El padre Jorge Miró comparte con los lectores de Exaudi su comentario sobre el Evangelio de hoy, 30 de octubre de 2022 titulado “El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.
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El amor de Dios es el hilo conductor de toda la fe cristiana. Dios te ama; te ha creado por amor y no dejará de amarte nunca.
Por eso, la misericordia de Dios es el centro de la Palabra de este Domingo: Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito; todo el que cree en Él tiene vida eterna, hemos cantado en el Aleluya.
El Señor es clemente y misericordioso… sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan, nos da dicho el Salmo.
Y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido, nos ha dicho Jesús en el Evangelio, que nos ha presentado el encuentro de Jesús con Zaqueo -un pecador público- en Jericó.
También Jesús, que te ama, te busca y hoy quiere encontrase contigo. Tal vez, como Zaqueo, sientes curiosidad por conocer más a Jesús.
Tal vez tengas miedo de acercarte a Jesús, de hacer el ridículo cuando trates de subir a la higuera. Por cierto, ¿a qué higuera has de subir para ver “hoy” a Jesús? Pregúntaselo al Señor.
Tal vez te diga que subas a la higuera de la historia, de esa historia que Él está haciendo contigo, que tantas veces no acabas de entender y de la que tienes la tentación de huir. Pero ¡ahí, en tu Cruz, te espera el Señor!
Tal vez te diga que, subas a la higuera de la comunidad, de la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo. Que escuches y acojas su Palabra, que recibas los Sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Penitencia, que compartas la fe, que sirvas por amor y con amor a tus hermanos…
Tal vez tengas miedo de lo que piensen los demás, de que se burlen o te desprecien. ¡No te preocupes! También ahí está el Señor.
Y si te fías de Él y subes a la higuera para encontrarte con Él, también tú podrás escuchar hoy que te dice: Baja porque es necesario que hoy me quede en tu casa. Hoy ha sido la salvación de esta casa.
Podrás escuchar cómo el Señor te llama por tu nombre, te muestra su amor, su fidelidad, su misericordia, su perdón…
Y, después del encuentro con Jesucristo, también tu vida empezará a dar frutos, signo de la conversión profunda: Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más.
Desaparecerá la tibieza del calculador y aparecerá el fuego del Espíritu que te hace vivir con la pasión del enamorado, con celo por vivir en la voluntad de Dios.
¡No tengas miedo al Señor! Estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.
Pide el Espíritu Santo, para poder encontrarte con Jesucristo y que también tú puedas escuchar: hoy ha llegado la salvación a esta casa.
¡Ven, Espíritu Santo!