Pontífice resalta también que “diálogo no es sinónimo de relativismo” y que la sociedad es “tanto más noble cuanto que cultiva la búsqueda de la verdad y se arraiga en las verdades fundamentales (cf. Fratelli Tutti, 206-207), y sobre todo cuando reconoce que ‘todo ser humano posee una dignidad inalienable’”.
A continuación, sigue el texto completo del discurso del Papa Francisco, ofrecido por la Oficina de Prensa de la Santa Sede y traducido por Exaudi.
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Discurso del Santo Padre
Distinguidas señoras y señores,
Me complace reunirme una vez más con ustedes, los miembros de la Academia Sueca. Agradezco al Presidente su amable presentación y, sobre todo, que haya subrayado la palabra “diálogo” en su intervención.
Estoy seguro de que ustedes también han observado que la prolongada crisis de la pandemia ha puesto a prueba nuestra capacidad de diálogo con los demás. Esto se debe, sin duda, a los largos periodos de confinamiento y al hecho de que toda la experiencia de la pandemia ha afectado profundamente a las personas, a menudo de forma inconsciente. Nos encontramos un poco más alejados de los demás, un poco más reservados, quizás más vigilantes, o simplemente menos inclinados a unirnos con otros, a trabajar codo con codo, con la satisfacción y el esfuerzo que nace de construir algo juntos. Es importante reconocer esta situación, que amenaza a cada uno de nosotros como personas, ya que disminuye nuestra capacidad de relación, y empobrece la sociedad y el mundo que nos rodea. También se corre el riesgo de hacer el juego, sin saberlo, a la cultura de la indiferencia.
Estoy seguro de que, desde tu punto de vista privilegiado, compartes esta preocupación. Por tanto, estoy totalmente de acuerdo con su propia observación, señor Presidente, de que “en tiempos de crisis, cualquier pequeño paso que pueda acercar a los seres humanos entre sí es de suma importancia”. Es la práctica cotidiana del encuentro y del diálogo: un “estilo” de vida que no da lugar a titulares, pero que ayuda a la comunidad humana a avanzar y a crecer en la amistad social. Desarrollé este tema en el sexto capítulo de la Encíclica Fratelli Tutti, titulado: El diálogo y la amistad en la sociedad (números 198-224).
Con vosotros, los miembros de la Academia, que, por así decirlo, “tenéis el pulso” de la cultura contemporánea y otorgáis los prestigiosos premios Nobel, deseo compartir este tema del diálogo social como camino real hacia una nueva cultura. El crecimiento omnipresente de los medios de comunicación social corre el riesgo de sustituir el diálogo por un cúmulo de monólogos, a menudo de tono agresivo (cf. Fratelli Tutti, 200). El diálogo social, en cambio, “implica la capacidad de respetar el punto de vista del otro” (ibíd., 203) con sinceridad y sin engaños.
El diálogo no es sinónimo de relativismo. En efecto, la sociedad es tanto más noble cuanto que cultiva la búsqueda de la verdad y se arraiga en las verdades fundamentales (cf. Fratelli Tutti, 206-207), y sobre todo cuando reconoce que “todo ser humano posee una dignidad inalienable” (ibíd., 213). Creyentes y no creyentes pueden estar de acuerdo con este principio.
Sobre esta base, estamos llamados a promover juntos la cultura del encuentro. “¡Armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo! Enseñémosles a librar el buen combate de la cultura del encuentro” (Fratelli Tutti, 217).
Señoras y señores, les agradezco de nuevo su visita. Que Dios les bendiga a ustedes y a su trabajo, a sus familias y a su país.