Soy Mujer, Madre y Trabajadora: ¡Superando el caos con Gracia y una taza de café!

Entre pañales, reuniones y cenas quemadas, descubro que el cielo me tiene reservada una corona… ¡o al menos una medalla de esfuerzo!

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¡Hola! Soy mujer, madre y trabajo dentro y fuera de casa. Sí, esa que corre con un bebé en brazos mientras sostiene el teléfono con la oreja y, de alguna manera, logra sacar una cena decente (aunque a veces sea cereal con leche). Si te identificas con esto, bienvenida al club. Si no, quédate igual, porque esto te va a sacar una sonrisa… o al menos un “¡Dios mío, cómo lo hace!”.

Empecemos por la mañana. ¿Alguna vez has intentado despertar a un adolescente que parece haberse fusionado con el colchón? Yo sí. Es como intentar resucitar a Lázaro, pero sin milagro a la vista. Luego está el pequeño, que decide que las 6:00 a.m. es la hora perfecta para practicar su imitación de un gallo. Mientras tanto, yo, con los ojos medio cerrados, intento recordar si puse el café en la cafetera o si solo soñé que lo hice.

El trabajo fuera de casa es otro capítulo. Ahí soy la reina de las multitareas: respondo correos, atiendo llamadas y, en mi mente, ya estoy planeando qué voy a cocinar para la cena (spoiler: a veces termina siendo pizza). Pero no todo es estrés. Hay momentos que me hacen reír, como cuando mi jefe me pregunta si puedo quedarme hasta tarde y yo le respondo: “Claro, siempre y cuando lleve a mi hijo al fútbol desde aquí”.

En casa, la cosa no es menos intensa. Entre ayudar con las tareas escolares (¿quién inventó las matemáticas modernas, por cierto?) y lavar la ropa que parece reproducirse sola, a veces siento que mi vida es un reality show. Pero en medio del caos, hay momentos de gracia. Como cuando mi hijo pequeño me dice: “Mamá, eres la mejor… pero ¿por qué no cocinas como la abuela?”. Gracias, cariño, eso me sube el autoestima.


Y aunque a veces me siento como una malabarista en un circo, recuerdo que Dios tiene un sentido del humor muy particular. Él me dio esta vida llena de desafíos, pero también llena de bendiciones. Cada risa, cada abrazo, cada “te quiero, mamá” es un recordatorio de que, aunque no sea perfecta, estoy haciendo algo bien.

Así que, si hoy te sientes abrumada, recuerda: no estás sola. Somos un ejército de mujeres que, entre reuniones, pañales, hijos y marido, estamos construyendo un legado de amor, esfuerzo y fe. Y si alguien te pregunta cómo lo haces, responde con una sonrisa: “Con mucho café, un poco de locura y la gracia de Dios”.

¡Ah! Y si ves a una mujer corriendo con un zapato en una mano y un paquete de pañales en la otra, salúdala. Podría ser yo… o cualquier otra superheroína disfrazada de mamá trabajadora.

¡Ánimo, reina! El cielo ya te tiene reservada una corona… y quizás hasta una taza de café eterno. ☕👑