Un momento de gran alegría en un período verdaderamente difícil. Esto es lo que vivieron los jóvenes padres ucranianos de Zakhariy, el bebé de tres meses bautizado por el Papa Francisco en la capilla de la Casa Santa Marta, la tarde de este lunes, 6 de noviembre.
El papá se llama Vitaly, de 37 años, su mamá se llama Vita, de 35 años, y el pequeño es el último de diez hijos, siete niños y tres niñas. Viven en Kamianets-Podilskyi, al oeste de Ucrania, en una región relativamente a salvo de la guerra desatada por Rusia en febrero del año pasado. Pertenecen al Camino Neocatecumenal y en los últimos años han experimentado la providencia en medio de muchas dificultades familiares, agravadas aún más tras la invasión rusa.
“Todo lo superamos gracias a Dios, porque Dios siempre cuida de nuestra familia – afirma la madre del pequeño – hay guerra en el país y es muy difícil. Todos rezan para que esta guerra termine pronto, que todos los prisioneros regresen a sus hogares y que no haya más asesinatos”.
«El bautismo de ayer fue un gran regalo para nuestra familia», añade Vita: «Nunca podría ni siquiera soñar que podríamos estar con el Santo Padre y que él podría bautizar a nuestro hijo. Pero Dios está haciendo con nosotros una historia tan maravillosa, que todavía no lo entendemos del todo».
En el rito también estuvo presente monseñor León Dubrawski, obispo de Kamianets-Podilskyi de los latinos, quien recordó cómo el amor de Dios se transmite de generación en generación a través de la familia. Fue el Prelado quien acompañó al joven matrimonio al Vaticano.
El Papa Francisco sigue recordando al mundo el drama del «pueblo ucraniano torturado»: el bautismo del pequeño Zakhariy es una nueva esperanza para esta joven y numerosa familia que no puede olvidar la guerra, pero sigue teniendo fe en un futuro pacífico.