Amor al Papa
El poder de la oración y el sacrificio: una muestra de amor filial al Papa

Estos días la enfermedad del Papa Francisco ha llevado a que en todo el orbe se rece por él y también a que el amor al Romano Pontífice aumente.
San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, decía: amad mucho al Padre Santo, rezad mucho por el Papa, queredle mucho, queredle mucho, porque necesita el cariño de sus hijos. El Papa ha de saber que se le quiere mucho.
En concreto, todos nosotros, por amor al Papa Francisco, podemos ofrecer oraciones, tiempo de trabajo y pequeñas mortificaciones.
Me parece vienen como anillo al dedo algunas breves consideraciones extraídas del libro divulgativo y científico que, en este mes de febrero he publicado en Amazon: “Biografía del sacerdote claretiano José Mª Solé Romá: UN INMENSO AMOR AL ROMANO PONTÍFICE”. Pues, como dice Monseñor Jaume Pujol, arzobispo emérito de Tarragona, en su introducción: “Mn. Josep Mª ha subrayado especialmente que el Padre Solé quiso mucho al Papa, ofreciéndole, por amor, sus dolores como un sacrificio que duró casi once años. Estoy seguro de que esto motivará a muchos fieles a querer más al Vicario de Cristo”.
Desde el 10 de mayo de 1981 el P. Solé padecía continuos y grandes dolores, causados por una bala que le había partido un nervio en dos. Pero, al enterarse del sufrimiento del Papa Juan Pablo II, que tres días después sufrió un atentado, ofreció sus dolores por el Vicario de Cristo. Estaba tan contento de poder ayudar al Papa con el ofrecimiento de su sufrimiento que, aunque a él le hubiesen podido quitar los dolores, no lo habría querido. Ayudar al que santa Catalina de Siena llama el dulce Cristo en la tierra, le era un gran ideal, un ideal hermosísimo que llenaba su corazón y hacía brillar sus ojos. Llevar esta fuerte cruz sobre sus espaldas, y con este garbo, duró diez años y once meses. Las religiosas de un precioso vergel, el monasterio de las Mínimas de Valls (Tarragona), manifiestan lo alto que llevaba la cruz: el P. Solé estaba “alegre y jovial, como si su brazo fuera de otra persona … Siempre con la sonrisa en los labios … parecía un ángel”.
¿Cómo puede estar tan contenta una persona que sufre tanto? La explicación es clara, y sencilla, límpida y transparente como el agua más pura: es dulce sufrir por el padre al que uno ama con todo el corazón.
La consecuencia de esto es clara, si el P. Solé pudo llevar una cruz tan grande por amor al que hace en la tierra las veces de Cristo, también nosotros podemos poner empeño en rezar por el Sumo Pontífice. Si el P. Solé, se mantuvo en esta actitud esforzada durante casi once años, también nosotros podemos ayudar al Papa diariamente con la oración, incluso si su enfermedad dura muchos días. Es grande el valor de la perseverancia.
La experiencia del P. Solé pone también delante de nuestros ojos algo que es el presupuesto de su actitud. Esto es, la cruz que una persona lleva, aunque pesa, le pesará menos si es llevada por más personas, por más hombros. Es el dogma de la comunión de los santos. ¡La oración por los demás puede mucho!
Todos hemos oído las palabras del Papa Francisco, pronunciadas a duras penas, agradeciendo las oraciones, sabiéndose reconfortado por las peticiones de tantos hijos. ¡Un gesto realmente hermoso y emocionante!
En definitiva, la enfermedad del Papa Francisco permite a nuestras almas levantar el vuelo del canto del amor filial, compuesto de oraciones y pequeños sacrificios. ¡Una hermosa hoguera de amor que ha de levantarse de todos los puntos de la tierra! Así, el Papa, en medio de su enfermedad, se verá ¡el papá más querido de toda la tierra!
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