El padre Jorge Miró comparte con los lectores de Exaudi su comentario sobre el Evangelio de hoy 9 de julio de 2023, titulado “Salió el sembrador a sembrar”.
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Ni el mundo ni tu vida son fruto de la casualidad o de una fatalidad del destino. No. Dios crea el universo por la Palabra (cf. Gn 1 y Jn 1), y Dios hace en ti la obra de la nueva creación, por medio de Jesucristo, la Palabra hecha carne, con el don de su Espíritu.
También tu vida puede ser un caos desordenado, vacío, sin sentido; o puede ser un cosmos ordenado por el Espíritu Santo. Puedes vivir como un vagabundo o como un peregrino.
Puedes “ir tirando” en una soledad poblada de aullidos que haga brotar de tu corazón la queja, la murmuración, el resentimiento y la insatisfacción permanentes; o vivir con la dulce presencia del Espíritu consolador, que con los dones de ciencia, entendimiento y sabiduría te haga saborear el amor de Dios en tu vida de cada día y, así, de tu corazón brote la gratitud, la bendición y la alabanza, ¡incluso en medio de las dificultades!
Porque también en medio de las dificultades está el Señor derramando el Espíritu Santo, que te permite gritar “Abbá”, “Padre”, y vivir en la confianza.
¿De qué depende?
Ha terminado la parábola del sembrador diciendo que lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto…
Escuchar, entender, dar fruto.
En primer lugar, escuchar, que es más que oír. Es invocar al Espíritu Santo, para que te unja la Palabra y la puedas acoger como lo que es, una palabra de amor, de vida y de salvación que Dios, tu Padre, te dirige a ti.
Después, entender. No se trata de un entender “intelectual”, como un erudito. Se trata del don de entendimiento que te da el Espíritu Santo, y te concede no defenderte ante la Palabra, ni rechazarla, ni manipularla, sino desear vivirla en tu vida. Te lleva a la conversión. Y a la alabanza, porque te sientes dichoso de poder recibir esta Palabra, porque muchos profetas y justos desearon oír lo que oís y no lo oyeron.
Y también dar fruto: será el signo de que has escuchado y acogido. Dar fruto, no como un perfeccionismo narcisista que acaba robándole la gloria a Dios, sino -en medio de la precariedad- proclamando la obra que el Señor va haciendo en tu vida.
También nos ha advertido la Palabra de varios peligros que no dejan crecer la semilla.
Viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Ojo con el demonio, que aprovecha cualquier circunstancia para robarnos la semilla: el que no te “guste” la Palabra, la persona que te propone la Palabra…
Son inconstantes. Nos hemos de animar unos a otros a caminar y pedirle al Espíritu Santo el don de la perseverancia.
Los afanes de la vida, la seducción de las riquezas… ahogan la palabra y se queda estéril.
Pide el don del Espíritu Santo para que también tú puedas decir, como el Centurión: una Palabra tuya bastará para sanarme.
¡Ven Espíritu Santo! (cf. _Lc_ 11, 13).