Este miércoles 22 de enero de 2025, el Santo Padre Francisco recibió en audiencia a los miembros de la Fundación Hilton, una organización estadounidense sin fines de lucro que colabora con algunos Dicasterios del Vaticano para brindar oportunidades de formación, crecimiento y estudio a mujeres religiosas. “Se ha invertido poco en esto, menos que con el clero porque se le considera de ‘segunda clase’. Necesitamos superar una mentalidad clerical y chovinista».
El Papa les dirigió las siguientes palabras de saludo:
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Palabras del Papa
Señoras y señores, bienvenidos, buenos días y gracias por esta visita.
Estoy encantado de reunirme con ustedes, que forman el consejo de la Fundación Conrad Hilton.
La misión de promover la dignidad humana es urgente en un momento en que el número de pobres y excluidos sigue aumentando. Es curioso… Ustedes han elegido no quedarse en la ventana, sino comprometerse personalmente con pasión y compasión, como el buen samaritano. Esta parábola de Jesús nos enseña a asumir la fragilidad de los demás, a estar cerca de ellos y a levantar a los que han caído, por el bien de todos (cf. Carta Encíclica, Fratelli tutti, 67). No olviden que sólo en una ocasión y en un acto de la historia es lícito mirar una persona de arriba a abajo, una sola ocasión: para ayudarla a levantarse. Por lo demás, no se puede mirar a una persona por encima del hombro. Únicamente para ayudarla a levantarse, no lo olviden…. Siempre.
Su Fundación ha demostrado cómo la generosidad y el compromiso pueden transformar la vida de quienes se encuentran en situaciones de vulnerabilidad. El servicio gratuito en los campos de la educación, la sanidad, la ayuda a los refugiados y el alivio de la pobreza es un testimonio, un testimonio concreto de amor y compasión. No olviden esta palabra: compasión, ‘sufrir con‘. Dios es compasivo, Dios nos tiende la mano y sufre con nosotros. Y la compasión no es lanzar una moneda a la mano de la otra persona sin mirarla a los ojos. No. La compasión es acercarse y ‘ sufrir con‘. Que no se le olviden esta palabra: compasión.
Su fundador, Conrad Nicholson Hilton, les legó su sueño, que anima los proyectos de la Fundación. Entre ellos hay uno en el que ustedes son muy activos: el de apoyar a las monjas. Conrad Hilton tenía en gran estima a las monjas y en su testamento pidió a la Fundación que las apoyara en su misión de servir a los más pobres y a los últimos. Una vez, me dijo una persona -era agnóstica- acabó en el hospital y las monjitas le cuidaron… Se convirtió gracias a eso. Y dijo: qué sería de la Iglesia sin las monjitas… ¡es hermoso! Y ustedes lo hacen con fidelidad y creatividad, sobre todo para la formación y el cuidado de las hermanas mayores. En algunos países son ya ancianitas, pero no hay que enviarlas al hospicio, no… Recuerdo una vez, en Argentina, en una congregación -de la que yo tenía una hermana de origen italiano- vino una provincial y dijo: «¡No! A los 70 años, ¡fuera!», y las hermanas se morían de tristeza… Las hermanas deben trabajar hasta el final, como puedan, hasta el final. Y si no hacen esto, hacen lo otro. Aquí tenemos a una que siempre ha trabajado con los pobres. Es anciana, pero aún conduce, y la dejan conducir, y así se siente útil. Por favor, ¡las «monjitas» siempre con la gente! Sé que colaboran con algunos dicasterios vaticanos para dar oportunidades a las hermanas de crecer en profesionalidad y trabajo misionero. Gracias.
Se ha invertido poco en esto, mucho menos que en la formación del clero. Es cierto, porque se piensa que las monjas, y también las mujeres, son «de segunda clase». Se piensa esto… No se olviden que desde el día del Jardín del Edén son ellas las que mandan… ¡Las mujeres mandan! Es importante que las hermanas puedan estudiar y formarse. El trabajo en las fronteras, en las periferias, entre los últimos, necesita personas formadas y competentes. Y, atención, la misión de las hermanas es servir a los últimos, y no ser siervas de alguien. Esto debe terminar, y ustedes como Fundación están ayudando a sacar a la Iglesia de esta mentalidad clericalista.
Pero también debo añadir otra cosa: a menudo nos quejamos de que no hay suficientes monjas en puestos de responsabilidad, en las diócesis, la Curia y las universidades. Esto es cierto. Por un lado, es cierto, necesitamos superar una mentalidad clerical y machista. Gracias a Dios, ahora tenemos un prefecto en la Curia, del Dicasterio para los Religiosos. Tenemos una vicegobernadora del Estado Vaticano que será gobernadora en marzo. Tenemos tres monjas en el equipo de los que eligen a los obispos, y que dan el voto. Tenemos a la subsecretaria de monseñor Piccinotti en la A.P.S.A.: una monja que tiene dos licenciaturas en economía. Gracias a Dios, las monjas están saliendo adelante y saben hacer las cosas mejor que los hombres. Es así… porque tienen esa capacidad de hacer las cosas, las mujeres y las monjitas. También he oído a obispos decir: Me gustaría nombrar monjas en algunos cargos diocesanos, pero sus superioras no las dejan ir. No, por favor, déjenlas que vayan. Así que les digo a las superioras: sean generosas, tengan el respiro de la Iglesia universal y de una misión que va más allá de los confines de su Instituto.
Queridos amigos, gracias por su incansable trabajo y servicio. ¡Gracias! Juntos podemos construir un mundo en el que cada persona, sea cual sea su origen o su situación, pueda vivir con dignidad. Juntos podemos ayudar a encender la esperanza en los corazones de quienes se sienten solos y abandonados. Compasión, cercanía, ternura: no se olviden de estas tres palabras. Compasión, cercanía, ternura: estos son los tres atributos de Dios. Dios es compasivo, Dios es cercano, Dios es tierno. Sueño con un mundo en el que los descartados, los excluidos, los marginados puedan ser los protagonistas de un cambio social que tanto necesitamos, para vivir como hermanos y hermanas.
Que Dios los bendiga y que la Virgen los proteja. Y, por favor, recen por mí. Ahora, así sentados, les doy la bendición. Gracias.
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