Capítulo 2 (de 5) de una mini-serie sobre «laicidad» o «secularidad». Un tema de enorme interés y actualidad en nuestra sociedad multicultural. El estudio de la secularidad puede ayudar a responder preguntas como: ¿Qué es la laicidad cristiana? ¿Se ha logrado en algún momento de la historia? ¿Se puede alcanzar definitivamente? ¿Cuáles son las causas de la actual secularización? ¿Es un proceso irreversible, unido al progreso? ¿Desaparecerá el cristianismo de Europa? ¿Cuáles son las raíces del laicismo de los últimos siglos? ¿Es igual el laicismo del siglo XIX que el del XXI? ¿Puede la Constitución de un país regular el régimen de los Sacramentos? ¿Y sancionar el aborto como un Derecho fundamental? ¿Es la religión un peligro para la democracia? ¿Consiste la tolerancia en la yuxtaposición de todas las creencias? ¿Qué es eso de la “batalla cultural”? ¿Qué eficacia y límites tiene? ¿Estamos iniciando una nueva fase de post-secularización? ¿Qué puede hacer cualquier ciudadano corriente?
Conviene, antes que nada, realizar una aclaración conceptual: “secularización” es un concepto acuñado por la sociología histórica para designar la pérdida de relevancia de la religión en cierto lugar y tiempo; “secularismo” es una ideología que promueve y aplaude esa contracción de lo religioso, y su confinamiento al ámbito de lo privado. Es equivalente a “laicismo”; “secularidad” es el reconocimiento de la legítima autonomía de las realidades seculares y religiosas, y de la consiguiente separación funcional del Estado y la Iglesia. Equivale a “laicidad”.
La secularización en tres actos: Confrontación, seducción y evaporación de lo sagrado
Del anticlericalismo violento a la indiferencia espiritual: un recorrido por las oleadas laicistas que han marcado la modernidad y el desafío de las nuevas generaciones ante la fe.
La secularización, ese proceso que ha transformado la relación entre la sociedad y lo sagrado, puede entenderse como una obra en tres actos. Cada uno de ellos muestra una forma distinta de alejamiento de Dios y de la Iglesia, pero también refleja los desafíos que enfrenta la fe en cada época.
Primera oleada: La confrontación violenta (finales del siglo XVIII – siglo XIX)
La primera oleada de secularización estuvo marcada por la confrontación abierta y violenta contra la religión. Movimientos como la Revolución Francesa (1789) y el anticlericalismo del siglo XIX en Europa evidenciaron un rechazo frontal hacia la Iglesia, percibida como un obstáculo para el progreso y la libertad. En muchos casos, esta hostilidad se tradujo en persecuciones, expropiaciones y leyes que limitaban la influencia de la Iglesia en la vida pública. La fe era vista como un enemigo a vencer.
Segunda oleada: La seducción del progreso (siglo XX)
La segunda oleada no necesitó de la violencia. Fue una secularización más sutil, impulsada por la seducción del progreso científico, el desarrollo tecnológico y el bienestar material, especialmente tras las dos Guerras Mundiales. A medida que la ciencia ofrecía respuestas a preguntas que antes eran dominio exclusivo de la religión, y que el confort material se convertía en el nuevo ideal, la necesidad de Dios parecía desvanecerse. No se trataba ya de atacar la fe, sino de hacerla irrelevante. La religión quedó relegada al ámbito privado, considerada una cuestión personal sin peso en la vida pública o en las decisiones sociales.
Tercera oleada: La evaporación de lo sagrado (finales del siglo XX – siglo XXI)
La tercera oleada de secularización es, quizás, la más insidiosa y profunda. No se manifiesta en una oposición directa ni en una sustitución explícita de la fe por el progreso, sino en una indiferencia generalizada hacia lo sagrado. En esta fase, Dios no es combatido ni reemplazado; simplemente, es ignorado. La espiritualidad se diluye en un sinfín de prácticas personalizadas y efímeras, y el sentido trascendental de la vida se evapora en medio de la rutina y el entretenimiento constante.
Las nuevas generaciones, especialmente a partir de los años 90, ya no se declaran ateas militantes ni buscan activamente refutar la existencia de Dios. Simplemente, no consideran la cuestión relevante. La vida se centra en el «aquí y ahora», en la búsqueda de experiencias inmediatas y en la satisfacción personal. Las grandes preguntas sobre el sentido de la vida, el sufrimiento o la muerte quedan pospuestas o simplemente descartadas.
Este fenómeno plantea un desafío aún mayor para la Iglesia y los creyentes: ¿cómo anunciar el Evangelio en un mundo que no siente la necesidad de Dios? La respuesta no está en volver a las estrategias del pasado, sino en encontrar nuevas formas de testimoniar la fe, mostrando que el mensaje cristiano sigue siendo relevante y vital en medio de la aparente autosuficiencia del hombre moderno.
Frente a esta tercera oleada, la evangelización debe centrarse en el testimonio personal, en la autenticidad de la vida cristiana y en la capacidad de acompañar a las personas en sus búsquedas y preguntas. Porque, aunque lo sagrado parezca evaporarse, el anhelo de trascendencia sigue latiendo en lo profundo del corazón humano. En este contexto, la Iglesia está llamada a ser un faro de esperanza, ofreciendo espacios de encuentro y reflexión que permitan redescubrir la belleza de la fe y el sentido de la vida.
La respuesta a la evaporación de lo sagrado no es la imposición ni la confrontación, sino la propuesta de una vida plena y auténtica que muestre, con hechos más que con palabras, que Dios sigue siendo la respuesta a las inquietudes más profundas del ser humano. La fe debe presentarse no como una obligación, sino como una invitación a una vida más rica y significativa, capaz de dar sentido incluso en medio de la aparente autosuficiencia y el ruido de la modernidad.
La presente mini-serie consta de cinco capítulos:
- Historia: la larga marcha hacia la laicidad
- Laicismo: las 3 olas del último siglo
- Religión secular
- La batalla cultural
- El individuo y el todo