Saludo del Santo Padre, entregado al Cardenal Koch para la Delegación del Comité Judío Internacional de Consultas Interreligiosas.
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Queridos amigos,
Os doy una calurosa bienvenida a vosotros, dirigentes del Comité judío internacional de consultas interreligiosas. Su organización, fundada en 1970 con el objetivo de promover y fomentar el diálogo interreligioso en todo el mundo, reúne a varias grandes organizaciones judías, con sede especialmente en los Estados Unidos de América. Desde el principio, habéis estado en contacto con la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con los Judíos y juntos habéis organizado regularmente conferencias conjuntas sobre temas de actualidad. Recuerdo haber saludado a su grupo en la Audiencia General en la Plaza de San Pedro durante su último encuentro en Roma en mayo de 2019.
En nuestros tiempos turbulentos, es fundamental que judíos y cristianos se encuentren con más frecuencia y trabajen juntos en un esfuerzo por contrarrestar ciertas tendencias negativas que se encuentran en nuestras sociedades occidentales: la idolatría del yo y del dinero, el individualismo extremo y la cultura de la indiferencia y del despilfarro. Estamos llamados a dar juntos testimonio del Dios de la misericordia y la justicia, que ama y cuida de todas las personas. Podemos hacerlo recurriendo al patrimonio espiritual que en parte compartimos, un patrimonio que tenemos la responsabilidad de preservar y comprender cada vez más profundamente.
Nuestras tradiciones religiosas nos invitan a abordar los desacuerdos, las diferencias y los conflictos no de forma conflictiva, sino sin prejuicios, con intenciones pacíficas y con el objetivo de encontrar ámbitos de acuerdo aceptables para todos. Sin duda, el odio y la violencia son incompatibles con nuestra fe en el Dios “misericordioso y clemente, lento a la cólera y abundante en misericordia y fidelidad” (Ex 34,6). Como judíos y cristianos, estamos llamados a actuar de manera que nos parezcamos lo mejor posible a nuestro Creador y Padre. Esto, como sabemos, se vuelve muy difícil cuando somos objeto de injusticia y persecución, como ha ocurrido frecuentemente en la historia y, trágicamente, sigue ocurriendo hoy. A este respecto, aprovecho la ocasión para reiterar el compromiso de la Iglesia católica de oponerse a toda forma de antisemitismo, sobre todo mediante la acción preventiva, es decir, en el ámbito de la educación, en las familias, en las comunidades parroquiales y en las escuelas, y en las asociaciones de laicos.
El diálogo interreligioso es un signo de nuestro tiempo y, yo diría, un signo providencial, en el sentido de que Dios mismo, en su sabio plan, ha inspirado, en los líderes religiosos y en muchos otros, el deseo de encontrarse y conocerse de una manera respetuosa con las diferencias religiosas. Este es un camino privilegiado para el crecimiento de la fraternidad y la paz en nuestro mundo. Reforzando el diálogo, podemos resistir al extremismo que, lamentablemente, es una patología que puede aparecer también en las religiones. Recemos para que el Señor nos siga guiando en este camino de diálogo y fraternidad.
Queridos amigos, os agradezco vuestra visita. Que la bendición de Dios os acompañe y haga fructífero vuestro trabajo al servicio de una mayor comprensión y cooperación mutuas. En vuestras oraciones, por favor, acordaos también de mí. Gracias.