El Papa Francisco recordó los 4 verbos que resumen el compromiso de la Iglesia con los emigrantes y refugiados: “acoger, proteger o acompañar, promover e integrar. Todas las instituciones educativas están llamadas a ser lugares de acogida, de protección o acompañamiento, de promoción e integración para todos, sin excluir a nadie”.
En la mañana de hoy, miércoles 29 septiembre de 2022, el Santo Padre recibió en audiencia en el Vaticano a los participantes en la Conferencia Internacional sobre Refugiados y Migrantes promovida por la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Gregoriana, en colaboración con Refugiados y Migrantes Red de Educación (RME), la Fundación Ser la Bendición, en curso del 26 al 28 de septiembre de 2022 sobre el tema “Initiatives in Refugee & Migrant Education. Moving forward – Diving deeper – Together”.
Publicamos a continuación el discurso del Pontífice traducido por Exaudi.
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Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡bienvenidos!
Les doy la bienvenida al final del Congreso sobre “Iniciativas en la educación de refugiados y migrantes”. Agradezco al profesor Cernera las palabras con las que ha introducido esta reunión.
En su congreso, usted ha puesto en marcha una reflexión en torno a las necesidades de sus hermanos y hermanas migrantes, especialmente las de los más pequeños y las más jóvenes. Has escuchado su deseo de ir a la escuela y seguir estudiando, aunque sea desarraigados de sus tierras. Te felicito. Y me gustaría destacar la importancia de su contribución en tres áreas que son de su responsabilidad: la de la investigación, la de la enseñanza y la de la promoción social. Porque no basta con acoger a los inmigrantes, hay que acogerlos, acompañarlos, promoverlos e integrarlos. Cuatro pasos: acogida, acompañamiento, promoción e integración.
En cuanto a la investigación, creo que merece la pena seguir estudiando el llamado “derecho a no emigrar”. Es importante reflexionar sobre las causas de los flujos migratorios y las formas de violencia que empujan a las personas a marcharse a otros países. Me refiero, por supuesto, a los conflictos que devastan tantas regiones del mundo. Pero también me gustaría destacar otro tipo de violencia, que es el abuso de nuestra casa común. El planeta está debilitado por la sobreexplotación de sus recursos y desgastado por décadas de contaminación. Por ello, cada vez más personas se ven obligadas a abandonar sus tierras, que se han vuelto inhabitables. El mundo académico -en particular el católico- está llamado a desempeñar un papel de liderazgo para dar respuestas a los desafíos ecológicos. Basándose en datos científicos, puede ayudar a iluminar y orientar las decisiones de los gobernantes hacia un cuidado eficaz del hogar común.
En el ámbito de la educación, quiero agradecerles su compromiso con los programas destinados a fomentar la educación de los refugiados. Se ha hecho mucho, pero queda mucho por hacer. En este sentido, será importante seguir dando prioridad a los más vulnerables. La oferta de cursos para satisfacer sus necesidades, la organización de cursos de educación a distancia y la concesión de becas para permitirles trasladarse pueden ser eficaces en este sentido. Aprovechando la red académica internacional, las universidades también pueden facilitar el reconocimiento de las cualificaciones y competencias profesionales de los inmigrantes y refugiados, en beneficio de ellos mismos y de las sociedades de acogida.
Las escuelas y universidades son espacios privilegiados no sólo para la enseñanza, sino también para el encuentro y la integración. “Podemos madurar en humanidad y construir juntos un ‘nosotros’ mayor. En la disponibilidad recíproca se generan espacios de confrontación fructífera entre visiones y tradiciones diferentes, que abren la mente a nuevas perspectivas” (Mensaje para el Día Mundial del Migrante y del Refugiado 2022). Para responder adecuadamente a los nuevos retos migratorios, es necesario que los operadores y profesores que trabajan con inmigrantes y refugiados reciban una formación específica y profesional. Las universidades católicas están llamadas a formar a sus estudiantes, que mañana serán administradores, empresarios y creadores de cultura, en una lectura atenta del fenómeno migratorio, en una perspectiva de justicia global y de corresponsabilidad y comunión en la diversidad. Hay que promover encuentros significativos con los protagonistas, para que profesores y alumnos tengan la oportunidad de conocer las historias de hombres y mujeres migrantes, refugiados, desplazados o víctimas de la trata.
El campo de la promoción social considera que la universidad es una institución que interactúa con el contexto social en el que opera. Puede contribuir a identificar y sentar las bases para construir una sociedad intercultural, en la que las diversidades étnicas, lingüísticas y religiosas se consideren una ventaja y no un obstáculo para el futuro común. Además, las universidades son un escenario privilegiado para promover el voluntariado entre los jóvenes en favor de los refugiados, solicitantes de asilo y migrantes vulnerables.
Con motivo del Día Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebró el pasado domingo, invité a todos a comprometerse en la construcción del futuro con los migrantes. De hecho, “la historia nos enseña que la contribución de los inmigrantes y refugiados ha sido fundamental para el crecimiento social y económico de nuestras sociedades. Y así sigue siendo hoy. Su trabajo, su capacidad de sacrificio, su juventud y su entusiasmo enriquecen a las comunidades que los acogen. Pero esta contribución podría ser mucho mayor si se aprovechara y apoyara a través de programas específicos. Es un potencial enorme, listo para expresarse, si se le da la oportunidad” (ibíd.).
Queridos amigos, el trabajo que realizáis en estos grandes ámbitos -investigación, enseñanza y promoción social- encuentra sus coordenadas en los cuatro verbos que resumen el compromiso de la Iglesia con los emigrantes y refugiados: acoger, proteger o acompañar, promover e integrar. Todas las instituciones educativas están llamadas a ser lugares de acogida, de protección o acompañamiento, de promoción e integración para todos, sin excluir a nadie.
Le agradezco su compromiso y le deseo que lo lleve a cabo de forma fructífera. De corazón bendigo a cada uno de ustedes y a sus compañeros de trabajo. Y les pido que por favor recen por mí. Gracias.