San Hilario De Poitiers, 13 de enero

Doctor de la Iglesia

Fue contemporáneo de san Atanasio y conocido como «el Atanasio de Occidente», porque como aquél, tuvo que hacer frente a la herejía arriana en el siglo IV. San Agustín lo denominó «el ilustre doctor de las Iglesias». Nació en Poitiers hacia el año 315 en el seno de una familia aristocrática, y lejana a la fe, de modo que la primera etapa de su vida estuvo signada por una educación pagana. Pero la llama de la búsqueda de la verdad, que latía en su interior, le instó a perseguirla; la Filosofía respondió a muchos de sus interrogantes. Desterradas ideas peregrinas que le habían enseñado antes se percató de lo que significaba haber sido creado como un ser libre, capaz de ejercitar todo el bien posible. Y mientras profundizaba en el significado de la esencia de Dios, la luz penetró en él, vislumbrando que ese Dios era el único posible, el eterno. La lectura de las Sagradas Escrituras añadió lo que precisaba para reconocerse llamado e invitado a seguir a ese Dios que acababa de hacérsele manifiesto. Y recibió el bautismo a edad un tanto avanzada, teniendo detrás todo un pasado fraguado en un matrimonio y una hija, lo cual no fue óbice para que lo designaran obispo de Poitiers hacia el año 350, dignidad que asumió humildemente, aunque su deseo habría sido desestimarla.

Unos años más tarde, debido a la férrea defensa de la fe, fue desterrado por Constancio II a Frigia durante cinco años. Uno de sus anhelos más preciados era el martirio, y así lo hizo notar en algunos de sus escritos. La Providencia se alió con él, porque allí se familiarizó con la lengua griega y conoció la ingente obra teológica de los Padres Orientales. De ellos extrajo la documentación que consta en el texto De Trinitate, en el que se muestra defensor de la fe nicena acerca de la Trinidad y de la divinidad de Cristo. Por ello obtuvo el título de Doctor de la Iglesia. Este fruto de su oración e investigación se convirtió en lo que hoy se denominaría un best seller: el más importante y riguroso tratado aparecido hasta entonces acerca del dogma que vertebra la fe cristiana. Había llegado a las convicciones que expone después de estudiar las corrientes de pensamiento neoplatónico de gran influjo en su época. Y su intervención en el Concilio de Nicea refutando las tesis arrianas fue antagónica.


Pero su afán por la verdad se plasmó en otras obras como Contra Maxertiam, con la que se enfrentó al emperador Constancio. A la muerte de éste, el año 361 regresó su diócesis. Allí, este defensor de la ortodoxia teológica ayudó al joven Martín, que se convertiría en el aclamado santo obispo de Tours. Por otro lado, se convocó un sínodo en la Galia a petición de Hilario, como fruto del cual quedó condenado el Concilio de Rímini, se excomulgó al obispo arriano Saturnino, que fue el artífice de su destierro, y restituyó la fe. En otra ocasión, Auxencio, que había tomado la sede de Milán, fue combatido también por san Hilario, quien viajó expresamente a Milán el año 364 para resolver este grave asunto, instando a Auxencio para que reconociera al verdadero Dios. Además, lo desenmascaró ante el emperador Valentiniano, al que tenía engañado haciéndole creer que defendía la ortodoxia. San Hilario murió en Poitiers entre el año 367 y 368. Pío IX lo declaró Doctor de la Iglesia en 1851.

© Isabel Orellana Vilches, 2018
santoral Isabel OrellanaObra protegida por derechos de autor.
Inscrita en el Registro de la Propiedad Intelectual el 24 de noviembre de 2014.
________________
Derechos de edición reservados:
Fundación Fernando Rielo
Goya 20, 4.º izq. int. 28001 Madrid
Tlf.: (34) 91 575 40 91
Correo electrónico: [email protected]
Depósito legal: M-18664-2020
ISBN: 978-84-946646-6-3