El empresario en clave de resurrección

Cuando los gestos nos desvelan la Luz

(C) Pexels
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Los textos bíblicos de encuentro con el Resucitado son profundas catequesis que tocan lo más hondo de la experiencia humana: la posibilidad de la Vida Eterna intuida ya en esta vida que vivimos aquí y ahora, con sus luces y sus sombras.

María Magdalena, los discípulos de Emaús (uno de ellos se llamaba Cleofás), Tomás, Pedro, Natanael, … Jesús Resucitado se hace presente en las vidas de hombres y mujeres concretos, con nombres propios, con historias personales. Y en todas estas personas un denominador común: una situación personal de desánimo, desencanto, desilusión, abatimiento, … incluso nos encontramos con la incredulidad de Tomás.

Y Jesús torna la situación en alegría y esperanza con un solo gesto: pronunciar el nombre de María Magdalena, partir el pan ante los discípulos de Emaús, mostrar su costado y sus manos a Tomás. Y es que los gestos, esos elementos tan profundamente humanos, son transformadores cuando van acompañados de amor.

Y es que los gestos tienen la potencialidad de desvelar luz, esperanza, resurrección. ¿Y qué gestos podemos propiciar como directivos y empresarios cristianos? Pues los gestos de Jesús en estos relatos recogidos por los evangelios:

  1. Pronunciar el nombre de las personas que forman parte de la empresa. María Magdalena se sintió reconocida como mujer, como colaboradora de Jesús, como depositaria de una misión nada fácil, como era la de anunciar que Jesús había Resucitado.
  2. Partir y compartir. Jesús es reconocido al partir el pan. El único fin de la empresa no es la producción de bienes y/o servicios necesarios para la sociedad, sino también la justa distribución de la renta generada, de forma que esa comunidad humana que es la empresa no sólo satisfaga sus necesidades fundamentales, sino que sirva a la sociedad entera. Así nos lo recodaba Juan Pablo II en su encíclica Centesimus annus. Una empresa que no sólo produce, sino que parte y reparte, es una empresa-luz en medio del mundo.
  3. Tender la mano. Empresarios y directivos accesibles, cercanos, humanos. Frente a modelos que proponen la frialdad y la pura racionalidad como nota distintiva del hombre de negocios, el evangelio nos invita a desempeñar la responsabilidad directiva desde nuestra más profunda humanidad. Una humanidad marcada también por las heridas y cicatrices que la misma historia dibuja en nuestras vidas.

En los relatos bíblicos Jesús Resucitado no es reconocido si no es a través de gestos. Por eso la importancia no sólo de ser “gesto”, sino de percibir los gestos que nos rodean cada día y que vienen de las personas con las que convivimos y trabajamos.


Que nuestras empresas sean “empresas resucitadas”, es decir, formadas por personas transformadas por la fuerza del Señor de la Vida, empresas-luz, empresas-esperanza, empresas “buena noticia”, empresas-aleluya.

Dionisio Blasco España es Delegado Territorial de Acción Social Empresarial en la Diócesis de Málaga