En la audiencia general, el Papa Francisco ha declarado, respecto a su viaje apostólico a Irak, que “la Providencia ha querido que esto sucediera ahora, como signo de esperanza después de años de guerra y terrorismo y durante una dura pandemia”.
La audiencia general de hoy, 10 de marzo de 2021, ha sido emitida desde la biblioteca del Palacio Apostólico vaticano, sin fieles, en prevención frente a la COVID-19. A lo largo de la misma, el Santo Padre ha interrumpido el ciclo de catequesis sobre la oración y se ha centrado, como es costumbre tras un viaje apostólico, en su visita a Irak (Lectura: Gen 12,1.4; 15,5-6).
Francisco ha recordado que “nunca un Papa había estado en la tierra de Abrahán”, un proyecto que era de Juan Pablo II, visita tras la cual, asegura, “mi alma está llena de gratitud”, hacia Dios y “todos aquellos que la han hecho posible”: Gobierno de Irak, patriarcas y obispos, ministros y fieles de otras Iglesias y autoridades religiosas como el gran ayatolá, con quien tuvo “un encuentro inolvidable en su casa en Nayaf”.
Horizonte de paz y fraternidad
El Pontífice ha recordado que sintió “con fuerza el sentido penitencial de esta peregrinación”: “No podía acercarme a ese pueblo atormentado, a esa Iglesia mártir, sin tomar sobre mí, en nombre de la Iglesia católica, la cruz que ellos llevan desde hace años; una cruz grande, como esa colocada en la entrada de Qaraqosh”.
Y lo sintió de forma concreta “viendo las heridas todavía abiertas de las destrucciones, y más todavía encontrando y escuchando a los testigos supervivientes de la violencia, la persecución, el exilio”. Y al mismo tiempo, “vi en torno a mí la alegría de acoger al mensajero de Cristo; vi la esperanza de abrirse a un horizonte de paz y de fraternidad, resumido en las palabras de Jesús que eran el lema de la visita: ‘Vosotros sois todos hermanos’ (Mt 23,8)”.
Del mismo modo, insiste en haber encontrado esta esperanza en el discurso del presidente de la República, en saludos y testimonios, cantos y gestos de la gente, así como en “los rostros luminosos de los jóvenes y en los ojos vivaces de los ancianos”.
El desafío es la fraternidad
El Obispo de Roma ha remarcado que la guerra, “siempre es el monstruo que, con el cambio de épocas, se transforma y continúa devorando a la humanidad. Pero la respuesta a la guerra no es otra guerra, la respuesta a las armas no son otras armas”. En este sentido, cuestiona: “¿Quién vende hoy las armas a los terroristas, que están realizando masacres en otros lugares, pensemos en África por ejemplo?”, y aclara que “la respuesta no es la guerra, la respuesta es la fraternidad”, que es el desafío para Irak, muchas regiones en conflicto y el mundo entero.
Por esto, añade el Sucesor de Pedro, “hemos rezado, cristianos y musulmanes, con representantes de otras religiones” en Ur, donde, “estando juntos bajo ese cielo luminoso, el mismo cielo en el cual nuestro padre Abrahán nos vio a nosotros, su descendencia, nos pareció que resonaba todavía en los corazones esa frase: Vosotros sois todos hermanos”.
Mensajes de fraternidad
Un mensaje de fraternidad, apunta el Papa Francisco, llegó desde el encuentro en la catedral siro-católica de Bagdad, donde “en 2010 fueron asesinadas cuarenta y ocho personas, entre las cuales dos sacerdotes, durante la celebración de la Misa”. En este templo, relata, “que lleva inscrito en la piedra el recuerdo de esos mártires, resonó la alegría del encuentro: mi asombro de estar en medio de ellos se fusionaba con su alegría de tener al Papa con ellos”.
