Las causas de los siervos de Dios Alberto Michelotti y Carlo Grisolia concluyeron su etapa diocesana el 8 de octubre de 2021. Una vez concluida la investigación, las actas serán enviadas a la Congregación para la Causa de los Santos, donde se iniciará la fase de estudio para el juicio definitivo, tras el cual, con la aprobación del Santo Padre, estos siervos de Dios podrán ser proclamados venerables.
Carlo y Alberto, jóvenes miembros del Movimiento de los Focolares, tuvieron dos vidas que terminaron prematuramente en 1980. Alberto falleció el 18 de agosto, al caerse durante una escalada en los Alpes Marítimos, mientras que casi al mismo tiempo se diagnosticó a Carlo un cáncer, que le llevaría a la muerte cuarenta días después de su amigo.
Alberto y Carlo vivieron una intensa historia de amistad entre ellos y con sus compañeros, sostenida por el ideal evangélico de un mundo unido y una fraternidad universal según la espiritualidad de Chiara Lubich, fundadora del Movimiento. En los años siguientes, el recuerdo y la admiración por estos jóvenes creció y se extendió una verdadera fama de santidad en su entorno.
Monseñor Marco Tasca, arzobispo de Génova, Italia, presidió la celebración de la Santa Misa de Acción de Gracias en la basílica de la Inmaculada Concepción de Génova a las 18:30 horas del 8 de octubre. Antes de comenzar la celebración eucarística, concedió esta entrevista en la que explicó lo que significa para él esta historia de amistad como camino de santidad y lo que representa este importante momento para la Iglesia de Génova.
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Monseñor Marco Tasca, ¿qué nos dicen hoy Alberto y Carlo?
Nos dicen que el hecho de que estemos aquí juntos para recordarlos es algo muy bonito, significa que dejaron su huella en la vida de muchas personas, lo que para mí es muy importante. Tras leer su historia en los últimos días, tras conocer sus vidas, me llamó la atención que su relación se basara en la amistad. Un valor que no creo que esté hoy en el centro de las relaciones interpersonales, mientras que Alberto y Carlo supieron ponerlo en la base de sus vidas. Estaban ocupados de la mañana a la noche con sus estudios y su vida social, pero uno de ellos solía decir ‘esta noche me gustaría ir a Misa, aunque esté muy cansado iré en busca de una Misa en la ciudad’.
Eran jóvenes que llevaban una vida muy normal, pero tenían esa chispa extra que les permitía realizar la síntesis de sus vidas con sólo veinte años. Estoy muy contento de estar aquí esta tarde, porque significa que la fe cristiana sigue siendo posible hoy, que vivir el Evangelio es posible, como atestiguan las vidas de estos dos jóvenes que estamos recordando.
¿Es hoy un día de celebración para la Iglesia genovesa?
¡Por supuesto! Es un día de gran alegría porque se trata de dos beatos que vivieron en esta ciudad y que encontraron aquí su camino en la fe y que dieron testimonio del Evangelio, pero hay que recordar que, si llegan a ser santos, serán santos para toda la Iglesia. Será un hermoso regalo que la Iglesia de Génova podrá hacer a toda la Iglesia católica, es decir, a la Iglesia universal, extendida por todo el mundo: será el testimonio y el ejemplo de dos jóvenes que siguieron seriamente el Evangelio, viviendo en la sencillez de una vida normal y que en la serenidad de la vida cotidiana pudieron ser un signo convincente de fidelidad a la palabra de Cristo. Eran personas que comunicaban su fe con su vida, lo cual es una gran gracia para todos nosotros.
Más allá de su elevación espiritual, Alberto y Carlo eran jóvenes comprometidos con los demás, con el barrio, con las asociaciones sociales para un objetivo común: llevar a todos el don del ideal evangélico de un mundo unido y de la fraternidad universal. ¿Cree que este aspecto es capaz de fascinar a muchos jóvenes hoy en día? ¿Por qué?
Hoy en día hay muchos jóvenes implicados en el trabajo social, aunque no hagan mucho ruido ni tengan mucha relevancia, pero conozco a muchos de estos jóvenes, llenos de interés y capaces de iniciativas, que se entregan para hacer por los demás. Esto es un signo maravilloso de la voluntad de nuestros jóvenes, de su deseo de darse, de su deseo de tener un gran ideal por el que luchar, es algo que atestigua su fuerza para decir «estoy aquí por alguien, no sólo por mí, y me ocupo de otra persona». Esto es lo que nos han enseñado hoy Alberto y Carlo, y muchos jóvenes continúan con este proyecto de vida.
¿Qué efecto tendrá esta devoción para nosotros? ¿Cómo podemos conseguir que estos ejemplos de vidas jóvenes que nos ofrece la Iglesia sean un recurso en el camino de la fe?
El hecho de que estemos aquí esta tarde es ya un gran recurso para la Iglesia. Estamos aquí para dar gracias al Señor por estos dos hermanos nuestros, dos cristianos que vivieron su fe con sencillez, con serenidad, pero que supieron ser relevantes, supieron captar el aspecto particular de sus vidas: uno amante de la montaña, el otro de la música. Realmente pudieron llevar la belleza de la vida cristiana, la alegría de ser cristianos, allí donde vivían, a través de la experiencia del Movimiento de los Focolares, cuyo encuentro fue una gran gracia para ellos. Hoy damos gracias al Señor porque en sus caminos (sabemos cómo murieron estos dos veinteañeros) fue capaz de hacernos captar una plenitud de vida y de testimonio en la muerte.
Hoy es un día importante para la Iglesia genovesa. ¿Cómo podemos acompañar el viaje que comienza hoy?
El viaje que hoy se inicia se acompaña en la medida en que podremos hablar de estos dos jóvenes y hacerlos hablar a los demás, a través de los amigos, de los conocidos, de los que vivieron con ellos, de los que tuvieron la gracia de compartir algo de su viaje terrenal. Esta noche estamos aquí para decir que debemos conocer a Alberto y a Carlo porque de sus experiencias podremos extraer un mensaje muy importante, no sólo para nosotros, sino para llevarlo a los demás. Sí, celebramos la Santa Misa, damos gracias al Señor por el cierre del proceso diocesano y la apertura de la fase romana; pero lo más importante es que estos dos jóvenes tienen algo que decir a todo el mundo, lo cual es un hermoso signo.