El padre Jorge Miró comparte con los lectores de Exaudi su comentario sobre el Evangelio de mañana, 23 de mayo de 2021, Solemnidad de Pentecostés.
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Celebramos hoy el día de Pentecostés. Cincuenta días después de la Pascua, la Iglesia recibe el don del Espíritu Santo, el don más alto de Dios al hombre. El Espíritu Santo se nos da para nuestra santificación: para que vivamos identificados totalmente con Cristo, y, para que, permaneciendo en Él, podamos dar fruto abundante.
El Espíritu Santo nos da sus dones para sostener y animar nuestra vida cristiana, nuestro camino de santidad. Estos dones son actitudes interiores permanentes que nos hacen dóciles para seguir los impulsos del Espíritu. Estos siete dones son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
Son dones que no podemos conseguir con nuestro esfuerzo, sino que los recibimos gratuitamente en nuestro bautismo: la gracia santificante nos concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante sus dones (cf. Catecismo 1266.).
Si aceptamos en nuestro corazón estos siete dones, y vivimos animados por el impulso del Espíritu siguiendo a Jesucristo como único Maestro y único Señor, los dones del Espíritu producen en nuestra vida doce frutos, que son la obra del Espíritu en nuestra vida. Estos doce frutos, según la Tradición de la Iglesia, son: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad (firmeza, perseverancia), bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad (Gal 5, 22-23).
«Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida» (cf. Francisco, GE 15).
Por ello, la Palabra de Dios que proclamamos hoy te invita a vivir según el Espíritu y no según la carne.
Vivir según el Espíritu es reconocer que todo es don, que todo es gracia. Que tú no te das la vida a ti mismo, que necesitas cada día el don del Espíritu para poder vivir. Y este Espíritu te regala una vida nueva: la vida nueva de los hijos de Dios, la vida nueva iluminada por la luz de Cristo, la vida nueva que te lleva a la comunión con otros hermanos en la Iglesia, la vida nueva que te lleva a cantar el cántico nuevo: la alabanza, que es el eco de la acción del Espíritu en el corazón creyente.
Vivir según la carne (cf. Rom 8, Gal 5) es creer que tú eres dios. Que tú te das la vida a ti mismo. Es pretender vivir con tus criterios y con tus fuerzas. Es vivir mirándote a ti mismo en vez de contemplar al Señor y abrirte a la acción del Espíritu. Es querer que Dios haga tus proyectos en vez de abrirte tú a la voluntad de Dios. Y entonces, uno acaba cansado y agobiado, viviendo la vida más como una carga que como un regalo, más como una exigencia que como un don. Y tantas veces, en lugar de la alabanza lo que brota es la murmuración y el resentimiento. Porque falta acoger la acción del Espíritu que no quita los problemas, sino que los transfigura, que lo hace todo nuevo.
Es también el momento para preguntarte qué estás haciendo con los carismas, dones gratuitos que has recibido del Espíritu Santo, y que los has recibido para ponerlos al servicio de los demás en la Iglesia. Esos carismas no los puedes guardar para ti: no son tuyos. Los has recibido para que fructifiquen en favor de los demás.
¡Ánimo! ¡Abre tu corazón al Espíritu Santo! ¡Deja que Él tome el control de tu vida! ¡Ven Espíritu Santo! ¡Feliz Domingo de Pentecostés!
¡Os daré un corazón nuevo! (cf. Ez 36, 26).
¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).