No sé si has caído en la cuenta. Personalmente, lo descubrí tarde. Te invito a reflexionar sobre la Cuaresma, más allá de los tradicionales «Ayuno», «Oración», «Limosna», a los que estamos acostumbrados. Nos encontramos en el CICLO B, de las lecturas dominicales. Cambian cada año, en ciclos de tres: A, B y C. Solamente en este año, todas las primeras lecturas de los domingos de Cuaresma, nos explican los relatos bíblicos en los que Dios, hace una Alianza con su pueblo.
¿Qué es una Alianza? Un pacto en que uno de los dos, es Dios mismo. Tiene otra característica: la respuesta es libre. Y tercero, el otro, sea quien sea, incluso tú mismo, tiene que arriesgar algo, entregar algo. Dar el SÍ. Así ocurre también cuando se entregan las ALIANZAS MATRIMONIALES, cada uno tiene que renunciar a sí mismo, por ejemplo. Y llevan ese nombre, porque los dos esposos, se entregan ante el Altar, bajo la mirada atenta del ministro de la Iglesia, que representa a Dios. Por eso no da lo mismo casarse por la Iglesia que no hacerlo. Además del vínculo indisoluble, razón por la cual, en realidad, muchos evitan el Sacramento, porque no se atreven a dar su SÍ para siempre.
El primer domingo de Cuaresma leímos la Alianza del Dios con Noé (Génesis 9, 8-15): «Yo establezco mi Alianza entre vosotros». ¡Cómo al mostrarle el Arco Iris, le estaba diciendo que no volvería a enviar un diluvio sobre la faz de la tierra! Pero Noé tuvo que obedecer y someterse a las risas de sus conciudadanos, porque hacía un barco gigante y, encima, iba metiendo los animales de dos en dos. Seguro que algunas personas dirán que no ocurrió, que es leyenda, pero todos ellos, no nos importan, no tienen FE. Son de aquellos que también niegan los milagros de Cristo y, su próximo paso, es negar la presencia real de Cristo en la Eucaristía porque, en el fondo, son Marxistas. Niegan todo lo sobrenatural, como hacía Marx. De aquellos barros, estos lodos.
El segundo domingo acabamos de leer el relato del sacrificio de Isaac (Génesis 22). Dios le dice a Abrahán que tiene que ofrecer a su hijo en sacrificio. Le pide esa señal de entrega, de que lo tiene a Él por encima de todas las cosas y personas. Al darse cuenta de que, realmente, va a obedecer, le concede la descendencia como las estrellas del Cielo. Además de ser imagen de la entrega del Hijo, por parte del Padre Eterno en la Cruz, es una muestra de obediencia. ¡Cuánto nos cuesta entregar a nosotros nuestro propio yo, nuestras cositas! Quizás esta Cuaresma quiere hacer Dios contigo una pequeña Alianza. ¿Qué estáis dispuestos a entregarle? No digo ya todo, ¿queremos entregar algo? Hay veces que muchas personas se apuntan a todos los eventos religiosos que se suceden. En realidad tienen una entrega total, ¿o es que no se comprometen con ninguno? Sólo van donde les viene bien, y así, no sacrifican nada, pero calman su conciencia porque van a «todo». A todo lo que no les hace sacrificar nada propio. Buen examen cuaresmal.
El tercer domingo es el turno de la Alianza con Moisés (Éxodo, 20, 1-17). «Yo soy el Señor tu Dios, no tendrás otros dioses frente a Mí». Recuerdo cierta religiosa que ponía en duda en una red social, además de decir muchas otras barbaridades, la existencia de Moisés. Repito: ¡Cuidado con estas enseñanzas! Ya decía San Pablo que cuando viniera un ángel del Cielo explicando un Evangelio diferente no le creyéramos. Esta Alianza es la del Sinaí. Muy importante en nuestro tiempo. Aquél que la ignora, se arriesga a no recibir los bienes que los Mandamientos protegen. Creo que de este tema, hemos hablado en este blog muchas veces: Quien no cumple los Mandamientos está preso.
Tengo varias preguntas. Está claro que queda la Nueva Alianza. La del Hijo entregado a la muerte por nuestros pecados (Jeremías 31, 31-34): «Llegarán días en que haré con la Casa de David una Alianza Nueva». Es la primera lectura del quinto domingo.
La primera pregunta es sencilla. ¿Sabías que los cinco domingos hablan de una Alianza? La segunda pregunta es: ¿Te atreves a averiguar cuál es la Alianza del Cuarto Domingo de Cuaresma del Ciclo B? Y la tercera es más personal. No hace falta que me respondas a mí. ¿Qué te pide a ti, Dios, en estos días, para que libremente le respondas si quieres cumplir tu parte del pacto? ¿Qué estás dispuesto a darle? ¿Qué te promete a cambio? Y no sólo me refiero a la Vida Eterna, que también. Dejamos un poco de silencio para reflexionar.
Padre Antonio María Domenech – Se llenaron de inmensa alegría