¿Quién es Dios? Un Encuentro con el Misterio Divino

Un acercamiento personal y profundo a su naturaleza y presencia en nuestras vidas

Museo del Prado

La pregunta «¿Quién es Dios?» no solo es una reflexión teológica, sino un camino de búsqueda personal y espiritual que cada ser humano emprende en su vida. Para el cristiano, la respuesta no se limita a un concepto abstracto, sino que es una experiencia transformadora que invita a la persona a entrar en una relación profunda con el Creador, quien se manifiesta en su palabra, en la creación y, especialmente, en la persona de Jesucristo.

La Revelación de Dios: El Misterio Desvelado

Dios, en su infinita bondad, ha decidido revelarse al ser humano a lo largo de la historia. Esta revelación no es una mera transmisión de información, sino un acto de amor. Según la tradición cristiana, Dios no es un ser distante, sino que se acerca a nosotros de forma tangible. A través de la Biblia, la revelación alcanza su culminación en la persona de Jesucristo, quien no solo habló de Dios, sino que, al ser Él mismo Dios hecho carne, nos mostró quién es verdaderamente el Padre.

El Vaticano, en sus enseñanzas, subraya que la revelación de Dios no es solo un conocimiento intelectual, sino una invitación a vivir en comunión con Él. La Trinidad, esa profunda y misteriosa unión de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, nos habla de un Dios relacional, que está en constante comunión consigo mismo y con la humanidad. Dios, en su esencia, no es soledad, sino una perpetua danza de amor entre las tres personas divinas, un amor que se extiende hacia nosotros.

Un Dios Personal: La Experiencia de la Paternidad Divina

En el corazón del cristianismo se encuentra la afirmación de que Dios no es una fuerza abstracta ni un concepto lejano, sino un Padre cercano, amoroso y cercano a cada uno de nosotros. En las Escrituras, Dios se revela como un padre misericordioso que no solo observa la humanidad desde lejos, sino que se acerca, se duele por nuestras penas y nos acoge en su amor. El Papa Francisco ha enfatizado en sus discursos la importancia de reconocer a Dios como un padre que nos abraza, nos llama por nuestro nombre y nos ofrece una nueva oportunidad cada día.

Este Dios cercano no es indiferente a las dificultades humanas. Jesús, como Hijo de Dios, vivió plenamente nuestra condición humana, mostrando que el dolor, el sufrimiento y la alegría forman parte del camino de acercamiento al Padre. La relación con Dios, entonces, se construye no solo en momentos de oración, sino también en la vida diaria, en la manera en que respondemos al sufrimiento y a las bendiciones que recibimos.

La Providencia Divina: Un Dios que Cuida y Guía

Uno de los aspectos más consoladores de la doctrina cristiana es la enseñanza de la providencia divina. Dios no solo creó el mundo y lo dejó a su suerte, sino que se compromete activamente con su creación. Su providencia no significa que todo esté predestinado, sino que Él nos acompaña y nos guía con un amor constante. Como nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, en momentos de dificultad, podemos confiar en que «todo lo que sucede a los que aman a Dios, les sirve para el bien» (Romanos 8:28). La providencia divina no se limita a la respuesta a nuestras oraciones, sino que se extiende a los detalles más pequeños de nuestras vidas.


El hecho de que Dios se preocupe por cada uno de nosotros, desde las cosas más cotidianas hasta los momentos más trascendentales, nos llama a una mayor confianza y rendición. El Papa Juan Pablo II insistía en que la fe cristiana implica creer que, en todo lo que vivimos, Dios tiene un plan y nos ofrece las gracias necesarias para cumplirlo, incluso en la adversidad.

Un Dios que Se Encuentra en lo Cotidiano: La Santificación de la Vida

El cristianismo enseña que la relación con Dios no se limita a la iglesia o a los momentos formales de oración, sino que debe impregnar cada aspecto de nuestra vida diaria. Según los principios del Opus Dei, cada tarea cotidiana, por simple que sea, tiene el potencial de convertirse en una oportunidad para acercarnos a Dios. La santificación del trabajo, el estudio, el descanso y las relaciones humanas se convierte en un medio para vivir en sintonía con Dios. Este enfoque nos recuerda que Dios no está alejado del mundo, sino que lo habita, lo sostiene y lo acompaña.

El Papa Francisco ha hablado en numerosas ocasiones de la necesidad de ver a Dios en lo ordinario, y de cómo cada acción humana, cuando se realiza con amor y dedicación, se convierte en una manifestación de la gloria de Dios. Esto nos invita a reconsiderar la manera en que vivimos nuestra vida cotidiana y a reconocer que cada acto, por insignificante que parezca, tiene un valor eterno cuando se ofrece a Dios.

El Misterio Insondable de Dios: Un Llamado a la Humildad

A pesar de las revelaciones y las experiencias personales de Dios que podemos vivir, siempre quedará un misterio insondable. Como seres humanos, estamos llamados a conocer a Dios, pero nuestra comprensión de Él siempre será parcial. La fe cristiana, lejos de ver esto como una limitación, lo ve como un misterio fascinante y una invitación a la humildad. En la eternidad, se cree que los seres humanos viviremos en una unión plena con Dios, pero ahora, en nuestra vida terrena, somos invitados a acercarnos a Él con corazones abiertos y humildes.

Dios, en su ser infinito, es mucho más grande que cualquier idea o imagen que podamos formarnos. Este misterio nos llama a vivir con asombro y admiración, reconociendo que la plenitud de la revelación de Dios se alcanzará solo en el futuro, cuando estemos cara a cara con Él.

Dios, Fuente de Vida y Sentido

En definitiva, Dios es el origen y el fin de toda existencia. Su revelación nos invita a entrar en una relación viva con Él, a conocerle no solo a través de conceptos, sino a través de una experiencia vivencial que transforma nuestra vida. Dios no es una abstracción, sino un ser real y cercano que nos llama a vivir según su voluntad, a encontrarle en cada momento de la vida, y a ser partícipes de su amor y providencia.

A través de la fe, la oración y la acción, los cristianos somos llamados a conocer a Dios en lo profundo de nuestro ser y a llevar su presencia a todos los rincones del mundo. Porque en última instancia, como nos recuerda el Papa Francisco, «el conocimiento de Dios es una experiencia de amor y una invitación a ser testigos de su misericordia en el mundo».