Otro mensaje de fraternidad se lanzó desde Mosul y Qaraqosh, dos ciudades cuya identidad ha sido destruida, y donde miles de habitantes huyeron por causa del Estado Islámico, describe Francisco. También resaltó cómo ahora estos lugares “se está tratando de reconstruir con mucho esfuerzo”, y hay musulmanes invitando a cristianos a volver, con quienes construyen juntos iglesias y mezquitas: “Fraternidad, está ahí”. Asimismo, se dirigió especialmente a los iraquíes emigrados: “Habéis dejado todo, como Abrahán: como él, custodiad la fe y la esperanza, y sed creadores de amistad allá donde estéis. Y, si podéis, volved”..
Finalmente, el Santo Padre se refirió a un último mensaje de fraternidad que tuvo lugar en las Misas de Bagdad y Erbil: “La esperanza de Abrahán y de su descendencia se ha realizado en el misterio que hemos celebrado, en Jesús, el Hijo que Dios Padre no escatimó, sino que donó para la salvación de todos: Él, con su muerte y resurrección, nos ha abierto el paso a la tierra prometida, a la vida nueva donde las lágrimas son secadas, las heridas sanadas, los hermanos reconciliados”.
A continuación, sigue la catequesis completa del Papa.
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Catequesis de Francisco sobre el viaje apostólico a Irak
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En estos días pasados el Señor me ha concedido visitar Irak, realizando un proyecto de San Juan Pablo II. Nunca un Papa había estado en la tierra de Abrahán; la Providencia ha querido que esto sucediera ahora, como signo de esperanza después de años de guerra y terrorismo y durante una dura pandemia.
Después de esta visita, mi alma está llena de gratitud. Gratitud a Dios y a todos aquellos que la han hecho posible: al presidente de la República y al Gobierno de Irak; a los patriarcas y a los obispos del país, junto a todos los ministros y los fieles de las respectivas Iglesias; a las Autoridades religiosas, empezando por el Gran Ayatolá Al-Sistani, con quien tuve un encuentro inolvidable en su casa en Nayaf.
Sentí con fuerza el sentido penitencial de esta peregrinación: no podía acercarme a ese pueblo atormentado, a esa Iglesia mártir, sin tomar sobre mí, en nombre de la Iglesia católica, la cruz que ellos llevan desde hace años; una cruz grande, como esa colocada en la entrada de Qaraqosh. Lo sentí de forma particular viendo las heridas todavía abiertas de las destrucciones, y más todavía encontrando y escuchando a los testigos supervivientes de la violencia, la persecución, el exilio… Y al mismo tiempo vi en torno a mí la alegría de acoger al mensajero de Cristo; vi la esperanza de abrirse a un horizonte de paz y de fraternidad, resumido en las palabras de Jesús que eran el lema de la visita: “Vosotros sois todos hermanos” (Mt 23,8). Encontré esta esperanza en el discurso del presidente de la República, la encontré en muchos saludos y testimonios, en los cantos y en los gestos de la gente. La leí en los rostros luminosos de los jóvenes y en los ojos vivaces de los ancianos. La gente que esperaba al Papa desde hacía cinco horas, de pie…; también mujeres con niños en brazos… Esperaba, y en sus ojos había esperanza.
El pueblo iraquí tiene derecho a vivir en paz, tiene derecho a encontrar la dignidad que le pertenece. Sus raíces religiosas y culturales son milenarias: Mesopotamia es cuna de civilización; Bagdad ha sido en la historia una ciudad de importancia primordial, que albergó durante siglos la biblioteca más rica del mundo. ¿Y qué la destruyó? La guerra. La guerra siempre es el monstruo que, con el cambio de épocas, se transforma y continúa devorando a la humanidad. Pero la respuesta a la guerra no es otra guerra, la respuesta a las armas no son otras armas. Y yo me he preguntado: ¿quién vendía las armas a los terroristas? ¿Quién vende hoy las armas a los terroristas, que están realizando masacres en otros lugares, pensemos en África por ejemplo? Es una pregunta que yo quisiera que alguien respondiera. La respuesta no es la guerra, la respuesta es la fraternidad. Este es el desafío para Irak, pero no solo: es el desafío para tantas regiones de conflicto y, en definitiva, es el desafío para el mundo entero: la fraternidad. ¿Seremos capaces nosotros de hacer fraternidad entre nosotros, de hacer una cultura de hermanos? ¿O seguiremos con la lógica iniciada por Caín, la guerra? Fraternidad, fraternidad.
