San Juan de Mata, 17 de diciembre

Fundador de los Trinitarios

Quizá no sea extraño que Juan de Mata fundara la orden de los Trinitarios si tenemos en cuenta que nació en 1154 en la villa de Faucon, perteneciente a la Provenza, un lugar donde la devoción a la Santísima Trinidad era altamente significativa. Pudo ser un signo, desde luego. Aunque lo que suscitó su inquietud y dejó su pequeño corazón compungido por el dolor, fue ver en la rivera del mar que bañaba su ciudad natal las constantes hileras de cristianos cautivos aherrojados con pesadas cadenas que llegaban a la costa, habiendo sobrevivido a durísimos trabajos y presiones para que apostataran de su fe. Juan se compadecía de la terrible soledad y marginación no solo de los esclavos que trajeron consigo cruzadas y piratería, sino también de los pobres y de los enfermos. Por si fuera poco, cuando se trasladó a Marsella para estudiar, continuó siendo testigo de las tropelías que los poderosos cometían contra estos infelices desamparados que no tenían porvenir ni futuro alguno; sus gritos le conmovían.

La siguiente etapa de la vida de Juan fue París. Allí cursó Teología, asignatura de la que fue profesor. Pero ya acariciaba la idea de ingresar en una orden religiosa. Y deseando cumplir la voluntad de Dios, como ignoraba qué camino debía seguir, le suplicó que orientase sus pasos. Fue el obispo de París, Sully, quien le animó a ser sacerdote. El 28 de enero de 1193 celebró la  primera misa, y en ella tuvo una revelación. Vio a Cristo que tenía en sus manos dos cautivos, uno blanco y otro negro. Y entendió que debía fundar una Orden con la finalidad de redimir a los cautivos cristianos. Él deseaba que estuviese integrada por religiosos consagrados a la Trinidad, pero libres para poder realizar su apostolado y rescatar a los cautivos en cualquiera de los lugares en los que se hallaban apresados. Y llevó a su oración este anhelo que maduró en el bosque de Cerfroid (ciervo frío), a unos 80 km. de París. Allí se encontró con el ermitaño Félix de Valois, le hizo partícipe de su proyecto, y éste se unió a él.


Juan puso en marcha tres comunidades de religiosos a los que entregó una Regla escrita por él que fijaba el espíritu y líneas que todos deberían seguir. El siguiente paso fue lograr que el Pontífice la aprobara, para ello viajó a Roma. Pero fue en un segundo viaje cuando Inocencio III le dio su bendición, reconociendo la obra el 17 de diciembre de 1198, con el título «De la Santísima Trinidad y Redención de Cautivos». Y, efectivamente, comenzaron las redenciones. El santo impulsó 41 fundaciones en diez años, y se rescataron más de 600.000 cautivos en distintas expediciones organizadas, fundamentalmente, desde diversos puntos de Europa. Murió el 17 de diciembre de 1213 en la casa de Santo Tomás in Formis, en Roma. Sus restos se encuentran en Salamanca (España), en la iglesia parroquial que lleva su nombre. El 21 de octubre de 1666 el papa Alejandro VII autorizó su culto.

© Isabel Orellana Vilches, 2023
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