Camino de Fe Epifanía del Señor: Reflexión de Mons. Enrique Díaz

La fiesta de la Epifanía encierra un rico contenido teológico

Camino Fe Epifanía Señor
Epifanía del Señor © Cathopic

Monseñor Enrique Díaz Díaz comparte con los lectores de Exaudi su reflexión sobre el Evangelio del próximo 2 de enero de 2021, titulado “Camino de Fe Epifanía del Señor”.

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Isaías 60, 1-6: “La gloria del Señor alborea sobre ti”

 Salmo 71. “Que te adoren, Señor, todos los pueblos”

Efesios 3, 2-3. 5-6: “También los paganos participan de la misma herencia que nosotros”

 San Mateo 2, 1-12: “Hemos venido de oriente para adorar al rey de los judíos”


Hoy es un día de ideales, de sueños, de esfuerzo y de mucha fe. Hoy celebramos la popular fiesta de los Santos Reyes que a duras penas se sostiene en nuestras familias frente a la apabullante invasión del superfluo y gordo Santa Claus, ajeno a nuestras costumbres. La fiesta de la Epifanía encierra un rico contenido teológico que no debemos perder. No en vano es la fiesta más importante de muchas iglesias orientales. Epifanía significa “manifestación”. En este día revivimos el momento en el que Dios se manifiesta a los gentiles, es decir, cuando el Señor abre las puertas de su Reino a todos los hombres, sean o no hebreos. Hasta que Cristo nace los que no eran descendientes de Abrahán no podían entrar en el Reino de Dios. Eran “paganos”, raza impura cuya cercanía manchaba a tal grado que no se podía entrar en sus casas sin quedar impuros ante Dios. Todo esto desaparece, el Señor destruye estas fronteras. Con el nacimiento de Cristo una nueva estrella se enciende en lo alto de los cielos, su luz brilla con claridad y fuerza, es un signo visible del amor de Dios, de su llamada insistente y persuasiva para que todos y cada uno sigamos el camino marcado por la luz de la fe en Cristo, un camino distinto para cada uno, pero abierto para todos ya que a todos nos llama Dios a ser iluminados por su luz y por su amor.

San Mateo nos lo manifiesta de una manera excepcional en la narración emocionante de los Magos de Oriente. ¿Es una historia real o es un cuento de niños? Yo diría que es un cuento del Niño Dios a los niños del Reino. Mateo hace teología al modo oriental enseñando  que ese Niño ante el que se postran hombres venidos de lejanas tierras es el mismo de que habla Isaías. Y al mismo tiempo nos descubre lo mismo que  San Juan en el prólogo de su evangelio: “Que vino a los suyos (los judíos) y no le recibieron”. Ninguna autoridad religiosa o civil se postra ante el Niño Dios, sólo aquellos Magos venidos del Oriente. San Mateo más que historia hace teología, esa “ciencia de los niños”, las gentes sencillas y humildes, los pequeños a los que el Padre revela los infinitos misterios del reino. Para entender y entrar en el Reino de los cielos tenemos que hacernos como niños, no puede entrar nadie que no nazca de nuevo comenzando por ser niño otra vez. La Teología no vive en gruesos y difíciles libros, se estudia de rodillas, postrados, como los Magos se pusieron ante el Niño. San Mateo nos presenta en su relato todo el camino de la fe: búsqueda inquieta, apertura, aceptación, caminar con perseverancia en medio de las dificultades y los problemas, discernimiento y finalmente adoración profunda y humilde ante el misterio del Niño.

Ciertamente Epifanía es manifestación del Señor pero no queda en el pasado. Todos los días se nos manifiesta el Señor, todos los días Dios amanece sobre nuestras vidas. Lo importante es que seamos capaces de verlo, que lo veamos en el pobre que sufre y en el rico que comparte sus bienes, en nuestros éxitos y en nuestros fracasos. El discípulo sabe descubrir a Dios en medio de los acontecimientos de cada día. Muchas veces necesitaremos que una estrella nos guíe, que la luz de Dios se haga más visible a través de signos especiales. Dios siempre está amaneciendo sobre nuestras vidas, lo importante es que tengamos los ojos y el corazón limpios, para saber ver a Dios a través de los acontecimientos exteriores. También debemos pensar que Dios quiere valerse, a veces, de cada uno de nosotros para que seamos luz y estrella que oriente el camino de los demás. Con mucha humildad y con mucha generosidad, ofreciendo, no imponiendo, viviendo, más que hablando. La luz de Dios, su estrella, cuando se hace presente, de verdad, en nuestras vidas, nos llena de una alegría interior y profunda. Saber que la luz de nuestra vida orienta por el buen camino a otras personas nos da confianza y alegría.

Hoy es el día de las estrellas. Día de la ilusión del que cree en lo maravilloso, del que entiende el asombro que hay en el titilar de una estrella, del que se aventura en el camino de buscar al Niño recién nacido, del que no desprecia la luz vacilante de la estrella de la Fe y sabe descubrir en el rostro del pequeño Niño, al “Dios con nosotros” y con alegría se postra ante Él y le entrega todo lo que tiene. Y después de contemplarlo y adorarlo, no sigue los mismos caminos de Herodes, del poder, de la seguridad, de la envidia, sino “emprende los nuevos caminos” que le han enseñado los dos luceros que lo miraron con amor. En el día de Epifanía surgen muchos retos que debemos asumir con responsabilidad y valentía: ¿Tengo un ideal por el cual vale la pena luchar? ¿Cómo estoy abriendo mi corazón a todos los hombres? ¿Cómo lograremos superar las divisiones y los individualismos en que nos ha encerrado este mundo neoliberal? ¿Cómo voy siguiendo el camino de la fe?

Señor, Dios nuestro, que por medio de una estrella diste a conocer en este día, a todos los pueblos, el nacimiento de tu Hijo, concede a los que ya te conocemos por la fe, descubrir en cada rostro de hombre, mujer o niño, el rostro de Jesús hecho hermano nuestro. Amén.