10 marzo, 2025

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Esperanza

Motor del alma y faro en el camino del Jubileo

Esperanza
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«“Spes non confundit”, “la esperanza no defrauda” (Rm 5,5). (…) La (…) esperanza constituye el mensaje central del próximo Jubileo, que según una antigua tradición el Papa convoca cada veinticinco años». Estas palabras de la Bula de convocatoria al año Jubilar que vivimos, invitan a una reflexión sobre la esperanza.

Por un lado la esperanza es reconocida como estado afectivo que compromete las componentes de la persona humana: el ámbito somático y el anímico, íntimamente entrelazados. En efecto, según las ciencias de la salud actuales; quien sufre depresión anímica, suele adolecer de disminución de sus recursos inmunológicos somáticos.

Según el profesor Juan Manuel Burgos, en su libro: “Antropología breve” (2010); cada persona consta de tres componentes que permiten comprender su ser individual, su yo: el corpóreo, el psíquico y el espiritual. La componente espiritual está conformada por las facultades de la inteligencia y la voluntad, con su propiedad eminente: la libertad personal. Por la que, cada uno de nosotros, es capaz de tomar decisiones sobre sí mismo, autodeterminándose en gran medida.

Según el saber clásico, la atracción experimentada hacia un bien difícil de alcanzar, o un mal difícil de evitar; se denomina esperanza. Quien la tiene aprecia, de un modo u otro, que vale la pena enfrentarse con lo inmediatamente desagradable, para conseguir, después, llegar a disfrutar de lo qué es, en definitiva, más valioso.

La esperanza como hábito operativo  —disposición estable adquirida por propia decisión en el actuar de una persona— ha sido estudiada especialmente por el filósofo alemán Josef Pieper (1904-1997). El compendio de varias obras suyas titulado: “Las virtudes fundamentales” es una muestra. Ahí se menciona 205 veces a la esperanza. Pieper es considerado uno de los primeros filósofos modernos en explorar la idea de la esperanza en la vida humana, así lo ha afirmado un estudioso suyo Bernard N. Schumacher, en su libro de 2003: “A Philosophy of Hope: Josef Pieper and the Contemporary Debate on Hope”.

Siguiendo a Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, cabe indicar que la esperanza —virtud— consiste en un justo medio al actuar, establecido por la recta razón, de la manera que lo haría una persona éticamente excelente. El justo medio referido está entre dos vicios opuestos: la desesperanza y la presunción.

La desesperanza —vicio por defecto, respecto a la esperanza— es la disposición habitual de rechazar lo que se presenta arduo, junto con todo lo que lleva lograrlo; prefiriendo, en cambio, lo que ofrece inmediatas recompensas.

La presunción, por otro lado, es la habituación de estimar que son muy fáciles de conseguir los bienes futuros. Por lo tanto, no es necesario mayor esfuerzo para alcanzarlos. Es un vicio por exceso relativo a la esperanza, dado que se arraiga en el acostumbramiento, de no advertir dificultades ahí donde verdaderamente sí las hay.

Como notamos, la esperanza tiene por objeto lo que está por venir, lo que aún no ha llegado. Para estar correctamente dispuesto a conseguir esto, requerimos de la prudencia.

La prudencia tiene su origen en los vocablos latinos “pro” (prefijo que indica: adelante) y “videntia” (visión). De aquí: pro-videncia, derivando en prudentia. Es prudente quien sabe discernir qué es preciso para ir hacia adelante en el logro de lo conveniente.

La prudencia es una disposición del intelecto práctico que consiste en la habilidad para que, a través de la ejecución de ciertos actos concretos, se alcance, realmente, aquél buen fin objeto de una intención.

San Isidoro de Sevilla, en sus célebres “Etimologías” (VIII, 2, 5), sostiene que la esperanza —en latín: “spes”— debe su denominación a que ella viene a ser como el pie para caminar, para dirigirse a la meta. Como si se dijera: “es pie” (en latín: est pes). Donde “pie” significa “pes” en latín. Lo contrario a la esperanza —continua Isidoro— es la desesperación, porque allí donde faltan los pies (deesse pedes) no hay posibilidad alguna de andar.

Evocando al Padre y Doctor de la Iglesia, Isidoro de Sevilla (c. a. 560-636), venerado como santo patrón de los humanistas: filólogos, filósofos, historiadores y geógrafos; esperamos tener los pies firmes, seguros, para andar esperanzados, adelante, en este año jubilar 2025.

Luis Francisco Eguiguren

• Profesor Ordinario Principal. Departamento de Filosofía. Facultad Humanidades. Universidad de Piura (UDEP) • Ingeniero Químico. Universidad Nacional de Ingeniería. Lima, 1980. • Doctor en Filosofía. Pontificia Universidad Santa Cruz. Roma (PUSC), 1997 • Director del Programa Académico de Estudios Generales UDEP 1991-1996 • Director del Departamento de Filosofía de la Facultad de Humanidades UDEP 2016-2019 • Director. Revista Mercurio Peruano: 1997- 2001. Revista fundada por Víctor Andrés Belaunde en 1918. • Coordinador y Promotor de estudios para obtener el Grado de Bachiller en Artes Liberales con Mención en Filosofía en UDEP 1994-2008 Publicaciones 1996 Estudio sobre la bondad moral en Aristóteles (Roma, ITALIA) 2009 Relaciones entre Física y Filosofía según Max Planck en: ¿Adónde va la ciencia? (Piura, PERU) 2007 Radicales de la libertad y la libertad del liberalismo (Piura, PERU) 2004 Los hábitos, su influencia en la cultura y la organización social, como determinantes del progreso efectivo (Piura, PERU) 2002 Confiabilidad y Cultura (Piura, PERU) 2001 El conocimiento humano ¿se limita al mundo sensible? Una revista a las claves del empirismo (Piura, PERU) 2000 La lógica tecnocrática (Piura, PERU) 1999 Actualidad, naturaleza y eficacia de la Ética (Lima, PERU)