Un “pacto social” como vía para una “paz duradera”, que se logrará a través de “tres elementos esenciales”: el diálogo entre generaciones, la educación y el trabajo. Este es el núcleo del mensaje del Santo Padre para la 55ª Jornada Mundial de la Paz, que fue presentado durante una conferencia de prensa por el cardenal Peter K. A. Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral; la hermana Alessandra Smerilli, secretaria del mismo Dicasterio; el padre Fabio Baggio, subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados; y Aboubakar Soumahoro, presidente de la Lega Braccianti y portavoz de Invisibili in Movimento.
Crisis moral y falta de voluntad política
El purpurado ghanés introdujo el mensaje del Papa destacando su “trasfondo” bíblico, con referencias a la historia de Israel y al exilio en particular. Referencias que se reflejan en el mundo actual en la crisis moral y ética y en la falta de voluntad política para adoptar y comprometerse con las medidas necesarias ante la crisis climática, la pandemia y las desigualdades económicas potencialmente letales.
Pero también en una mentalidad que sólo mira el beneficio a corto plazo y difumina cualquier perspectiva de ganancias duraderas. Situaciones que alimentan las crisis migratorias y de refugiados, que desencadenan un clima de desconfianza, hostilidad e inseguridad. Turkson también relacionó el contenido de este Mensaje con las enseñanzas del Papa Francisco sobre la cultura del diálogo, la dignidad humana y la construcción de la paz.
Jóvenes
A continuación, los demás oradores examinaron los “tres elementos indispensables” indicados por el Papa. La hermana Alessandra Smerilli subrayó que “olvidamos el dolor de los que sufren las guerras y la falta de paz en este mundo”. Que es también la guerra “que los humanos han librado durante mucho tiempo con la naturaleza, con nuestro hogar común y con otras especies vivas”. Los jóvenes, que son los primeros protagonistas de este mensaje, saben muy bien a estas alturas que están en este conflicto entre nosotros y la tierra. No lo han pedido, no lo quieren, pero saben que están luchando por salvar el planeta”. “El Papa está con ellos”, añadió, “El ‘grito de la tierra y el grito de los pobres son el mismo grito’“.
Trabajo para todos
Luego está la cuestión central del trabajo, “expresión de nuestra identidad y dignidad, de nuestra vocación social y relacional”. A este respecto, la hermana Smerilli anunció “un proyecto titulado ‘Trabajo para todos’: será una gran operación para escuchar a todos los que buscan soluciones creativas a los problemas del trabajo en diferentes lugares. Escuchar, discernir y poner en común, creando las condiciones para que ocurra algo nuevo. Para que la paz se construya con condiciones de trabajo dignas para todos”.
Comunicación entre generaciones
El padre Baggio señaló que el mensaje “se aleja ligeramente de la tradicional oposición entre paz y guerra. De hecho, insiste en la idea de la paz como meta de un camino” que san Pablo VI definió como “desarrollo humano integral”. En este sentido, la primera herramienta para construir una paz duradera “es la comunicación sincera, fructífera y generadora entre las viejas y las nuevas generaciones. La sabiduría de los que tienen más experiencia debe servir para moderar los entusiasmos fáciles de los que tienen menos, al igual que la temeridad de los más jóvenes debe servir de acicate a los que tienden a detenerse en el ‘siempre se ha hecho así’”.
La centralidad de la educación
La segunda “es la educación, entendida como la enseñanza que genera cultura y asegura la libertad y la responsabilidad. En esta perspectiva, el mensaje insiste especialmente en la educación hacia una cultura del ‘cuidado’, entendida como el cuidado de la casa común y de la familia común”. Y refiriéndose al contexto migratorio, el padre Baggio recordó cómo está “cada vez más poblado de trabajadores empleados en el sector de los cuidados, ejemplos silenciosos y humildes de dedicación y sacrificio”.
Pobreza galopante
Por último, Aboubakar Soumahoro recordó la creciente pobreza, agravada por la pandemia: “personas que no pueden satisfacer sus necesidades vitales y las de sus familias debido a las crecientes desigualdades materiales”. Por eso pidió una “revolución espiritual capaz de entrar en la dinámica de la vida real, también para reconstruir el sentido de pertenencia a la misma comunidad humana”, junto con “una acción social y política popular y no populista”. Una política capaz de devolver la esperanza y no exasperar el sufrimiento, uniendo y federando a personas diferentes pero con necesidades y sueños comunes”.
Aboubakar subrayó que “el lugar de trabajo se ha convertido en una zona de guerra”, mientras que “el impacto sobre los salarios está provocando un empobrecimiento constante que afecta sobre todo a las mujeres y a los jóvenes”.
La carrera armamentística
En respuesta a una pregunta sobre el aumento de la inversión en armamento en comparación con la educación, Turkson dijo que la lista podía ampliarse a la necesidad de invertir no sólo “en educación, sino también en alimentos, en la defensa de la dignidad humana… Eisenhower comparó cuántos kilómetros de carretera o cuántas escuelas podían construirse por el coste de una bomba atómica. Nuestro deseo es que empecemos a invertir en lo que consideramos necesario para el bien de la humanidad”.
Turkson subrayó que la falta de confianza entre los Estados genera incertidumbre y una carrera armamentística. “No sé si tendremos el Foro de Davos este año”, dijo, “pero el tema es precisamente el desarrollo de la confianza. Si tenemos confianza, el gasto en armamento disminuirá”. El padre Baggio añadió que el Dicasterio, junto con la Comisión vaticana COVID-19, está preparando “una reflexión sobre el aumento de los conflictos y los flujos de desplazados en los meses de la pandemia”. Hay que cambiar la lógica de las inversiones, ya que las personas desplazadas por los conflictos producirán nuevas crisis humanitarias”. Por último, Aboubakar destacó que la “dialéctica constructiva”, que debería sustituir a la “diplomacia de guerra”, está cada vez más ausente en las relaciones, incluso entre Estados.