Patricia Hernández Valdez, especialista en Bioética por la Universidad Anáhuac México, comparte con los lectores de Exaudi el artículo “Mejoramiento humano: ¿Un paso hacia adelante?”.
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Durante un par de décadas, hemos sido testigos de cómo la tecnología ha avanzado a pasos agigantados. Desde el uso de teléfonos celulares y otros dispositivos móviles para comunicarnos constantemente -e incluso, llevar a cabo actividades profesionales remuneradas-, hasta las terapias más sofisticadas que buscan curar enfermedades que hasta hace pocos años eran incurables o de un manejo extraordinariamente difícil, y que ponían en riesgo la calidad de vida y supervivencia del paciente.
En este sentido, durante los últimos años se han aplicado tratamientos que no sólo buscan superar o tratar cierta patología, sino incluso, ir más allá de lo anteriormente implementado: esto es, mejorar el diseño con el que los seres humanos hemos sido concebidos (por diseño, se hace referencia a todo lo que se advierte en el concepto de finitud humana: condiciones genéticas particulares, envejecimiento, fallas en la cognición, sufrimiento emocional, accidentes de todo tipo, etcétera). Algunas de las formas en las cuales se han llevado a cabo estas investigaciones tienen que ver con eugenesia embrionaria y perinatal, nanotecnología molecular aplicada al cerebro para potenciar capacidades cognitivas, biotecnología que potencie la vista y otras capacidades, desarrollo de fármacos que controlan el bienestar emocional y reduzcan el impacto negativo de ciertas experiencias humanas, uso de medicamentos que incrementen la creatividad y que disminuyan considerablemente la timidez, la ampliación de la expectativa de vida utilizando terapias génicas, entre otras.
Todo ello representa desde luego, un paradigma cultural, intelectual y científico debido a que los líderes de este llamado movimiento transhumanista afirman el deber moral de mejorar las capacidades físicas y cognitivas, aplicando nuevas tecnologías para eliminar aspectos considerados indeseables en el ser humano. Empero, ¿qué tan viable es esto éticamente hablando?
Inicialmente, en su desarrollo y evolución, se estable que el concepto de persona y dignidad es reducido a una cualidad cambiante y simplista sin fundamentación ontológica, además de que la noción de naturaleza humana se reduce a algo puramente material en donde la ventaja física o biológica impera por sobre otras capacidades o cualidades de un individuo, promoviendo notablemente la práctica eugenésica en pro del nacimiento de seres humanos “perfectos”.
En este efecto ¿Tenemos la obligación moral de mejorar al ser humano y expandir sus capacidades de manera ilimitada? ¿Qué significa mejorar? ¿Quién y cómo se establecen los límites de las mejoras biotecnológicas? ¿Cuál es la raíz de ese afán de introducir cambios a la naturaleza humana que la alteran hasta eliminarla? ¿Cómo influye esto en el ecosistema a corto, mediano y largo plazo?
Desde el punto de vista del personalismo, se formula que el mejoramiento humano a través de la tecnología está basado en una utopía del progreso ilimitado de la ciencia, siendo justamente en este punto en el que los principios éticos generales afirman que son ilícitas aquellas intervenciones que ponen en un riesgo inminente el reconocimiento a la dignidad de la persona humana. En concordancia con lo señalado por el Vaticano en febrero de 2020, es elemental humanizar la técnica y no tecnologizar lo humano, evitando concebir al hombre como una herramienta para conseguir la perfección.