El 7° Juzgado Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Lima ordenó al Ministerio de Salud (Minsa) y al Seguro Social de Salud (Essalud) que respeten la decisión de la ciudadana Ana Estrada Ugarte de poner fin a su vida mediante la eutanasia, con la acción de un médico. También dispuso que ambas instituciones, independientemente, conformen comisiones médicas interdisciplinarias, con reserva de la identidad de los galenos y con respeto de su objeción de conciencia, si fuere el caso, en un plazo de siete días.
Esta reciente noticia lleva a reflexionar sobre el valor de la vida humana. Sin entrar en precisiones jurídicas que corresponden a los profesionales del derecho, algo se rebela en nuestro interior cuando el estado obliga a un profesional de la medicina a poner fin a la vida de un paciente. Es cierto que el juez declara el respeto a la objeción de conciencia y, por lo tanto, todos los médicos podrían negarse a conformar las comisiones y a realizar el procedimiento que acabe con la vida de Ana Estrada. Sin embargo, sigue existiendo un mandato que contraviene la esencia del ethos médico en el trato médico-paciente. Por eso conviene recordar que primum non nocere (lo primero es no hacer daño), como se recoge en el corpus hipocráticum, base del juramento hipocrático actual.
Ya en su momento, el Colegio Médico del Perú se pronunció en contra de la aplicación de la Eutanasia. El pronunciamiento del CMP, “Acorde con lo expresado en el art.72 del Código de Ética y Deontología del CMP que indica ´el médico no debe realizar acciones cuyo objetivo directo sea la muerte de la persona´, el CMP ve por conveniente aclarar que no respalda la eutanasia (…) El Colegio Médico reafirma su posición en defensa de la vida y reconoce a la muerte como un proceso natural que debe ser atendido acompañando a las personas en este trance final de su vida con el debido respeto a su dignidad”, fue muy oportuno, máxime cuando algunas personalidades, que por su cargo están llamadas a defender los derechos humanos, tomaban partido en contra de la vida de las personas. Así como también la sentencia de un juez que ordenaba al MINSA y a Essalud facilitar la eutanasia en un caso particular, dejando de lado el artículo 112 del Código Penal, mediante la acción de un médico de suministrar de manera directa (oral o intravenosa), un fármaco destinado a poner fin a su vida, u otra intervención médica destinada a tal fin.
Recientemente, la Asociación Médica Mundial volvió a dejar clara su posición a favor de la vida humana en sus últimos momentos. En un comunicado la AMM ratificó la declaración de Venecia de 1983, que fue revisada en Sudáfrica en 2006 y por último en Berlín 2022. En esta declaración se reconoce y respeta el final de la vida de la persona y se resalta la importancia de la creación de “tratamientos paliativos y la evaluación y la respuesta a los aspectos físicos, psicológicos, sociales y espirituales o existenciales [de]una enfermedad terminal y otras condiciones al final de la vida”. “La AMM se mantiene firmemente opuesta a la eutanasia y al suicidio con ayuda médica”. En cuanto al manejo del dolor y de los síntomas, insiste en que los cuidados paliativos al final de la vida son parte de una buena atención médica, y los relaciona con la dignidad del paciente, así como con la forma de evitar síntomas angustiantes. Pero no sólo trata del control del dolor, sino también de atender las necesidades sociales, psicológicas y espirituales del paciente y su entorno.
En resumen, en ningún caso se justifica recurrir a la eutanasia o al suicidio asistido, que objetivamente son contrarios a la ética más elemental pues constituyen a eliminación de la vida humana. Sin embargo, actualmente, con el avance de la biomedicina, los cuidados paliativos procuran el mayor confort del paciente y, si es el caso, cabe recurrir a la sedación paliativa en el final de la vida para evitar los síntomas molestos. De esta forma, un enfermo acompañado y asistido médicamente de la mejor manera, con los últimos adelantos para aliviar su dolor u otros síntomas, terminará su vida con paz y serenidad junto a sus seres queridos. Los expertos en cuidados paliativos conocen muy bien que la eutanasia no soluciona nada. Nadie sostiene actualmente el uso de medios desproporcionados para prolongar una vida que termina y que constituyen una suerte de obstinación terapéutica, pero tampoco se justifica el abandono del paciente al que se debe atender siempre de la mejor forma y acompañarlo en su sufrimiento tratando de aliviarlo en lo posible. Eso es respetar la dignidad de la persona, dignidad que nunca se pierde a pesar del deterioro físico debido a determinadas patologías, sino que se conserva incólume ya que es inherente a la naturaleza humana, y se realza por el modo en que se asume una situación penosa, que se alivia con el acompañamiento familiar y el delicado trato profesional de los que dedican su vida a las personas enfermas.