El sacerdote español Rafael Mosteyrín ofrece a los lectores de Exaudi un nuevo artículo de reflexión sobre la Virgen María y el mes de mayo, por deseo del Papa Francisco, un mes dedicado a un maratón de oraciones para promover entre los fieles, las familias y las comunidades el rezo del Rosario para invocar el fin de la pandemia.
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Hace muchos años escuché la historia de las pepitas de oro de la señora Antonia. Desde muy pequeña ella tuvo la costumbre de rezar siempre tres Avemarías a la Santísima Virgen, pues sabía que le gustaba mucho esa manifestación de cariño. Llegó el día de su fallecimiento, y se marchó al Cielo, precisamente el día del cumpleaños de la Santísima Virgen.
Había una gran celebración a nuestra Madre, que estaba junto a la Santísima Trinidad. San José le había regalado un vestido azul, precioso. San Pedro le regaló una corona de oro. Y así nuestra Madre era homenajeada por todos los santos y ángeles. Entre los distintos ángeles de la guarda, allí presentes, la señora Antonia pudo saber quién era el suyo, que en ese momento se acercaba a la Virgen María.
El regalo que le llevó fue un enorme cofre, lleno de pepitas de oro. La señora Antonia tuvo una alegría inmensa cuando se enteró de que, cada una de las pepitas de oro, eran propiamente regalos suyos. Eran todas las Avemarías que había rezado cada noche, y durante toda su vida.
Rezarle el Avemaría a la Virgen es una demostración de cariño. Rezarle tres cada noche es una costumbre que no dura más de un minuto, pero que su constancia muestra cuánto queremos a nuestra Madre, y Ella es muy agradecida. Es una primera idea para regalarle este mes de mayo, y a lo largo de toda nuestra vida.
Cada año celebramos que el mes de mayo es el de la Virgen María. No es sólo una celebración de un día-como el de su cumpleaños- sino que son 31 días seguidos. Además este año es especialmente redondo, pues se lo estamos dedicando a san José, motivo de gran alegría también para la Virgen.
Tenemos el reto de querer más a la Virgen María, durante el próximo vez. Vamos a hacerle regalos muy grandes. La grandeza de nuestra generosidad viene recordada también por el Papa Francisco. Nos ha pedido un maratón de oración por el fin de la pandemia, durante este mes de mayo. Y claro, la oración preferida de la Virgen es el Santo Rosario.
En esta oración le rezamos cada vez, nada más y nada menos, que 50 Avemarías y un montón de piropos y felicitaciones a nuestra Madre, que resumen cuánto nos quiere y cómo nos protege. En recientes apariciones de la Virgen, como en Lourdes y en Fátima, nos ha pedido que recemos el Rosario, por nuestro bien y como modo de arreglar todos los problemas del mundo.
Es de una fuerza inmensa, el Rosario puede solucionarlo todo. En cada Avemaría le pedimos a la Virgen lo más importante para cada uno de nosotros. Y le felicitamos recordándole lo que queremos y que es la persona más cerca de Dios, y nada menos que su Madre. Ahora, con mayor motivo, le podemos rezar para felicitarle y para pedir el fin de la pandemia.
Y, desde luego, el mayor regalo será que nos acerquemos a su Hijo. A través de la Confesión, por la que somos perdonados siempre, y en todo. Y, una vez limpios, recibiéndole en la Comunión. Mientras más veces mejor. Al menos una vez a la semana, cada domingo. Al fin y al cabo es una hora a la semana, el 0,59% de las 168 horas de cada semana. Creo que, sinceramente, ninguno podemos decir que no tengamos tiempo para rezar a la Virgen María, o para asistir a la Santa Misa cada domingo.