El sacerdote Rafael de Mosteyrín ofrece el siguiente artículo sobre la Navidad, resaltando la importancia de la celebración interior: “¡Qué grandeza la de un Dios Todopoderoso que se quiere hacer tan pequeño”.
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En Navidad recordamos que Dios nos quiere tanto que nace como uno de nosotros. San José y la Virgen María se ven obligados a adecentar un establo, para que nazca en un pesebre, ya que nadie les quiere acoger. Se trata de un acontecimiento único, presenciado sólo por unos pocos. Unos pastores acuden deprisa para acompañarle. Días después llegan unos Magos, guiados por una estrella. También los ángeles bajan a felicitar al Niño Jesús. Pero, ante todo, una Virgen Madre –acompañada por san José que hace las veces de padre y esposo- adora a su Hijo recién nacido. ¡Qué grandeza la de un Dios Todopoderoso que se quiere hacer tan pequeño! Nace absolutamente indefenso, y necesitado, para que nos demos cuenta de cuánto espera nuestro amor, que podemos manifestar con las buenas obras de nuestra vida. Nos pregunta entonces ¿tú cómo me quieres acoger estos días?
¿Por qué pasó esto? Muchísimo tiempo antes nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, y cometieron el pecado original. Entonces Dios mismo no tuvo más remedio que permitir que nos quedáramos separados de Él. Pero, con su misericordia infinita, quiso perdonarnos y mostrar el mayor amor posible. Se haría uno de nosotros, para que comprendamos cuánto nos quiere. Después se ofrecerá en sacrificio, a Dios Padre, para que volvamos a ser aceptados en la eternidad.
Jesús va a nacer. Una semana antes, María y José, reciben una orden muy inoportuna. Un edicto de César Augusto dice que tienen que ir a empadronarse a la ciudad de donde era originaria la familia de José, que es Belén. A la Virgen le queda una semana para dar a luz, y no es el mejor momento para viajar. Aquel trayecto suponía cruzar el país de norte a sur. Con todo tipo de incomodidades. La tradición nos dice que la Virgen María viajaba en un burro, y san José le acompañaba a pie.
De la Sagrada Familia aprendemos la humildad. Nos la demuestra porque no se quejan, ni se sorprenden, de la pobreza en que nace el Hijo de Dios. Aprendemos también de su comportamiento lo que significa el espíritu de servicio. Pues entre ellos hay una colaboración mutua, sin enfados ni impaciencias. Lo principal de la Navidad es que descubramos la importancia de la celebración interior, mucho más necesaria que la externa. Y tener esta fiesta por dentro significa pensar en nuestra vida. De qué debemos arrepentirnos, para pedirle perdón a Dios, y cómo podemos acercarnos más a Él.
Sin ninguna duda la mayor cercanía siempre es la participación en la Santa Misa. En Navidad, además de los domingos, hay tres días más igualmente importantes. Son también, por tanto, de precepto. El 25 de diciembre, por ser Navidad. En enero el 1 por ser el día de Santa María, y el día 6 por ser la manifestación de Jesús a todas las personas, el día de la adoración de los Reyes Magos.