Jesús dice: «He venido a salvaros, a serviros»

Homilía del Papa, Misa de la Última Cena

Misa Jueves Santo © Vatican Media

Esta tarde el Santo Padre Francisco ha acudido al Instituto Penal Juvenil de «Casal del Marmo» para la celebración de la Santa Misa “in Coena Domini” con las personas allí recluidas.

A su llegada, el Papa se dirigió a la capilla donde presidió la Misa, concelebrada con el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias y Responsable de la Capilla Musical Pontificia, el arzobispo Diego Giovanni Ravelli. Junto a los jóvenes internos, una representación de los funcionarios y personal del Centro Penitenciario.

Tras la proclamación del Santo Evangelio, el Papa pronunció la homilía.

A continuación, como es costumbre, el Papa Francisco repitió el gesto de Jesús durante la Última Cena, cuando el Señor lavó los pies a sus discípulos como signo de amor llevado hasta el servicio y la humillación, hacia 12 internos, chicos y chicas de diferentes nacionalidades.

Al final de la Santa Misa, la Directora del Centro Penitenciario, Dra. Maria Teresa Iuliani, dirigió unas palabras de agradecimiento al Santo Padre.


Antes de abandonar el Instituto, el Papa bendijo la placa inaugural de la Capilla, dedicada al Beato Pino Puglisi. Después, mientras saludaba a algunos internos, el Papa Francisco recibió como regalo una cruz realizada por los chicos que siguen el curso de carpintería, unas galletas y un paquete de pasta, ambos elaborados en la fábrica de pasta recientemente instalada en el interior de la cárcel. A los jóvenes internos, al director y al personal, el Papa regaló algunos rosarios y huevos de chocolate.

Publicamos a continuación la homilía pronunciada por el Santo Padre:

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Homilía del Papa

Llama la atención cómo Jesús, el mismo día antes de ser crucificado, hace este gesto. Lavarse los pies, era costumbre en aquella época porque las calles estaban polvorientas, la gente venía de fuera y al entrar en una casa, antes del banquete, de la reunión, se lavaban los pies. Pero, ¿quién lavaba los pies? Los esclavos, porque era trabajo de esclavos. Imaginaos lo asombrados que se quedaron los discípulos cuando vieron que Jesús empezaba a hacer este gesto de esclavo. Pero lo hace para hacerles comprender el mensaje del día siguiente: que moriría como un esclavo, para pagar la deuda de todos nosotros. Si escucháramos estas cosas de Jesús, la vida sería tan buena porque nos apresuraríamos a ayudarnos unos a otros, en lugar de engañarnos unos a otros, de aprovecharnos unos de otros, como nos enseñan los listos. Es tan hermoso ayudarse unos a otros, echarse una mano: son gestos humanos, universales, pero que salen de un corazón noble. Y Jesús quiere enseñarnos esto hoy con esta celebración: la nobleza del corazón. Cada uno de nosotros puede decir: ‘Pero si el Papa supiera las cosas que tengo dentro…’. Pero Jesús las conoce y nos ama como somos, y nos lava los pies. Jesús nunca se asusta de nuestras debilidades, nunca se asusta porque ya ha pagado, sólo quiere acompañarnos, quiere llevarnos de la mano para que la vida no sea tan dura para nosotros. Voy a hacer el mismo gesto de lavar los pies, pero no es una cosa folclórica, no. Pensamos que es un gesto que anuncia cómo debemos ser, unos con otros. En la sociedad vemos cuánta gente se aprovecha de los demás, cuánta gente está acorralada y no puede salir. Cuántas injusticias, cuánta gente sin trabajo, cuánta gente que trabaja y cobra la mitad, cuánta gente que no tiene dinero para comprar medicinas, cuántas familias rotas, tantas cosas malas… Y ninguno de nosotros puede decir: «Doy gracias a Dios por no estar así, ¿sabes?» – «¡Si no estoy así es por la gracia de Dios!»; cada uno de nosotros puede resbalar, cada uno de nosotros. Y esta conciencia, esta certeza de que cada uno de nosotros puede resbalar es lo que nos da la dignidad -escuchad la palabra: la «dignidad»- de ser pecadores. Y así nos quiere Jesús, y por eso quiso lavarnos los pies y decirnos: «He venido a salvaros, a serviros». Ahora yo haré lo mismo para recordar lo que Jesús nos enseñó: ayudarnos los unos a los otros. Y así la vida es más bella y podemos seguir así. Durante el lavatorio de los pies -espero pasar porque no puedo caminar bien- pero durante el lavatorio de los pies piensas: ‘Jesús me lavó los pies, Jesús me salvó, y ahora tengo esta dificultad’. Pero pasará, el Señor está siempre a tu lado, nunca te deja, nunca. Piensa en esto.