Meditaciones del Cardenal Raniero Cantalamessa

Predicador de la Casa Pontificia

Del 19 al 24 de febrero, un minuto con el predicador de la Casa Pontificia para rezar con el Papa y la Curia Romana, Cardenal Raniero Cantalamessa.

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Meditación 6:

Ejercicios Espirituales, sexta meditación de Cantalamessa: «Vosotros sois mis amigos».

Hay, en el mundo, pocas palabras capaces de decir en un minuto lo suficiente para llenar un día y, de hecho, una vida: las que salen de la boca de Jesús», explica el cardenal capuchino. «Os propondré una cada vez, rogándoos que la ‘mastiquéis’ durante todo el día, como una especie de chicle del alma».

Meditación 5:

Ejercicios Espirituales, quinta meditación de Cantalamessa: ¡Zaqueo, baja!
“La palabra que nos acompaña hoy – dice el cardenal – es la que Jesús dirigió a Zaqueo que había subido a un sicómoro para verlo. Pasando por allí, Jesús levantó la mirada y – en tono de invitación, no de reproche – le dijo: ‘¡Zaqueo, baja enseguida, porque hoy quiero ir tu casa!’. Zaqueo soy yo que hablo y Zaqueo eres tú que escuchas. ‘Quiero ir a tu casa’, para nosotros, significa: ‘Quiero entrar en la intimidad de tu vida’. No me basta encontrarte entre la multitud, y tampoco en la Iglesia.

Meditación 4:

«Vete y no peques más»


La palabra de Jesús para recibir hoy, dice el cardenal Cantalamessa, «es la que dirigió a la adúltera, después de que sus acusadores se habían marchado: «Mujer, ¿nadie te ha condenado?» «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, y en adelante, no peques más». Cada uno de nosotros, si nos examinamos bien, nos daremos cuenta de que, junto a los muchos pecados que cometemos, hay uno que es diferente de los demás. Es ese pecado al que estamos secretamente un poco apegados, que confesamos, pero sin una verdadera voluntad de decir ¡basta!».

Meditación 3:

«La palabra para ‘masticar’ hoy es la pregunta que Jesús le hizo a la hermana de Lázaro ante la tumba de su hermano muerto: ‘¿Crees?’ (Jn 11,26)».

Meditación 2:

«Sólo una cosa es necesaria»

Meditación 1:

«Hay, en el mundo, pocas palabras capaces de decir en un minuto lo suficiente para llenar un día y, de hecho, una vida: las que salen de la boca de Jesús. Se las ofreceré una por vez, rogándoles que las ‘mastiquen’ durante todo el día, como una especie de goma de mascar».