El Papa comienza la catequesis ligada al Jubileo: “Jesucristo, nuestra esperanza”

A pocos días de la apertura de la Puerta Santa, el Papa Francisco dedica su audiencia general semanal a iniciar el ciclo de catequesis que marcará todo el Año Jubilar, centrándose en “Jesucristo, nuestra esperanza”

La audiencia general de esta mañana se ha celebrado a las 9.00 horas en el Aula Pablo VI, donde el Santo Padre Francisco se reunió con grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.

En su discurso en italiano, el Papa, iniciando un nuevo ciclo de catequesis que se desarrollará a lo largo de todo el Año Jubilar «Jesucristo nuestra esperanza», centró su meditación en el tema La infancia de Jesús – Genealogía de Jesús (Mt 1,1-17). La entrada del Hijo de Dios en la historia (Lectura: Mt 1,1-3.15-16).

Tras resumir su catequesis en las distintas lenguas, el Santo Padre dirigió expresiones especiales de saludo a los fieles presentes.

La audiencia general concluyó con el rezo del Pater Noster y la bendición apostólica.

***


[El siguiente texto también incorpora partes no leídas que se consideran pronunciadas]

Ciclo – Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. I. La infancia de Jesús. 1. Genealogía de Jesús (Mt 1,1-17). La entrada del Hijo de Dios en la historia

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy comenzamos el ciclo de catequesis que se desarrollará durante todo el Año Jubilar. El tema es «Jesucristo nuestra esperanza»: Él es, en efecto, la meta de nuestra peregrinación, y Él mismo es el camino, la senda a seguir.

La primera parte tratará de la infancia de Jesús, que nos narran los evangelistas Mateo y Lucas (cf. Mt 1-2; Lc 1-2). Los Evangelios de la infancia relatan la concepción virginal de Jesús y su nacimiento del vientre de María; recuerdan las profecías mesiánicas cumplidas en Él y hablan de la paternidad legal de José, que injertó al Hijo de Dios en el «tronco» de la dinastía davídica. Se nos presenta a un Jesús recién nacido, niño y adolescente, sumiso a sus padres y, al mismo tiempo, consciente de que está totalmente entregado al Padre y a su Reino. La diferencia entre los dos evangelistas es que mientras Lucas relata los acontecimientos a través de los ojos de María, Mateo lo hace a través de los de José, insistiendo en una paternidad tan inédita.

Mateo abre su Evangelio y todo el canon del Nuevo Testamento con la «genealogía de Jesucristo hijo de David, hijo de Abraham» (Mateo 1:1). Se trata de una lista de nombres ya presentes en las Escrituras hebreas, para mostrar la verdad de la historia y la verdad de la vida humana. De hecho, «la genealogía del Señor es la verdadera historia, en la que están presentes algunos nombres, por así decir, problemáticos, y se subraya el pecado del rey David (cf. Mt 1,6). Todo, sin embargo, termina y florece en María y en Cristo (cf. Mt 1,16)» (Carta sobre la renovación del estudio de la historia de la Iglesia, 21 de noviembre de 2024). Aparece, pues, la verdad de la vida humana que pasa de una generación a otra entregando tres cosas: un nombre que encierra una identidad y una misión únicas; la pertenencia a una familia y a un pueblo; y finalmente la adhesión de fe al Dios de Israel.

La genealogía es un género literario, es decir, una forma adecuada a transmitir un mensaje muy importante: nadie se da la vida a sí mismo, sino que la recibe como don de otros; en este caso, se trata del pueblo elegido, y de los que heredan el depósito de la fe de sus padres: al transmitir la vida a sus hijos, les transmiten también la fe en Dios.

Pero a diferencia de las genealogías del Antiguo Testamento, en las que sólo aparecen nombres masculinos, porque en Israel es el padre quien impone el nombre a su hijo, en la lista de Mateo de los antepasados de Jesús también aparecen mujeres. Encontramos a cinco de ellas: Tamar, la nuera de Judá que, al quedarse viuda, se hace pasar por prostituta para asegurar una descendencia a su marido (cf. Gn 38); Racab, la prostituta de Jericó que permite a los exploradores judíos entrar en la tierra prometida y conquistarla (cf. Stg 2); Rut, la moabita que, en el homónimo libro, permanece fiel a su suegra, cuida de ella y se convertirá en bisabuela del rey David; Betsabé, con la que David comete adulterio y, tras hacer matar a su marido, genera a Salomón (cf. 2 Sam 11); y, por último, María de Nazaret, esposa de José, de la casa de David: de ella nace el Mesías, Jesús.

