Beato Tomás María Fusco, 24 de febrero

Fundador de las Hijas de la Caridad de la Preciosísima Sangre

Prácticamente toda la vida de este beato estuvo caracterizada por un amor singularísimo a Cristo crucificado, excelso y supremo modelo de caridad que quiso imitar. Movido por este anhelo, rogaba: «Jesús mío, inflama mi corazón de amor por Ti». «Jesús mío, tu Sangre inspira caridad. Haz caer una gota de tu Sangre en mi corazón y seré todo caridad». Quiso que este amor al Redentor que derramó su Sangre por toda la Humanidad alumbrara también las fundaciones que puso en marcha.

Era hijo de un farmacéutico y de una noble. Fue el penúltimo de ocho hermanos, y nació en Pagani (Italia) el 1 de diciembre de 1831. A los 10 años ya se había quedado huérfano de padre y de madre, y un tío sacerdote, el P. Giuseppe, que también daba clases en la escuela, se ocupó de educarlo. En toda biografía siempre hay momentos singulares que marcan el futuro. En el de Tomás fue su presencia en la canonización de san Alfonso María de Ligorio en 1839. Profundamente conmovido por este acto, alimentó su sueño sacerdotal, y en 1847 ingresó en el Seminario de Nocera. De nuevo tuvo que pasar por la dolorosa experiencia de la separación de un ser querido, ya que el bondadoso Giuseppe, que tanto había hecho por él, murió ese mismo año, y sin duda lo haría con el consuelo de haber dejado a Tomás encaminado a cumplir su gran vocación.

Cursados los estudios eclesiásticos, en diciembre de 1855 fue ordenado sacerdote. Apenas recibido este sacramento, muy consciente de que no había tiempo que perder, al pensar en lo desasistidos que se hallaban los chicos que no tenían recursos, dispuso una escuela para ellos en su propia casa. Su espíritu misionero le indujo a vincularse con la Congregación de Misioneros de Nocera en 1857, y en calidad de tal efectuó un viaje por el sur de Italia. Fue designado capellán y director espiritual del Santuario de Nuestra Señora del Carmen en Nocera dei Pagani en 1860, y siguió realizando una intensa acción apostólica. Otra de sus preocupaciones era la formación del clero, y en 1862 impulsó la creación de una escuela de Teología Moral inspirada en la espiritualidad de san Alfonso María de Ligorio. Las obras de este insigne santo y Fundador iluminarían a los jóvenes presbíteros, especialmente, en uno de los principales cometidos de su acción pastoral: la confesión. Paralelamente, impulsaba grupos de oración nocturna en la parroquia. En ellos los participantes recibían formación y, sobre todo, oraban. Tomás tenía muy presente en esta actividad la experiencia tan positiva acuñada por san Alfonso María de Ligorio, y siguiendo sus pasos de alguna manera, elegía un tema espiritual del que se extraían las pautas concretas para vivirlo, rubricando ese encuentro con una meditación dirigida a aumentar la devoción a María.


Este año de 1862 fundó la Sociedad Sacerdotal de Apostolado Católico de la Preciosa Sangre de Cristo. Y en 1873 el Instituto de Hijas de la Caridad de la Preciosísima Sangre, después de la profunda conmoción que le causó ver a niñas descarriadas por falta de medios y cariño. Las religiosas se ocuparon de ellas y difundieron el amor caritativo de Cristo a través de su Preciosísima Sangre. El Instituto nació con tres religiosas y siete huérfanas, todo ello con un claro simbolismo: las tres horas de agonía de Cristo en el Gólgota, las siete efusiones de su Sangre y los siete dolores su Madre Santísima; puso a todas bajo el amparo de la Virgen del Perpetuo Socorro.

Al momento de la fundación, el obispo le dijo: «¿Usted escogió el título de ‘La Preciosísima Sangre’? Pues bien, prepárese para beber el amargo cáliz». Así fue. Un sacerdote joven cometió una abyecta felonía con una joven que trabajaba en casa del P. Fusco, y la familia del presbítero, noble y adinerada, acusó al beato y difundió la gravísima calumnia por la ciudad. Tomás oró fervientemente a Cristo y a María, ofrendándoles su silencio. Pero el obispo le indicó que recurriera a la justicia y probase su inocencia. Lo hizo en junio de 1880. La mujer reveló el nombre del que la había forzado, y el sacerdote, arrepentido de su falta, confesó públicamente su culpa en la plaza de la localidad y exoneró al P. Fusco de las acusaciones. No obstante, estos hechos afectaron seriamente a la salud del beato. Fue párroco de San Félix y del Cuerpo de Cristo desde 1884 a 1887. Dejó escritos sobre moral y otros en los que se percibe su devoción por la Sangre de Cristo. Murió el 24 de febrero de 1891. Fue beatificado el 7 de octubre de 2001 por Juan Pablo II.

© Isabel Orellana Vilches, 2025
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