María, modelo de esperanza: lecciones de fe y servicio

Audiencia General: El Papa Francisco reflexiona sobre el papel de la Virgen María en la vida cristiana, destacando cómo su ejemplo nos enseña a vivir la esperanza auténtica en Dios

La Audiencia general de esta mañana se celebró a las 9:00 horas en la Aula Pablo VI, donde el Santo Padre Francisco se reunió con grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.

En su discurso en italiano, el Papa al retomar el nuevo ciclo de catequesis que se desarrollará a lo largo de todo el Año Jubilar, «Jesucristo, nuestra esperanza», centró su meditación en el tema El anuncio a María. Escucha y disponibilidad (cf. Lc 1,26-38).

Tras resumir su catequesis en las distintas lenguas, el Santo Padre dirigió expresiones especiales de saludo a los fieles presentes.

La Audiencia general concluyó con la oración del Pater Noster y la Bendición Apostólica.

 

[El siguiente texto también incorpora partes no leídas que se consideran pronunciadas]

Ciclo de catequesis – Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. I. La infancia de Jesús. 2. El anuncio a a María. Escucha y disponibilidad (cfr Lc 1,26-38)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy retomamos la catequesis del ciclo jubilar sobre Jesucristo nuestra esperanza.

Al comienzo de su Evangelio, Lucas muestra los efectos de la potencia transformadora de la Palabra de Dios que llega no sólo a los atrios del Templo, sino también a la pobre casa de una joven, María, que, comprometida con José, todavía vive con su propia familia.

Después de Jerusalén, el mensajero de los grandes anuncios divinos, Gabriel, que en su nombre celebra el poder de Dios, es enviado a una aldea que la Biblia hebrea nunca menciona: Nazaret. En aquella época era una pequeña aldea de Galilea, en la periferia de Israel, una zona de frontera con los paganos y sus contaminaciones.

Precisamente allí, el ángel lleva un mensaje de forma y contenido totalmente inauditos, tanto que el corazón de María se estremece, se turba. En lugar del clásico saludo “la paz sea contigo”, Gabriel se dirige a la Virgen con la invitación “¡alégrate!, “¡regocíjate!”, un llamamiento muy querido en la historia sagrada, porque los profetas lo utilizan cuando anuncian la venida del Mesías (cfrSof 3,14; Gl 2,21-23; Zc 9,9). Es la invitación a la alegría que Dios dirige a su pueblo cuando termina el exilio y el Señor hace sentir su presencia viva y operante.

Además, Dios llama a María con un nombre de amor desconocido en la historia bíblica: kecharitoméne, que significa «llena de la gracia divina». María es llena de la gracia divina. Este nombre dice que el amor de Dios ha habitado desde hace tiempo y sigue habitando en el corazón de María. Dice que ella está ‘llena de gracia’ y, sobre todo, que la gracia de Dios ha realizado en ella un “cincelado” interior, convirtiéndola en su obra maestra: llena de gracia.


Este cariñoso sobrenombre, que Dios da sólo a María, va acompañado inmediatamente de una tranquilización: «¡No temas!», «¡No temas!» la presencia del Señor siempre nos da esta gracia de no temer y así lo dice a María: «¡No temas!». «No temas», dice Dios a Abraham, a Isaac, a Moisés, en la historia: «¡No temas!». (cf. Gn 15,1; 26,24; Dt 31,8). Y nos lo dice también a nosotros: «¡No temas, sigue adelante, no temas!». «Padre, tengo miedo de esto»; «¿Y qué haces tú cuando…?»; «Perdone, padre, le digo la verdad: voy a la adivina…»; «¿Vas a la adivina?”; «Sí, a que me lea la mano…». Por favor, ¡no tengan miedo! ¡No teman! ¡No teman! Esto es hermoso. «Soy tu compañero de viaje»: esto le dice Dios a María. El «Todopoderoso», el Dios de lo «imposible» (Lc 1,37) está con María, está con ella y junto a ella, es su compañero, su principal aliado, el eterno «Yo-contigo» (cf. Gn 28,15; Ex 3,12; Jdg 6,12).

