La responsabilidad social del dirigente de empresa

De cómo la responsabilidad social es una exigencia de la calidad, y de cómo la calidad es una exigencia de la caridad

Howard Gardner, neurocientífico y autor de la teoría de las inteligencias múltiples, sostiene que una mala persona no llega nunca a ser un buen profesional. Pero ¿por qué? Porque ser un buen profesional requiere ser excelente, comprometido y ético. Se puede ser técnicamente muy bueno en algo, poseer una pericia técnica genial, pero realmente, lo que nos hace excelentes son las decisiones éticas, el compromiso que tenemos, como empresarios y directivos, con la realidad que nos rodea. Es entonces cuando nos convertimos en excelentes profesionales.

La excelencia, por tanto, implica no sólo una preocupación, sino también una respuesta (de ahí procede el término responsabilidad, cualidad del responsable, del latín responsāre, que significa ‘responder’). Así, la responsabilidad social del directivo no es más que una consecuencia, o una exigencia si se prefiere, de la calidad, de la excelencia.

Pero la calidad exige caridad. Sólo desde el amor podemos discernir lo que es bueno, lo correcto, lo ético. Ya el profeta Amós, en su lamentación por la corrupción de la justicia, exhortaba a la búsqueda del bien como salida a tal situación: «Buscad el bien, no el mal, y viviréis, y así el Señor, Dios del universo, estará con vosotros, como pretendéis. Odiad el mal y amad el bien, instaurad el derecho en el tribunal» (Am 5, 14-15a).

Y es que el amor nos amolda a Cristo, que es la bondad y la belleza de Dios encarnada y, por tanto, al alcance de la humanidad. Los empresarios y directivos cristianos estamos llamados a buscar lo bueno, lo que agrada a Dios. Es entonces cuando comenzamos a ser responsables, a ser “respuesta”, a ser excelentes. Leemos en la Carta a los Romanos «Y no os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto» (Rom 12,2).


Los empresarios y directivos cristianos, que buscan discernir y responder desde el amor de Dios manifestado en Jesucristo, reflejan así la misericordia del Señor a través de su actividad empresarial. Así lo transmitía el papa Francisco a los miembros de UNIAPAC (Unión Internacional de Empresarios Católicos) en un discurso dirigido a este colectivo el 17 de noviembre de 2016: «Todas las actividades humanas, también la empresarial, pueden ser un ejercicio de la misericordia, que es participación en el amor de Dios por los hombres».

El amor, por tanto, es la fuente de nuestra excelencia como profesionales, una excelencia que, desde la búsqueda de la bondad, crea fraternidad. Así respondemos, desde nuestro ser empresarios y directivos, a un mundo necesitado de gratuidad y caridad. ¡De qué forma tan magistral lo expresaba Benedicto XVI!: «la caridad en la verdad pone al hombre ante la sorprendente experiencia del don, […] el cual manifiesta y desarrolla su dimensión trascendente. […] El desarrollo económico, social y político necesita […] dar espacio al principio de gratuidad como expresión de fraternidad» (Caritas in veritate, 34).

Dionisio Blasco España es Delegado Territorial en la Diócesis de Málaga y miembro del Comité Ejecutivo de Acción Social Empresarial