El Adviento, ese tiempo de espera y preparación para la Navidad, nos invita a reflexionar sobre el profundo significado de la escucha. En un mundo lleno de ruido y distracciones, donde se alza la voz de la soberbia y el egoísmo, este periodo litúrgico nos llama a cultivar una actitud humilde, receptiva y abierta a la Palabra de Dios, la intercesión de María y el ejemplo de San José.
El Reto de la Soberbia
La soberbia es un pecado que se caracteriza por la autosuficiencia, el querer estar por encima de los demás y, sobre todo, por no reconocer la necesidad de aprender o recibir de los otros. Este pecado nos aleja de la verdadera humildad, virtud que se refleja en nuestra capacidad de escuchar y aprender de los demás. En este sentido, el Adviento se presenta como un tiempo providencial para sanar esta debilidad del corazón humano.
La Escucha como Camino de Humildad
El Adviento nos invita a un proceso de purificación interior, de despojarnos de nuestras propias pretensiones para abrirnos a la escucha. Escuchar no solo es oír, sino también comprender, interiorizar y actuar según lo que recibimos. A través de la escucha, nos acercamos a Dios, quien en su infinito amor se hace presente en nuestras vidas a través de la Palabra.
Dios mismo nos habla en este tiempo, especialmente a través de las lecturas de la Misa, donde nos recuerda la promesa de salvación y nos prepara para recibir al Salvador. Escuchar la Palabra es un acto de humildad, pues implica reconocer que no tenemos todas las respuestas, que necesitamos de Él y de los demás para crecer en la fe.
Escuchar a María y a San José
En este tiempo de Adviento, el ejemplo de María y San José nos muestra cómo la escucha es también clave para nuestra vida cristiana. María, la Virgen Madre, nos enseña la importancia de escuchar con el corazón abierto a la voluntad de Dios. En su sí al Ángel, en su disposición a ser la Madre de Dios, María no solo escucha las palabras, sino que las guarda y medita en su corazón (Lc 2, 19). En este acto de escucha, María es un modelo de humildad y obediencia a Dios.
San José, por su parte, es un hombre silencioso pero profundamente atento a la voz de Dios. Su obediencia y humildad lo llevan a actuar según lo que escucha en sueños, protegiendo a María y al Niño Jesús. La escucha de San José, tanto en las palabras de los ángeles como en las circunstancias de la vida, lo convierte en un gran modelo de fe y servicio.
Escuchar a los demás: Una Práctica de Humildad
El Adviento también nos invita a escuchar a los demás. En un tiempo donde la individualidad y la arrogancia prevalecen, debemos aprender a abrirnos a las voces que nos rodean. Todos tenemos algo que enseñarnos, y el tiempo de Adviento es propicio para aprender de los demás, tanto de aquellos que nos apoyan en la fe como de aquellos que, aunque diferentes, nos ofrecen perspectivas que enriquecen nuestra visión del mundo.
Escuchar al prójimo es reconocer que la soberbia nos aleja de la verdadera fraternidad. Al abrirnos al otro, reconocemos su dignidad y su valor, y nos disponemos a servirles con humildad y amor. Este es el remedio a la soberbia: el reconocimiento de que no somos autosuficientes, que necesitamos a Dios y a nuestros hermanos.
El Adviento: Un Tiempo para Renovar la Escucha
La humildad que se nos pide en Adviento es una humildad que nos lleva a una escucha activa, que nos hace receptivos a las enseñanzas de Dios, a los consejos de María y San José, y a las voces de quienes nos rodean. En este tiempo de preparación, se nos invita a hacer un espacio en nuestro corazón para que la voz de Dios resuene con claridad. Solo en este espacio de silencio y apertura, podremos recibir la gracia de la Navidad, una gracia que transforma y nos llama a vivir en humildad.
Como nos recuerda el Papa Francisco, “la escucha es el primer paso hacia la unidad”. En este Adviento, que nuestra actitud sea la de aquellos que, como María, responden al llamado de Dios con un sí humilde, y como San José, están dispuestos a escuchar y actuar conforme a su voluntad. Solo así, podremos contrarrestar los efectos de la soberbia y permitir que el amor y la humildad transformen nuestras vidas, acercándonos cada vez más al misterio de la Encarnación.
Que este Adviento sea un tiempo de auténtica escucha, donde aprendamos de los demás, de María, de San José, y, sobre todo, de Dios, para caminar con humildad hacia el gran acontecimiento de la Navidad.