El Papa Francisco envía un mensaje a los participantes del encuentro online “Nuestro Amor Cotidiano”, promovido por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, la diócesis de Roma y el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II en el quinto aniversario de la publicación de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, con motivo de la apertura del Año “Familia Amoris Laetitia”, convocado por el Papa el pasado 27 de diciembre y que concluirá el 26 de junio de 2022 con el X Encuentro Mundial de las Familias en Roma.
En sus palabras, el Santo Padre indica que, en este lustro que ha pasado desde su publicación, “Amoris laetitia ha trazado el inicio de un camino que busca favorecer un nuevo enfoque pastoral de la realidad familiar”. La intención principal de este Documento “es comunicar, en un tiempo y una cultura profundamente cambiados, que hoy es necesaria una nueva mirada a la familia por parte de la Iglesia: no basta con reiterar el valor y la importancia de la doctrina, si no nos convertimos en custodios de la belleza de la familia y si no cuidamos con compasión su fragilidad y sus heridas”. “Estos dos aspectos son el corazón de toda pastoral familiar: la franqueza del anuncio evangélico y la ternura del acompañamiento”, señala.
Anuncio del Evangelio
Por un lado, prosigue Francisco, “anunciamos a las parejas, a los esposos y a las familias una Palabra que les ayuda a captar el auténtico sentido de su unión y de su amor, signo e imagen del amor trinitario y de la alianza entre Cristo y la Iglesia”. Se trata de una Palabra “exigente, que quiere liberar las relaciones humanas de la esclavitud que a menudo desfigura su rostro y las hace inestables: la dictadura de las emociones, la exaltación de lo provisional que desalienta los compromisos de por vida, el predominio del individualismo, el miedo al futuro”.
No obstante, frente a estas dificultades, “la Iglesia reafirma a los esposos cristianos el valor del matrimonio como proyecto de Dios, como fruto de su gracia y como llamada a ser vivida con totalidad, fidelidad y gratuidad”. Este es “el camino para que las relaciones, incluso a través de un recorrido marcado por los fracasos, las caídas y los cambios, se abran a la plenitud de la alegría y la realización humana y se conviertan en un fermento de fraternidad y amor en la sociedad”.
Por otro lado, prosigue, “esta proclamación no puede ni debe darse nunca desde arriba o desde fuera”. La Iglesia “está encarnada en la realidad histórica como lo estuvo su Maestro, e incluso cuando anuncia el Evangelio de la familia lo hace sumergiéndose en la vida real, conociendo de cerca las labores cotidianas de los esposos y de los padres, sus problemas, sus sufrimientos, todas esas pequeñas y grandes situaciones que pesan y a veces obstaculizan su camino”, pues “este es el contexto concreto en el que se vive el amor cotidiano”.
Acompañamiento y lenguaje de amor
“Un Evangelio que se propone como una doctrina caída de lo alto y no entra en la ‘carne’ de esta vida cotidiana, corre el riesgo de quedarse en una bella teoría y, a veces, de ser vivido como una obligación moral”, apunta el Pontífice. Asimismo, habla de anunciar el Evangelio “acompañando a las personas y poniéndonos al servicio de su felicidad”, de este modo, “podemos ayudar a las familias a caminar de una manera que responda a su vocación y misión, conscientes de la belleza de los vínculos y de su fundamento en el amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo”.
El Obispo de Roma describe que cuando la familia vive “bajo el signo de esta Comunión divina, que he querido explicitar en sus aspectos existenciales en Amoris laetitia”, se convierte en “palabra viva de Dios Amor, hablada al mundo y para el mundo”. La gramática de las relaciones familiares “es la vía por la que se transmite el lenguaje del amor, que da sentido a la vida y calidad humana a toda relación”.
Se trata de un lenguaje hecho no sólo de palabras, “sino también de formas de ser, de cómo hablamos, de las miradas, gestos, tiempos y espacios de nuestra relación con los demás. Los matrimonios lo saben bien, los padres y los hijos lo aprenden a diario en esta escuela de amor que es la familia”. En ella también tiene lugar la transmisión de la fe entre generaciones: “pasa precisamente a través del lenguaje de las buenas y sanas relaciones que se viven en la familia cada día, especialmente al afrontar juntos los conflictos y las dificultades”.
