El cardenal Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas y responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), ofrece a los lectores de Exaudi su artículo semanal titulado “Sinodalidad, no democracia eclesial”.
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Mirar
Se está desarrollando un Sínodo de la Iglesia Católica en Alemania, con temas muy delicados sobre moral sexual, el sacerdocio, también para la mujer, el celibato presbiteral y las estructuras eclesiales. En esas reuniones se puede discutir de todo, no sólo en Alemania. Participé en el Sínodo de los Obispos sobre la formación sacerdotal (1990), en el Sínodo de América (1997), en las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe en Santo Domingo (1992) y en Aparecida (2007), convocados por los respectivos Papas, y en esos eventos también se discutieron temas delicados. No hay problema en que se aborden; sin embargo, las decisiones no se pueden asumir por mayoría de votos, cuando entran en juego temas doctrinales o morales sancionados por la Palabra de Dios y por el Magisterio eclesial. No podemos hacer una iglesia según los gustos o convicciones de mayorías, que pueden ser manipuladas por diversos intereses, por las modas culturales del momento, y no siempre inspiradas por la Palabra de Dios. Por eso surgen dudas sobre el Sínodo de Alemania, pues se dijo que sus conclusiones serían vinculantes; es decir, que si la mayoría decidía una cosa, los obispos y toda la iglesia alemana debería regirse por ello, aunque fuera algo contrario a la Iglesia universal. Todo se puede discutir, pero el servicio del magisterio eclesial es cuidar la recta doctrina y la fidelidad al Evangelio. No somos una iglesia democrática; somos sinodalidad.
El cardenal Joseph Ratzinger, antes de ser elegido Papa, pidió al CELAM “proseguir el camino de profundización de los contenidos doctrinales de la Teología India, para avanzar en su clarificación a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia”. Para ello, se instituyó un equipo asesor, del que soy coordinador hasta la fecha, y hemos organizado simposios sobre temas muy delicados, como Jesucristo, la Creación, la Revelación, la Trinidad, el Espíritu Santo y los pueblos originarios. Se escuchan muchas opiniones sobre las culturas indígenas y la fe, pero nuestro servicio es ofrecer criterios para que Jesucristo sea nuestro punto central de referencia, con la ayuda del magisterio eclesial.
En muchas diócesis se están llevando a cabo procesos de consulta en orden al Sínodo mundial sobre la sinodalidad, a realizarse en Roma en octubre de 2023. Pero todo esto se concatena perfectamente con las consultas que se hicieron al Pueblo de Dios para la Asamblea Eclesial Latinoamericana, promovida por el CELAM y realizada en noviembre pasado, así como en orden al Encuentro Eclesial de la Iglesia en México, programado para abril próximo. Tomar en cuenta a toda la comunidad para analizar qué está pasando y qué se propone para mejorar la misión de la Iglesia, es un proceso que no debería ser novedad, sino una forma ordinaria de vivir nuestra identidad eclesial, que es comunión.
Discernir
La Comisión para el Sínodo universal, en su Documento Preparatorio, nos propone estos procesos para caminar hacia la sinodalidad eclesial: “Hacer memoria sobre cómo el Espíritu ha guiado el camino de la Iglesia en la historia y nos llama hoy a ser juntos testigos del amor de Dios; vivir un proceso eclesial participado e inclusivo, que ofrezca a cada uno – en particular a cuantos por diversas razones se encuentran en situaciones marginales – la oportunidad de expresarse y de ser escuchados para contribuir en la construcción del Pueblo de Dios; reconocer y apreciar la riqueza y la variedad de los dones y de los carismas que el Espíritu distribuye libremente, para el bien de la comunidad y en favor de toda la familia humana; experimentar modos participados de ejercitar la responsabilidad en el anuncio del Evangelio y en el compromiso por construir un mundo más hermoso y más habitable; examinar cómo se viven en la Iglesia la responsabilidad y el poder, y las estructuras con las que se gestionan, haciendo emerger y tratando de convertir los prejuicios y las prácticas desordenadas que no están radicadas en el Evangelio; sostener la comunidad cristiana como sujeto creíble y socio fiable en caminos de diálogo social, sanación, reconciliación, inclusión y participación, reconstrucción de la democracia, promoción de la fraternidad y de la amistad social; regenerar las relaciones entre los miembros de las comunidades cristianas, así como también entre las comunidades y los otros grupos sociales, por ejemplo, comunidades de creyentes de otras confesiones y religiones, organizaciones de la sociedad civil, movimientos populares, etc.; favorecer la valoración y la apropiación de los frutos de las recientes experiencias sinodales a nivel universal, regional, nacional y local”.
La misma Comisión advierte: “La sinodalidad es mucho más que la celebración de encuentros eclesiales y asambleas de obispos, o una cuestión de simple administración interna en la Iglesia; la sinodalidad indica la específica forma de vivir y obrar de la Iglesia Pueblo de Dios que manifiesta y realiza en concreto su ser comunión en el caminar juntos, en el reunirse en asamblea y en el participar activamente de todos sus miembros en su misión evangelizadora. La pregunta fundamental que guía esta consulta al Pueblo de Dios es la siguiente: En una Iglesia sinodal, que anuncia el Evangelio, todos “caminan juntos”: ¿cómo se realiza hoy este “caminar juntos” en la propia Iglesia particular? ¿Qué pasos nos invita a dar el Espíritu para crecer en nuestro “caminar juntos”?
Sin embargo, para quitar la idea de que el camino sinodal elimina el ministerio jerárquico, y que por tanto todos los temas se resuelven por mayoría de votos, dijo el Papa a los participantes en la Plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe: “Algunos pueden pensar que el camino sinodal consiste en escuchar a todo el mundo, hacer una investigación y dar resultados. Muchos votos, muchos votos, muchos votos… No. Un camino sinodal sin discernimiento no es un camino sinodal. Es necesario -en el camino sinodal- discernir continuamente opiniones, puntos de vista, reflexiones. No se puede recorrer el camino sinodal sin discernimiento. Este discernimiento es lo que hará del Sínodo un verdadero Sínodo, en el que el personaje más importante es el Espíritu Santo, y no un parlamento o un sondeo de opiniones que puedan realizar los medios de comunicación. Por eso insisto: el discernimiento en el proceso sinodal es importante” (21-1-2022).
Y en su Discurso a la Asamblea Plenaria de la Congregación para las Iglesias Orientales, insistió: “El camino sinodal no es un parlamento, no es decirnos diferentes opiniones y luego hacer una síntesis o una votación; no. El camino sinodal es caminar juntos bajo la guía del Espíritu Santo. En la sinodalidad está el Espíritu, y cuando no hay Espíritu sólo hay un parlamento o una encuesta de opinión, pero no el Sínodo” (18-II-2022).
Actuar
Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a vivir nuestra libertad de hijos de Dios y hermanos unos de otros, para ser corresponsables con la jerarquía en la renovación de la Iglesia, y no seamos apáticos a este proceso sinodal que estamos incrementando. Si tienes algo que proponer, hazlo con libertad de espíritu y con amor fraternal, como hijo que ama a su madre la Iglesia, que anhela verla libre de manchas y arrugas, no como un juez implacable y vengativo.