Luego, Gabriel anuncia a la Virgen su misión, haciendo resonar en su corazón numerosos pasajes bíblicos que hacen referencia a la realeza y mesiazgo del Niño que va a nacer de ella y que será presentado como cumplimiento de las antiguas profecías. La Palabra que viene de lo Alto llama a María a ser la madre del Mesías, el tan esperado Mesías davídico. Es la madre del Mesías. Él será rey, no a la manera humana y carnal, sino a la manera divina, espiritual. Su nombre será «Jesús», que significa «Dios salva» (cf. Lc 1,31; Mt 1,21); recuerda así a todos y para siempre que no es el hombre quien salva, sino sólo Dios. Jesús es Aquel que cumple estas palabras del profeta Isaías: «No un enviado ni un ángel, sino Él mismo los salvó; con amor y compasión (Is 63,9).

Esta maternidad estremece a María profundamente. Y como mujer inteligente que es, es decir, capaz de leer dentro de los acontecimientos (cf. Lc 2,19.51), busca comprender, discernir lo que está sucediendo. María no busca fuera, sino dentro, porque, como enseña san Agustín, «in interiore homine habitat veritas» (De vera religione 39,72). Y allí, en lo más profundo de su corazón abierto, sensible, escucha la invitación a confiar en Dios, que ha preparado para ella un «Pentecostés» especial. Como al principio de la Creación (cf. Gn 1,2), Dios quiere «empollar» a María con su Espíritu, un poder capaz de abrir lo cerrado sin violarlo, sin menoscabar la libertad humana; quiere envolverla en la «nube» de su presencia (cf. 1Cor 10,1-2) para que el Hijo viva en ella y ella en Él.

Y María se enciende de confianza: es «una lámpara con muchas luces», como dice Teófanes en su Canon de la Anunciación. Se abandona, obedece, hace espacio: es «una cámara nupcial hecha por Dios» (ibid.). María acoge al Verbo en su propia carne y se lanza así a la mayor misión jamás confiada a una mujer, a una criatura humana. Se pone al servicio: es llena de todo, no como esclava, sino como colaboradora de Dios Padre, llena de dignidad y autoridad para administrar, como hará en Caná, los dones del tesoro divino, para que muchos puedan sacar de él abundantemente.

Hermanas, hermanos, aprendamos de María, Madre del Salvador y Madre nuestra, a dejarnos abrir los oídos a la Palabra divina y a acogerla y custodiarla, para que transforme nuestros corazones en tabernáculos de su presencia, en hogares acogedores donde pueda crecer la esperanza.

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Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Veo que hay algunos. Pidamos al Señor que nos enseñe a escuchar su Palabra y a responderle con generosidad, como María, transformando nuestros corazones en sagrarios vivos de su presencia y en lugares acogedores para las personas que viven sin esperanza. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

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Resumen leído en español por el Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas:

Retomamos las catequesis del ciclo jubilar “Jesucristo nuestra esperanza”. Hoy reflexionamos sobre el anuncio del ángel Gabriel a María. Su saludo comienza con una invitación a la alegría, evocando el mensaje de los profetas al pueblo de Dios pensando en la venida del Mesías. Después, el ángel llama a María “llena de gracia”, indicando la presencia de Dios que habita en ella, y le dice que no tenga miedo, porque nada es imposible para el Señor. Pensemos en esto, nada es imposible para el Señor. Finalmente, le anuncia su misión: ser la madre del Mesías; cuyo nombre será Jesús, que significa “Dios salva”.

El anuncio de esta maternidad única, lleva a María a discernir en su interior lo que le estaba pasando. En su corazón, abierto y sensible, ella siente la llamada a confiar plenamente en Dios, aun cuando haya cosas que no comprende. Su colaboración con los designios del Padre en cada momento de su vida la convierten para nosotros en un ejemplo inestimable de escucha y disponibilidad a la Palabra divina.