Un día de agosto de 2016 escuchaba por la radio una entrevista a José Luis Cuerda (1947 – 2020), director de cine español que ha dirigido películas tan irreverentes y tan divertidas como “Amanece, que no es poco” y “Así en el cielo como en la tierra”. Vi ambas películas cuando era joven y también irreverente. Entonces me gustaron.
Me gustan las entrevistas y las biografías. Son una forma sencilla de acercarse a quién es una persona, y como la naturaleza humana es inabarcable al conocimiento, poquito a poquito, leyendo y oyendo a cerca de seres humanos individuales, es posible ir acercándose a saber algo de quienes somos.
Decía cosas interesantes, quizás sobrecargadas, pero esperables en el personaje. Sin embargo en un momento dado cayó en una simpleza mayúscula. Me sorprendió. Dijo algo así como que le sorprende que haya quien crea en un Dios todopoderoso y que acepten que muera un niño de dos años. “Si existiera Dios, todopoderoso y todo bondad no hubiera permitido eso, porque salvarle hubiera sido bueno para el niño, para sus padres y para la humanidad en general”. Así que para José Luis Cuerda la existencia de tragedias y desgracias personales es el criterio suficiente para determinar la no existencia de Dios.
Como no pude escuchar la entrevista completa, desconozco si el niño en cuestión era su hermano, su hijo, o un caso hipotético. De ser lo primero entiendo entonces de dónde parte. Como decía John Powell, “el dolor es el mayor enemigo del amor”, el dolor te obliga a mantener la atención en ti mismo, por lo que todo y todos los de a tu alrededor dejan de tener importancia.
En mi caso, cuando murió mi hermano mi madre se ocupó de enseñarnos que “A Dios no hay dios que le entienda”. Con eso nos bastó.
Aunque hablara de un caso hipotético, le comprendo perfectamente ya que utilicé ese mismo criterio para llegar a la misma conclusión durante años. Luego descubrí que no era nada original. Muchos adolescentes a los que di catequesis de confirmación usaban el mismo criterio.
Años más tarde un estudioso del tema me explicó que efectivamente Dios NO existe. Al parecer es algo conocido por cualquier teólogo. Solo existe lo creado, por tanto Dios no existe, Dios es (Éxodo 3:14).
Así que para hablar con un mínimo de coherencia no debemos hablar de la existencia o no de Dios, sino de la esencia de Dios, si es o no es. Esa es la cuestión.
Volviendo a la opinión de José Luis Cuerda, como ejemplo de la opinión de tantos, salvando las distancias y como simple comparación, creo que es algo así como la opinión que pudiera tener mi perro sobre mi conducta. Mi perro, si pudiera tener una opinión sobre mí, sería en base a su criterio perruno y por tanto llegaría a una conclusión canina, pero no estoy seguro de que fuera acertada.
José Luis Cuerda llega a una conclusión humana a través de un criterio humano, así que no creo yo que esté en lo cierto – más allá de insistir en que efectivamente Dios NO existe, Dios es.
Su idea – como piensan tantos – es: si Dios existiera se comportaría como un humano. Más aún, si Dios fuera todopoderoso, opinan muchos, actuaría como YO pienso. Ahora bien, si a esos muchos les preguntas: ¿y tú actúas como Dios quiere? – por dejar el tema en lo más básico, pensemos en los mandamientos – entonces pensarían que hacerlo sería signo de un sometimiento absolutamente injustificable en el hombre, al menos en ellos.
Curioso.
Pero ya sabemos lo que Dios opina de eso, de los que con criterios humanos piden a Dios (quizás incluso exigen) que se comporte como lo haríamos cualquiera de nosotros (Mateo 16, 23). A San Pedro por hacerlo le llamó Satanás.
La idea de que un ser humano puede determinar que Dios no es (no existe) da cuenta del orgullo tan grande que somos capaces de alcanzar: yo, que soy humano, determino que tú, que eres Dios, no existes.
¡Y nos quedamos tan anchos!
A mi me cuesta comprender casi todo. No entiendo por qué hay playas en las que no notamos las mareas y otras en las que son tan diferenciadas. Tampoco entiendo cómo podemos ver la luz de una estrella que se apagó hace cientos de años. Realmente apenas entiendo algo que tenga un mínimo de dificultad, así que con respecto al tema en cuestión me tengo con conformar con decir que reconozco que no acierto a entender el misterio de Dios.