A las 12 del mediodía de hoy, Solemnidad de Todos los Santos, el Santo Padre Francisco se asomó a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro.
En la fiesta de Todos los Santos, Francisco habla de la santidad como un don y un camino que puede cambiar nuestras vidas siempre que se acoja con responsabilidad y esfuerzo, pues solo así podremos, “unidos por el amor de Dios”, emprender el camino hacia la santidad.
Estas fueron las palabras del Papa al introducir la oración mariana:
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Palabras del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y feliz fiesta!
Hoy celebramos la solemnidad de Todos los Santos. A la luz de esta fiesta, detengámonos un poco a pensar acerca de la santidad, en particular en dos características de la verdadera santidad: es un don -es un regalo, no se puede comprar- y, al mismo tiempo, es un camino. Un don y un camino.
En primer lugar, es un don. La santidad es un don de Dios que hemos recibido en el Bautismo: si lo dejamos crecer, puede cambiar completamente nuestra vida (cf. Exhortación apostólica Gaudete et exsultate, 15). Los santos no son héroes inalcanzables o lejanos, sino que son personas como nosotros, nuestros amigos, cuyo punto de partida es el mismo don que nosotros hemos recibido: el Bautismo. De hecho, si lo pensamos bien, seguro que hemos conocido a algunos de ellos, algún santo cotidiano, alguna persona justa, alguna persona que vive la vida cristiana en serio, con simplicidad… aquellos que a mí me gusta llamar “los santos de la puerta de al lado”, que viven con normalidad entre nosotros. La santidad es un don que se ofrece a todos para tener una vida feliz. Y, al fin y al cabo, cuando recibimos un don, ¿cuál es nuestra primera reacción? Precisamente que nos ponemos felices, porque significa que alguien nos ama; y el don de la santidad nos hace felices porque Dios nos ama.
Todo don, sin embargo, debe ser acogido, y conlleva la responsabilidad de dar una respuesta, un “gracias”. Pero ¿cómo se dice este “gracias”? Es una invitación a esforzarse para que no sea desperdiciado. Todos los bautizados hemos recibido la misma llamada a «mantener y perfeccionar con su vida la santidad que hemos recibido» (Lumen gentium, 40). Y por eso llegamos al segundo punto: la santidad es un camino, un camino que hay que recorrer juntos, ayudándonos unos a otros, unidos a esos excelentes compañeros de ruta que son los Santos.
Ellos son nuestros hermanos y nuestras hermanas mayores, con los que siempre podemos contar: los santos nos sostienen y, cuando en la ruta erramos el camino, con su presencia silenciosa nunca dejan de corregirnos; son amigos sinceros, en los que podemos confiar, porque ellos desean nuestro bien. En sus vidas encontramos un ejemplo, de sus oraciones recibimos ayuda y amistad, y
La santidad es un camino, es un don. Entonces, podemos preguntarnos: ¿recuerdo que he recibido el don del Espíritu Santo, que me llama a la santidad y me ayuda a llegar a ella? ¿Le doy las gracias al Espíritu Santo por esto, por el don de la santidad? ¿Siento a los santos cerca de mí, hablo con ellos, me dirijo a ellos? ¿Conozco la historia de algunos de ellos? Nos hace bien conocer la vida de los santos y motivarnos con sus ejemplos. Y nos hace muy bien dirigirnos a ellos en la oración.
Que María, Reina de todos los Santos, nos haga sentir la alegría del don recibido y aumente en nosotros el deseo de la meta eterna.
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Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
Los saludo con afecto a todos ustedes, peregrinos de los diversos países, familias, grupos parroquiales, asociaciones y grupos escolares.
En particular, saludo a los fieles de Allensbach (Alemania), a los de Monterrey (México) y a los alumnos del Colegio de las Hermanas de San José de Nykøbing Falster, en Dinamarca; así como al grupo romano de voluntarios de la Asociación Nacional de Policías Estatales.
Me complace dar la bienvenida a los participantes en la Carrera de los Santos, promovida por la Fundación “Misiones Don Bosco” para vivir la fiesta de Todos los Santos en una dimensión de celebración popular. Gracias por su hermosa iniciativa y por su presencia.
Mañana por la mañana celebraré la Misa en el Cementerio por los caídos en la Commonwealth durante la Segunda Guerra Mundial.
Y sigamos rezando por los pueblos que sufren las guerras de hoy. No olvidemos a la atormentada Ucrania, no olvidemos a Palestina, no olvidemos a Israel, y no olvidemos a tantas otras regiones donde la guerra es todavía demasiado fuerte.
Y les deseo a todos ustedes una buena fiesta en la compañía espiritual de los Santos. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Que tengan un buen almuerzo y hasta pronto!