Apoyar a la familia
Igualmente, el Sucesor de Pedro resalta que, en estos tiempos de pandemia, de penurias psicológicas, económicas y sanitarias: “los lazos familiares han sido y siguen siendo severamente puestos a prueba”, pero, al mismo tiempo, “siguen siendo el punto de referencia más firme, el apoyo más fuerte, la guarnición insustituible para la estabilidad de toda la comunidad humana y social”.
Por todo ello, el Papa Francisco pide apoyo para la familia: “Defendámosla de lo que compromete su belleza. Acerquémonos a este misterio del amor con asombro, discreción y ternura. Y comprometámonos a salvaguardar sus preciosos y delicados vínculos: hijos, padres, abuelos… Necesitamos estos vínculos para vivir y vivir bien, para hacer la humanidad más fraterna”.
A continuación, sigue el mensaje completo del Santo Padre, traducido por Exaudi a partir de la versión en italiano proporcionada por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
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Mensaje del Santo Padre a los participantes en el congreso en línea “Nuestro Amor cotidiano” para la apertura del Año “Familia ‘Amoris laetitia‘”
¡Queridos hermanos y hermanas!
Os saludo a todos los que participáis en el Congreso de Estudio sobre “Nuestro amor cotidiano”. Mi pensamiento se dirige en particular al Cardenal Kevin Joseph Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, al cardenal Angelo De Donatis, vicario de la diócesis de Roma, y a monseñor Vincenzo Paglia, gran canciller del Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia.
Hace cinco años se promulgó la Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia sobre la belleza y la alegría del amor conyugal y familiar. En este aniversario os he invitado a vivir un año de relectura del Documento y de reflexión sobre el tema, hasta la celebración de la X Jornada Mundial de las Familias que, si Dios quiere, tendrá lugar en Roma el 26 de junio de 2022. Os agradezco las iniciativas que han emprendido con este fin y la contribución que cada uno de ustedes ofrece en su propio ámbito de trabajo.
En este lustro, Amoris laetitia ha trazado el inicio de un camino que busca favorecer un nuevo enfoque pastoral de la realidad familiar. La intención principal del Documento es comunicar, en un tiempo y una cultura profundamente cambiados, que hoy es necesaria una nueva mirada a la familia por parte de la Iglesia: no basta con reiterar el valor y la importancia de la doctrina, si no nos convertimos en custodios de la belleza de la familia y si no cuidamos con compasión su fragilidad y sus heridas.
Estos dos aspectos son el corazón de toda pastoral familiar: la franqueza del anuncio evangélico y la ternura del acompañamiento.
Por un lado, anunciamos a las parejas, a los esposos y a las familias una Palabra que les ayuda a captar el auténtico sentido de su unión y de su amor, signo e imagen del amor trinitario y de la alianza entre Cristo y la Iglesia. Es la Palabra siempre nueva del Evangelio, de la que puede tomar forma toda doctrina, incluida la de la familia. Y es una Palabra exigente, que quiere liberar las relaciones humanas de la esclavitud que a menudo desfigura su rostro y las hace inestables: la dictadura de las emociones, la exaltación de lo provisional que desalienta los compromisos de por vida, el predominio del individualismo, el miedo al futuro. Frente a estas dificultades, la Iglesia reafirma a los esposos cristianos el valor del matrimonio como proyecto de Dios, como fruto de su gracia y como llamada a ser vivida con totalidad, fidelidad y gratuidad. Este es el camino para que las relaciones, incluso a través de un recorrido marcado por los fracasos, las caídas y los cambios, se abran a la plenitud de la alegría y la realización humana y se conviertan en un fermento de fraternidad y amor en la sociedad.
