¡Buen provecho!

Los bienes placenteros, en su justa medida, son, asimismo, camino de santidad

El festín de Babette (1987)
El festín de Babette (1987)

El festín de Babette (1987) es una película danesa de Gabriel Axel que he disfrutado grandemente al verla. La trama de la historia, además, me ayuda a comprender la dinámica del disfrute de los bienes desde diversas perspectivas. El gozo no ha sido menor al leer el relato que dio origen al guión del vídeo. Su autora es la escritora danesa Karen Blixen (1885-1962) más conocida por su seudónimo Isak Dinesen. Sobre ella hay información abundante en la red. Película y relato se entrelazan muy bien.

Babette es una afamada chef francesa que ha de huir de Paris tras la revuelta de La Comuna en 1871 en donde murieron su esposo e hijo. Llega a la casa de las hermanas Martine y Phillippa, hijas de un pastor luterano que había fundado una comunidad religiosa en una pequeña ciudad de Dinamarca. Luego de la presentación, a través de una carta de recomendación de un antiguo amigo de ellas, le dan cobijo y ella se ofrece a cocinar. Las hermanas destacaban por su piedad y belleza. No les faltaron pretendientes, mas optaron por el celibato a fin de atender a la comunidad fundada por su padre.

El contraste entre el talante contenido de las hermanas, ya entradas en años, y el carácter vivaz de Babette es notorio, lo que no impidió que entre ellas reine la armonía. Donde había desmejorado la sana convivencia era más bien al interior de la comunidad. Los roces entre los feligreses era constante. En el ínterin, Babette gana un premio considerable de la lotería, cuyo boleto compraba un sobrino suyo de Paris.

Al acercarse la conmemoración de los 100 años del fundador, Babette se ofrece a preparar una cena francesa en su honor y, también, como gesto de agradecimiento por este nuevo hogar en donde había sido acogida. Empiezan los preparativos y las hermanas se horrorizan por el despliegue de ingredientes que llegaron en barco: vinos, hielo, verduras, aves. Una cena que ya no pueden evitar. Muy apenadas comentan este impase a sus feligreses. Todos hacen la promesa firme de no decir ni una sola palabra de admiración por la cena, como si lo sabores, aromas de las comidas y bebidas nos existieran. Lo importante era el espíritu, los placeres culinarios eran pura bagatela.


Babette se luce. Platos exquisitos, bebidas espirituosas de calidad. Y lo que en un principio fue indiferencia, pronto se  tornó en gozo, de tal manera que el paladar se emparejó con el buen gusto y el cuerpo se reconcilió con el espíritu en la natural unidad de la esencia humana. No hubo exceso, hubo medida, creándose una cordial camaradería entre los feligreses. Experimentaron que el disfrute de los bienes placenteros (comida), en su justa medida, también es camino de florecimiento humano. Es decir, el Cielo no está reñido con la materialidad de la vida cuando ésta se articula adecuadamente con los bienes espirituales.

El camino al Cielo que buscaban las hermanas y que tantos otros añoran, igualmente, no supone apagar la sensibilidad del cuerpo (comer, beber, descansar). La tendencia hacia los bienes placenteros es una dimensión de la condición humana. Tienen su lugar en nuestra narrativa personal. Gracias a la virtud de la templanza estamos en condición de moderar esos placeres, de tal manera que sean camino de florecimiento y no de empantanamiento.  Quedarnos solo en el goce de los bienes placenteros es empequeñecer la altura de humanidad a la que estamos llamados a llegar. Sería como volar al ras de suelo cuando podríamos alcanzar alturas que apunten al Cielo.

Las hermanas Martine y Phillippa aspiraban a bienes espirituales y dedicaron su vida al servicio de sus feligreses, una vocación de entrega al prójimo maravillosa. Con Babette, redescubrieron que los bienes placenteros, en su justa medida, son, asimismo, camino de santidad.