Las cuatro primeras mujeres están unidas no por el hecho de ser pecadoras, como a veces se dice, sino por el hecho de ser extranjeras para el pueblo de Israel. Lo que Mateo destaca es que, como ha escrito Benedicto XVI, «a través de ellas… el mundo de los gentiles entra en la genealogía de Jesús: se manifiesta su misión a los judíos y a los paganos» (La infancia de Jesús, Milán-Ciudad del Vaticano 2012, 15).

Mientras las cuatro mujeres anteriores se mencionan junto al hombre que nació de ellas o al que lo generó, María, al contrario, adquiere un particular relieve: marca un nuevo comienzo, ella misma es un nuevo comienzo, porque en su historia ya no es la criatura humana la protagonista de la generación, sino Dios mismo. Esto se desprende claramente del verbo «nació»: «Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo» (Mt 1,16). Jesús es hijo de David, injertado por José en esa dinastía y destinado a ser el Mesías de Israel, pero también es hijo de Abraham y de mujeres extranjeras, destinado por tanto a ser la «Luz para iluminar las naciones paganas» (cf. Lc 2,32) y el «Salvador del mundo» (Jn 4,42).


El Hijo de Dios, consagrado al Padre con la misión de revelar su Rostro (cf. Jn 1,18; Jn 14,9), entra en el mundo como todos los hijos del ser humano, hasta el punto de que en Nazaret se le llamará «hijo de José» (Jn 6,42) o «hijo del carpintero» (Mt 13,55). Verdadero Dios y verdadero hombre.

Hermanos y hermanas, despertemos en nosotros el recuerdo agradecido hacia nuestros antepasados. Y, sobre todo, demos gracias a Dios, que, a través de la Madre Iglesia, nos ha generado a la vida eterna, la vida de Jesús, nuestra esperanza.

______________

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. En estos días previos a la Navidad, los invito a renovar nuestra súplica al Señor, pidiéndole que conceda al mundo el don de la paz. Que Jesús los bendiga y la Virgen de la Esperanza los cuide. Muchas gracias.

________________

Llamamiento

Y luego, queridos hermanos y hermanas, recemos por la paz. No olvidemos a los pueblos que sufren la guerra: Palestina, Israel, y todos los que sufren, Ucrania, Myanmar… No olvidemos rezar por la paz, por el fin de las guerras. Pidamos al Príncipe de la Paz, al Señor, que nos conceda esta gracia: la paz, la paz en el mundo. La guerra, no lo olvidemos, siempre es una derrota, ¡siempre! La guerra siempre es una derrota.

_______________

Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy iniciamos un nuevo ciclo de catequesis para el Año jubilar, con el tema “Jesucristo nuestra esperanza”. En esta primera parte reflexionamos sobre la infancia de Jesús, que encontramos narrada en los primeros capítulos del Evangelio de Mateo y de Lucas. Mientras Lucas describe los acontecimientos desde la mirada de María, Mateo lo hace desde la perspectiva de José, y esto se evidencia, sobre todo, por la genealogía.

La genealogía es un género literario muy antiguo, que intenta mostrar la verdad de la historia y de la vida humana. Su intención es transmitir el mensaje de que nadie se da la vida a sí mismo, sino que la recibe como don de otros. En este caso, se trata del pueblo elegido que, al dar la vida a los hijos, junto con un nombre, una misión y una identidad, también les transmite la fe. En la genealogía que presenta Mateo, donde se mencionan tanto a hombres como a mujeres, se destaca la figura de María, que marca un nuevo inicio: de ella nació Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios.

 

Flores para la Pequeña Flor

Al comienzo de la Audiencia, el Papa Francisco veneró las reliquias de Santa Teresa del Niño Jesús ofreciendo un ramo de flores. Conservadas en un relicario dorado, permanecerán en Roma en la Iglesia de la Trinità dei Monti, cerca de la Plaza de España, durante todo el Año Jubilar.