El dinero también tuvo su encanto para Jorge Mario Bergoglio, al menos cuando era niño. Así lo reveló el propio Papa Francisco durante la esperada entrevista que concedió a Fabio Fazio el domingo por la noche durante el programa Che tempo che fa de Rai 3. Una larga entrevista en la que, junto a las conocidas posiciones del Pontífice, surgieron algunos detalles más íntimos y personales, como cuando habló del misterio del sufrimiento de los niños.
En particular, cuando el presentador le preguntó qué le hubiera gustado ser de niño, el Santo Padre reveló: “Un carnicero. Porque cuando iba de compras con mi madre y mi abuela, veía que ella tenía una bolsa (un delantal, ndr.) donde ponía el dinero. Y cuando me preguntaron qué quería ser de mayor, respondí: “Un carnicero, porque tiene mucho dinero”. El Papa también bromeó sobre sus orígenes: “Esto es un poco del espíritu genovés que heredé de mi madre. Los piamonteses también son un poco apegados al dinero, pero lo disimulan mejor…”.
Sentido del humor
Si el humor es una característica general de los jesuitas, Francisco ciertamente no carece de él. No es casualidad que lo definiese como “una medicina. Rezo para tener sentido del humor, que te hace alegre, te hace relativizar las cosas, te hace mucho bien”. El Papa también confirmó que no ve la televisión, salvo para cosas puntuales, especialmente las noticias (“un accidente de avión, las torres gemelas…”). Una inspiración, una renuncia que sentía que debía a Dios.
Pero el Pontífice no se siente ciertamente como un superhéroe. Cuando Fazio le preguntó cómo se las arregla para soportar el peso de su oficina, el Sucesor de Pedro respondió: “No soy un campeón de levantamiento de pesas, no soporto tanto”. Especialmente “cuando se compara con tantas familias que luchan por pagar sus facturas, por llegar a fin de mes… Y no estoy solo, tengo mucha gente que me ayuda”, apuntó, citando a los obispos y al personal de la Curia.
Amistad
Otro detalle íntimo, la importancia de la amistad. ¿Tiene amigos el Papa? Pocos pero imprescindibles. Y sobre todo, “verdaderos. Necesito amigos. Por eso no me fui a vivir al palacio papal. Los papas que me precedieron eran santos, yo no soy tan santo, no podría haberlo hecho. Aquí hablo con alguien, hago amigos… Me gusta vivir con otras personas”.
El sufrimiento de los niños
Después el Papa reveló algo muy humano: no entiende, como nadie puede hacerlo, el sufrimiento de los niños. “Pero, ¿es Dios malo? No. Dios es omnipotente, pero en el amor. La destrucción está en manos de otro, que siempre ha sembrado división y destrucción. Dios siempre nos acompaña, pero luego nos deja libres. Dios es fuerte en el amor. Cuando veo a los niños sufrir me pregunto: ¿por qué? No hay respuesta. Tengo fe, trato de amar a Dios que es mi padre, pero no tengo respuesta. La única manera, ante este sufrimiento, es sufrir con ellos”. Un misterio que no podemos comprender.
Las guerras
En el transcurso de la entrevista, el Santo Padre tocó muchos temas, reiterando posiciones ya conocidas. En primer lugar, la guerra, que describió como “un sinsentido de la creación”. Un problema ligado a la migración: “Hay un problema de categorización, de primer y segundo lugar, y las guerras, lamento decirlo, están en primer lugar en este momento. Los niños, los emigrantes, los pobres, los que no tienen para comer no cuentan, están en las categorías inferiores, no están en primer lugar. En el imaginario universal lo que cuenta es la guerra. Con un año sin fabricar armas se puede alimentar y educar a todo el mundo de forma gratuita, pero esto queda en segundo plano. Se piensa en las guerras, es duro, pero es la verdad”.
Y de nuevo la relación con la tierra, la relación entre padres e hijos, el chismorreo. Y la curiosidad relacionada con la música. El Papa confirmó que cuando fue a la tienda de discos recientemente, no lo hizo para comprar sino para bendecir el local, propiedad de viejos amigos. “Estaba oscuro, era de noche, y fui a bendecir la nueva tienda. Había allí un periodista (Javier Martínez Brocal, director de Rome Reports, ndr) que estaba esperando a un amigo, y la noticia salió…’. También reiteró su pasión por el tango: “Yo también lo he bailado: un porteño (habitante de Buenos Aires, ndr) que no baila el tango no es un porteño…”.
El derecho al perdón
En cuanto a temas más eclesiásticos, el Papa habló del perdón, de la oración y de los retos a los que se enfrenta la Iglesia. “Digo algo que puede ser escandaloso, pero hay un derecho humano al perdón”, dijo el Pontífice. “Dios nos hizo buenos pero libres. Somos libres y dueños de tomar nuestras propias decisiones, incluso las equivocadas. La capacidad de ser perdonado es un derecho humano, todos tenemos derecho a ser perdonados si pedimos perdón. Si uno tiene alguna deuda con la sociedad, debe pagarla, pero con el perdón.
Oración
¿Qué es la oración? Para el Papa Francisco, “es lo que hace un niño cuando llama a su padre y a su madre: reconoce sus propios límites. Dios es padre, y le llamamos papá. Cuando te acostumbras a llamar a Dios papá, lo estás haciendo bien. Si crees que Dios es el que quiere quemarte en el infierno, que no se preocupa por ti, entonces tu religión es una superstición. Los niños pasan por la edad del por qué. Sin embargo, si nos fijamos bien, el niño ni siquiera espera una respuesta: lo que quiere es la mirada de su padre y de su madre, porque eso le da seguridad. Rezar es esto”.
La mundanidad espiritual
Sobre el futuro de la Iglesia, Francisco se refirió a la exhortación de San Pablo VI Evangelii Nuntiandi. También dijo que su exhortación Evangelii Gaudium, en este sentido, “no es muy original. Es un plagio de la Evangelii Nuntiandi y de Aparecida” (el documento de la Conferencia Episcopal Latinoamericana, del que Bergoglio fue uno de los protagonistas, ndr). El futuro de la Iglesia reside en esa visión. ¿Y los riesgos? El Santo Padre reiteró que “el mayor mal de la Iglesia es la mundanidad espiritual. Es lo peor que le puede pasar a la Iglesia, incluso peor que los Papas libertinos. El clericalismo genera rigidez, y debajo de toda rigidez hay podredumbre. La mundanidad espiritual engendra un clericalismo que conduce a posiciones rígidas, donde la ideología sustituye al Evangelio. El clericalismo es una perversión de la Iglesia”.
El Pontífice concluyó pidiendo una vez más que recen por él, o al menos, que quienes no saben, no quieren o no pueden rezar, le envíen “pensamientos positivos”. Y para pedir la limosna de la oración, citó la película de Vittorio De Sica Milagro en Milán, en la que hacía de adivino y leía la palma de la mano: “100 liras, 100 oraciones”. Al fin y al cabo, esto también es humor.