Por esto nos hemos encontrado y hemos rezado, cristianos y musulmanes, con representantes de otras religiones, en Ur, donde Abrahán recibió la llamada de Dios hace unos cuatro mil años. Abrahán es padre en la fe porque escuchó la voz de Dios que le prometía una descendencia, dejó todo y partió. Dios es fiel a sus promesas y todavía hoy guía nuestros pasos de paz, guía los pasos de quien camina en la Tierra con la mirada dirigida al Cielo. Y en Ur, estando juntos bajo ese cielo luminoso, el mismo cielo en el cual nuestro padre Abrahán nos vio a nosotros, su descendencia, nos pareció que resonaba todavía en los corazones esa frase: Vosotros sois todos hermanos.
Un mensaje de fraternidad llegó desde el encuentro en la catedral siro-católica de Bagdad, donde en 2010 fueron asesinadas cuarenta y ocho personas, entre las cuales dos sacerdotes, durante la celebración de la misa. La Iglesia en Irak es una Iglesia mártir y en ese templo, que lleva inscrito en la piedra el recuerdo de esos mártires, resonó la alegría del encuentro: mi asombro de estar en medio de ellos se fusionaba con su alegría de tener al Papa con ellos.
Lanzamos un mensaje de fraternidad desde Mosul y desde Qaraqosh, sobre el río Tigris, en las ruinas de la antigua Nínive. La ocupación del Estado Islámico causó la fuga de miles y miles de habitantes, entre los cuales muchos cristianos de diferentes confesiones y otras minorías perseguidas, especialmente los yazidíes. Se ha destruido la antigua identidad de estas ciudades. Ahora se está tratando de reconstruir con mucho esfuerzo; los musulmanes invitan a los cristianos a volver, y juntos restauran iglesias y mezquitas. Fraternidad, está ahí. Y sigamos, por favor, rezando por estos hermanos y hermanas nuestros tan probados, para que tengan fuerza de volver a comenzar. Y pensando en tantos iraquíes emigrados quisiera decirles: habéis dejado todo, como Abrahán: como él, custodiad la fe y la esperanza, y sed creadores de amistad allá donde estéis. Y, si podéis, volved.
Un mensaje de fraternidad vino de las dos Celebraciones eucarísticas: la de Bagdad, en rito caldeo, y la de Erbil, ciudad donde fui recibido por el presidente de la región y su primer ministro, por las autoridades —agradezco mucho que vinieran a recibirme— y también fui recibido por el pueblo. La esperanza de Abrahán y de su descendencia se ha realizado en el misterio que hemos celebrado, en Jesús, el Hijo que Dios Padre no escatimó, sino que donó para la salvación de todos: Él, con su muerte y resurrección, nos ha abierto el paso a la tierra prometida, a la vida nueva donde las lágrimas son secadas, las heridas sanadas, los hermanos reconciliados.
Queridos hermanos y hermanas, alabemos a Dios por esta histórica visita y sigamos rezando por esa Tierra y por Oriente Medio. En Irak, no obstante el fragor de la destrucción y de las armas, las palmas, símbolo del país y de su esperanza, han seguido creciendo y dando fruto. Así sucede con la fraternidad: como el fruto de las palmas no hace ruido, pero es fructífera y nos hace crecer. ¡Dios, que es paz, conceda un futuro de fraternidad a Irak, a Oriente Medio y al mundo entero!
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