Reflexión de Mons. Enrique Díaz: El Señor es compasivo y misericordioso
III Domingo de Cuaresma

Mons. Enrique Díaz Díaz comparte con los lectores de Exaudi su reflexión sobre el Evangelio de este domingo, 23 de marzo de 2025, titulado: “El Señor es compasivo y misericordioso”.
***
Éxodo 3, 1-8. 13-15: “‘Yo-soy’, me envía a ustedes”
Salmo 102: “El Señor es compasivo y misericordioso”
I Corintios 10, 1-6. 10-12: “La vida del pueblo escogido, con Moisés, en el desierto, es una advertencia para nosotros”
San Lucas 13, 1-9: “Si no se convierten, perecerán de manera semejante”
Los últimos censos nos muestran una clara opción de muchas personas de vivir sin Dios. El número de quienes dicen no profesar ninguna religión ha crecido en grandes proporciones. Así me decía un joven: “Prefiero no tener ninguna religión. Las religiones sólo han causado divisiones, así que no tengo más dios que mi persona y trato de vivir en paz”. Y me deja clavada en el corazón esa especie de añoranza y la certeza de que Dios le estorba para vivir plenamente, cuando Dios es el Dios de la vida, de la unión, de la comunidad y de la paz. ¿Alejarse de Dios o alejarse de las falsas imágenes de Dios que hemos ido creando y que lo deforman? Ya decía un gran autor que “no hay cosa más nefasta que una mala imagen de Dios. Detrás de muchos conflictos humanos, psicológicos, interraciales o culturales, subyace un problema de una concepción deformada de Dios”.
Las lecturas de este día nos ayudan a clarificar la imagen de Dios que Cristo nos propone. Se enfrenta a una tradición que mira a Dios como el terrible castigador, el opresor que está atento a las desviaciones humanas, para infligir crueles castigos. Así suenan las acusaciones de aquellos hombres que piensan que algún mal horrible debieron cometer quienes reciben la muerte por orden de Pilato. Es la imagen que ellos se hacen de Dios y la imagen deformada que hoy podemos constatar. La imagen de Dios no es siempre un elemento que nos eleve, que nos inspire, que nos libere. En torno a ella se dan un cúmulo de miedos, terrores, represiones e injusticias. No siempre es Dios una fuerza que desate nudos, que deshaga enredos, que eleve a las personas por encima de las miserias existenciales y cotidianas. A menudo, las personas llevan la imagen de un dios como una carga muy pesada, casi insoportable, pero que no se puede tirar porque ocurrirían graves desagracias. ¿Es esta la imagen que viene a revelarnos Jesús de nuestro Padre Dios?
No es la imagen que nos ofrece Jesús, y hoy las lecturas nos proponen un camino para descubrir que esas “imágenes de Dios” no son el Dios que Jesús nos enseña, al cual nos acerca, sino sus deformaciones. Como si ahora nos invitara Jesús a dejar que Dios sea Dios y no las “ideas” que nosotros nos hemos hecho de Él. Las preguntas que le hacen sus discípulos son un eco de lo que nosotros seguimos pensando. Tanto cuando juzgamos a los demás como cuando nos juzgamos a nosotros mismos, descubrimos cuál es la imagen que tenemos de Dios y cómo percibimos a Dios en nuestras vidas. Es interesante cómo los discípulos leen “los acontecimientos” y cómo el mismo Jesús lee los acontecimientos. De hecho, podremos aprender de este texto a escuchar la voz de Dios en cada uno de los acontecimientos. Pero la conclusión que sacan los primeros y la imagen que tienen de Dios, es equivocada. Tienen el concepto de un Dios vengador, policía, atento a los errores de los hombres para precipitarlos en su propia ruina por ser pecadores. Jesús nos dice lo contrario: Dios es un Dios de misericordia, que siempre nos espera, que nos ama a pesar de nuestros errores y desvíos. Cuando sintamos ese amor incondicional de Dios, porque somos pecadores, debemos convertirnos y dar frutos de conversión. ¡Qué diferente convertirse por amor y convertirse por temor y con temor! Tener una mala imagen de Dios es una enfermedad que daña el espíritu, hace daño al cuerpo y a la mente. Tenemos que disponernos a vivir la experiencia del Dios que nos presenta Jesús. De ello depende el respeto y el amor a Dios, el respeto y el amor a nosotros mismos y a nuestro prójimo. El ídolo del miedo es la imagen de Dios más extendida y que puede causarnos más daño. Jesús siempre habla de la misericordia, del amor sin límites y de las entrañas del Padre.
Otra imagen de Dios que con frecuencia nos daña es considerarlo como un ser sediento de sacrificios, que quisiera el dolor de las personas y que se solaza en el sufrimiento humano. La teofanía del Éxodo nos presenta a un Dios muy cercano a su pueblo, que escucha sus gritos de dolor y se compromete en su liberación. Cuando hay tragedias, con frecuencia nos preguntamos: “y en estos momentos ¿dónde estaba Dios?” Dios está en el dolor de los hombres porque es radicalmente solidario, es su fuente y su fundamento. Es la raíz de su nombre: “El que es”, “El que está cercano y siempre presente con los hombres que ama”. Y su solidaridad es eficaz e inteligente, por eso pide a Moisés acciones concretas y liberadoras. Por eso exige tener los ojos atentos a las causas sociales, a las estructuras destructoras, a las injusticias y al sufrimiento de los pequeños. No basta una solidaridad de lástima y compasión, será siempre necesaria la solidaridad que transforma y cambia. Y Dios está en el centro de esta transformación, pero no es un Dios providencialista que nos soluciona todos los problemas, sino que coloca en nuestros hombros la responsabilidad de construir ese mundo nuevo. La solidaridad de Dios cuenta con la solidaridad humana y nos ofrece una tarea a todos. Todos podemos colaborar para quitar las esclavitudes e injusticias de nuestro mundo. Dios nos acompaña, nos sostiene y nos hace descubrir que es posible ese mundo de libertad, lejos de las cadenas de Egipto. Jesús, su hijo, se hace carne para vivir esa solidaridad con nosotros y para mostrarnos el camino de la verdadera libertad.
Dios es amor y quiere envolvernos en su amor, invitándonos a acoger y a hacer crecer su fuerza creadora y solidaria. Jesús, en especial en este tiempo de cuaresma, nos invita a creer en este amor inmenso de Dios, a dejarnos envolver en su misericordia y refugiarnos en sus entrañas de Padre. Convertirnos es la tarea de la cuaresma, pero convertirnos sosteniéndonos en el amor entrañable de nuestro Dios. ¿Cuál es la imagen de Dios que a mí me hace actuar: le temo como a juez, o lo amo como a Padre? ¿Cómo voy a vivir una verdadera conversión?
Señor, padre amoroso y lleno de misericordia, cuya bondad supera nuestros pecados, concédenos en esta cuaresma una verdadera conversión y un cambio de corazón, que nos lleven a dar los frutos de justicia, amor y paz que tu Hijo Jesús vino a enseñarnos. Amén.
Related

Santa Bernadette Soubirous, 16 de abril
Isabel Orellana
16 abril, 2025
6 min

Evangelización y Santificación del Trabajo
Exaudi Redacción
15 abril, 2025
7 min

«Ser católico en Tanzania es un orgullo»
Fundación CARF
15 abril, 2025
7 min

El Vaticano suprime al Sodalicio de Vida Cristiana tras un largo proceso de discernimiento
Exaudi Redacción
15 abril, 2025
2 min