La Madre Teresa de Calcuta nos dejó un legado de amor y servicio que sigue inspirando a generaciones. En su reflexión titulada Amor incondicional, nos recuerda que, a pesar de las dificultades y las injusticias del mundo, debemos continuar haciendo el bien sin esperar recompensa.
Hacer el bien, a pesar de todo
Las personas pueden ser irrazonables e inconsecuentes, pero aun así, debemos amarlas. Si hacemos el bien, tal vez nos acusen de tener motivos ocultos, pero eso no debe detenernos. Si logramos el éxito, atraeremos tanto amigos falsos como enemigos verdaderos, pero debemos seguir luchando. Lo bueno que hagamos hoy puede ser olvidado mañana, pero aun así, debemos hacerlo. La sinceridad y la franqueza nos hacen vulnerables, pero debemos ser sinceros y francos de todos modos.
La Madre Teresa nos desafía a construir y ayudar, incluso si nuestras obras pueden ser destruidas en una noche o si quienes reciben nuestra ayuda se enojan con nosotros. Nos invita a dar lo mejor de nosotros mismos, aun cuando el mundo nos golpee. Porque Dios, que conoce nuestras debilidades, nos ama de todos modos.
Un amor que trasciende el tiempo
Esta enseñanza nos lleva a reflexionar sobre la importancia de nuestras acciones y su impacto a lo largo del tiempo. Los misioneros que construyeron conventos y misiones sabían que su legado no estaba garantizado, pero aun así trabajaron con fe. Lo mismo sucede con nuestras obras: su duración no depende de nosotros, sino de factores externos y, sobre todo, de la voluntad de Dios.
Como dice la Madre Teresa: «Amar hasta que duela». Amar sin condiciones, hacer el bien sin esperar recompensas, construir sin miedo a la destrucción. Este es el camino que se nos propone, y en él encontramos la verdadera grandeza del amor cristiano.
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