Por otra parte, esta proclamación no puede ni debe darse nunca desde arriba o desde fuera. La Iglesia está encarnada en la realidad histórica como lo estuvo su Maestro, e incluso cuando anuncia el Evangelio de la familia lo hace sumergiéndose en la vida real, conociendo de cerca las labores cotidianas de los esposos y de los padres, sus problemas, sus sufrimientos, todas esas pequeñas y grandes situaciones que pesan y a veces obstaculizan su camino. Este es el contexto concreto en el que se vive el amor cotidiano.
Así habéis titulado vuestra Conferencia: “Nuestro amor cotidiano”. Se trata de una elección importante. Se trata del amor generado por la sencillez y el trabajo silencioso de la vida de pareja, por ese trabajo cotidiano y a veces agotador que llevan a cabo los cónyuges, las madres, los padres y los hijos. Un Evangelio que se propone como una doctrina caída de lo alto y no entra en la “carne” de esta vida cotidiana, corre el riesgo de quedarse en una bella teoría y, a veces, de ser vivido como una obligación moral. Estamos llamados a acompañar, a escuchar, a bendecir el camino de las familias; no sólo a trazar la dirección, sino a hacer el camino con ellas; a entrar en los hogares con discreción y con amor, para decir a los esposos: la Iglesia está con vosotros, el Señor está cerca de vosotros, queremos ayudaros a conservar el don que habéis recibido.
Anunciar el Evangelio acompañando a las personas y poniéndonos al servicio de su felicidad: de este modo podemos ayudar a las familias a caminar de una manera que responda a su vocación y misión, conscientes de la belleza de los vínculos y de su fundamento en el amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Cuando la familia vive bajo el signo de esta Comunión divina, que he querido explicitar en sus aspectos existenciales en Amoris laetitia, entonces se convierte en palabra viva de Dios Amor, hablada al mundo y para el mundo. En efecto, la gramática de las relaciones familiares -es decir, de la conyugalidad, de la maternidad, de la paternidad, de la filialidad y de la fraternidad- es la vía por la que se transmite el lenguaje del amor, que da sentido a la vida y calidad humana a toda relación.
Se trata de un lenguaje hecho no sólo de palabras, sino también de formas de ser, de cómo hablamos, de las miradas, gestos, tiempos y espacios de nuestra relación con los demás. Los matrimonios lo saben bien, los padres y los hijos lo aprenden a diario en esta escuela de amor que es la familia. Aquí también tiene lugar la transmisión de la fe entre generaciones: pasa precisamente a través del lenguaje de las buenas y sanas relaciones que se viven en la familia cada día, especialmente al afrontar juntos los conflictos y las dificultades.
En este tiempo de pandemia, en medio de tantas penurias tanto psicológicas como económicas y sanitarias, todo esto se ha puesto de manifiesto: los lazos familiares han sido y siguen siendo severamente puestos a prueba, pero al mismo tiempo siguen siendo el punto de referencia más firme, el apoyo más fuerte, la guarnición insustituible para la estabilidad de toda la comunidad humana y social.
¡Así que apoyemos a la familia! Defendámosla de lo que compromete su belleza. Acerquémonos a este misterio del amor con asombro, discreción y ternura. Y comprometámonos a salvaguardar sus preciosos y delicados vínculos: hijos, padres, abuelos… Necesitamos estos vínculos para vivir y vivir bien, para hacer la humanidad más fraterna.
Por tanto, el año dedicado a la familia, que comienza hoy, será un momento propicio para continuar nuestra reflexión sobre Amoris laetitia. Y por ello os doy las gracias de todo corazón, sabiendo que el Instituto Juan Pablo II puede contribuir de muchas maneras, en diálogo con otras instituciones académicas y pastorales, al desarrollo de la atención humana, espiritual y pastoral en apoyo de la familia. A la Sagrada Familia de Nazaret os encomiendo a vosotros y a vuestro trabajo; y os pido que hagáis lo mismo conmigo y con mi ministerio.
Roma, San Juan de Letrán, 19 marzo 2021
Solemnidad de San José, inicio del Año de la Familia Amoris Laetitia
FRANCISCO