La mañana de este lunes, 9 de octubre, tuvo lugar en el Aula Pablo VI del Vaticano, la Cuarta Congregación General de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, en la que se presentó el módulo B1 del Instrumentum Laboris, dedicado al tema: “Una comunión que irradia”. Profesora Anna Rowlands: “Pensamos en la comunión como primera y última palabra de un proceso sinodal: origen y horizonte de nuestro camino”.
“La Iglesia muestra y da la comunión con Dios, que es comunión para toda la creación. La comunión es, pues, nuestro ser y nuestro hacer”, lo dijo este lunes 9 de octubre, la Profesora Anna Rowlands, Catedrática del Departamento de Teología y Religión, de la Universidad de Durham, Reino Unido, al presentar sus aportaciones teológicas en la Cuarta Congregación General, de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, en la que se presentó el módulo B1 del Instrumentum Laboris, dedicado al tema de “Una comunión que irradia”.
La Iglesia signo e instrumento de unidad
Al presentar sus aportaciones, la profesora Rowlands señaló que, la sección B1 del Instrumentum Laboris nos lleva al corazón de la paradoja cristiana, es decir, a la esperanza y a la dificultad, la belleza y la libertad de la llamada de Dios y los desafíos de crecer en santidad. Asimismo, la docente de Doctrina Social recordó que, el Instrumentum Laboris utiliza el lenguaje de la Lumen Gentium § 1, en la cual nos invita a reflexionar sobre la misión de la Iglesia de ser en Cristo signo e instrumento de unidad con Dios y con toda la humanidad.
Tres dimensiones diferentes sobre la comunión
Por tanto, indicó la docente universitaria, lo primero que hay que decir de la comunión es que es la realidad de la propia vida de Dios, el ser de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. En este sentido, es lo más real que existe: el fundamento de la realidad y la fuente del ser de la Iglesia. Nuestra primera acción en relación con esta realidad es una acogida alegre, no ansiosa, no competitiva. Participar en la vida de comunión es el honor y la dignidad de nuestras vidas. La comunión es la forma en que entendemos el propósito último de Dios para toda la humanidad: atraer a la creación que amó a la existencia cada vez más completamente a su propia vida, en el abrazo, y al hacerlo, enviarnos a renovar la faz de la tierra. La llamada a ser la Iglesia que sirve a este reino se describe en Lumen Gentium § 9: «para que sea para todos y cada uno el sacramento visible de esta unidad salvífica».
Al pensar en la comunión como primera y última palabra de un proceso sinodal, la Profesora Rowlands dijo que este es el origen y horizonte de nuestro camino. Con Cristo y su Espíritu en el centro, la comunión es la fuerza misma de esta sala. Por ello, presentó tres dimensiones diferentes del pensamiento sobre la comunión.
La comunión es la belleza de la diversidad en la unidad
En un mundo moderno que tiende tanto a la homogeneidad como a la fractura, la comunión es un lenguaje de belleza, una armonía de unidad y pluralidad. Esta belleza reside en la celebración de la riqueza y la diversidad de una creación que da gloria a Dios, una pluralidad que sólo termina cuando cada cosa creada ha agotado su capacidad de creación, y todo vuelve a Dios a través de Cristo en el Espíritu. Y citando a algunos teólogos, la docente dijo que, “la luz divina se percibe en una comunión que se irradia a través de una gloriosa diversidad de personas, criaturas, culturas, lenguas, liturgias, dones y carismas”. Y de ahí se puede decir que, “la comunión que irradia es una diversidad no competitiva, auténtica, con un único punto de unidad en el Dios trinitario”.
“La sección B1 nos invita a crecer en comunión reflexionando con humildad con quienes son vulnerables, sufren o son débiles y sobre las vulnerabilidades y debilidades de la Iglesia. En la sección B1 nos preguntamos con valentía cómo podemos estar más cerca de los más pobres, más capaces de acompañar a todos los bautizados en las diversas situaciones humanas, despojados de falsos poderes, más cercanos a nuestros hermanos cristianos y más comprometidos con nuestras culturas particulares”.
La comunión existe en realidades concretas y tangibles
Al presentar la segunda dimensión de la comunión, la profesora Anna Rowlands indicó que, es la vida que ofrece pan al hambriento, curación al que sufre, descanso al atribulado. Quizá la imagen más cercana y vívida de la comunión sea, como banquete, la cena de las bodas del Cordero. Dios apela a nuestros sentidos: gustar y ver, tomar y comer. Es en la Eucaristía donde se encuentran las diferentes dimensiones de la comunión: es el lugar donde se manifiesta la comunión de los fieles, donde recibimos los dones de Dios para el Pueblo de Dios. El orden sacramental nos enseña, alimentándonos, la comunión.
“La ficha B1.1 centra nuestros debates precisamente en estas cuestiones de una comunión digna en la que la Iglesia encuentra a Cristo que ya se sienta a la mesa con los más pobres”.
La comunión es una participación que nos vincula a través del tiempo y del espacio
Y la tercera dimensión de la comunión que presentó la profesora Rowlands fue que, la comunión es una participación que nos vincula a través del tiempo y del espacio. El lenguaje koinonia de las Escrituras es instructivo; implica: ‘compartir, tener parte, tener algo en común, actuar juntos’; una participación en una realidad compartida de la que nadie está, en principio, excluido. Es una realidad que se hace más propia a medida que se derrama, se extiende hacia todos los rincones del planeta y se comparte de manera más íntima y completa entre las Iglesias. Aceptar la verdad significa que siempre hay más verdad por conocer.
“Esta realidad de una comunión que irradia, misteriosa y a la vez totalmente práctica, ya ante nosotros, y todavía delante de nosotros, ofrecida como pan para el mundo y palabras que salvan vidas, necesitada de ser expresada en cada contexto -local, regional, global- que la Iglesia habita, éste es el paradójico horizonte de esperanza, la realidad en la que, si tenemos el valor, el Señor nos invita a situarnos”.