Conocer y vivir de acuerdo a la verdad

Conocer y vivir de acuerdo con la verdad nos hace verdaderos

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He leído de un tirón el libro de Alicja Gescinska Hijos de Ápate. Breve filosofía de la verdad, la posverdad y la mentira (Siruela, 2023). Ápate es una diosa griega que personifica la mentira, el fraude. Hace su aparición cuando Pandora abre su caja en la tierra de los vivientes, saliendo de ella e introduciendo entre los humanos la mentira, un vicio que nos acompaña desde siempre. Ya antes había leído otro libro de la autora La música como hogar con lo cual me aventuré a la lectura de esta ultima entrega que, además, está dedicada a Roger Scruton (“un hombre veraz y un auténtico amigo”), un filósofo cuya obra leo y disfruto.

El ensayo es una loa a la verdad, a pesar de la polución mentiras en tantos ámbitos de la sociedad. Salen a relucir conceptos tales como veracidad, autenticidad, sinceridad, autorrealización, libertad. Tampoco falta el lado oscuro de nuestro tiempo con la presencia de la posverdad, la mentira, el engaño, el dominio, la coacción, la manipulación. Sostiene la autora que “más que hablar de la era de la posverdad, tal vez sería más adecuado hablar de la era de la posveracidad”. Considera que el reto actual no es una lucha contra la mentira mostrando la verdad de los hechos, sino más bien procurar la primacía de la verdad cultivando la virtud de la veracidad en los ciudadanos: la crisis presente no es tanto un problema epistemológico, sino principalmente un problema ético. Dicho en otras palabras, el problema que tenemos entre manos no se resuelve con el suero de la verdad o la máquina para detectar las mentiras, sino con la práctica de la veracidad, es decir, el hábito permanente y observable de decir la verdad en el espacio privado y en el público.

Me resulta alentador la propuesta de la autora al centrar la verdad en las personas y no en los sistemas. Desde luego, los sistemas y protocolos en las empresas y en el sector gubernamental son importantes para evitar la corrupción, la manipulación en las licitaciones, el fraude en las elecciones políticas, el favoritismo en el nombramiento de los funcionarios públicos… Pero, tenemos experiencia suficiente que cuando los funcionarios públicos o los directivos en la empresa privada no se toman en serio -entre otras convicciones- la verdad como estilo de vida, siempre se podrán saltar los sistemas más sofisticados para cometer actos de corrupción. El refrán popular “hecha la ley, hecha la trampa” es, lamentablemente, una realidad que lleva consigo muchas malas prácticas, de la que no se salvan ni los modernísimos sistemas de compliance instalados en las organizaciones públicas y privadas.


Para salir del atolladero de la mentira y el engaño no bastan los sistemas de premios y castigos. No es el castigo o la conveniencia las que hacen a las personas virtuosas, es la interiorización de la bondad intrínseca del acto la que da calidad moral a los seres humanos. Las personas que practiquen la virtud de la veracidad están dispuestas a decir la verdad habitualmente, de manera sostenible en el tiempo. De ahí que una persona veraz sea confiable. La vida de familia, las relaciones sociales, las transacciones comerciales, la gestión pública requieren de confianza. Cuando se instala, por el contrario, la mentira, el engaño, la hipocresía, la manipulación, en el espacio privado o público nace, inmediatamente, la desconfianza y la cultura de la sospecha. Poca credibilidad, por eso, tiene el llamado “colaborador eficaz”: podrá dar información útil, pero veraz no es; ayudará a desatar nudos, mas no dejará de ser un colaborador de escasa credibilidad.

Vivir de la mentira nos hace falsos. Conocer y vivir de acuerdo con la verdad nos hace verdaderos. Bien vale el esfuerzo.